agosto 24, 2010

Mis días en el terruño


Nuestras vacaciones en Monterrey las últimas semanas de Julio tuvieron un panorama muy contastante, por un lado la emoción y alegría del reencuentro con los míos luego de casi tres años de no verles y por otro, el desánimo de presencia 'in situ' en lo que se ha convertido mi adorado terruño. Pero centrémonos en lo importante, en las cosas bellas que quedan en la memoria, como combustible para aguantar otro largo período lejos de todos ellos.

Apenas llegar, un sábado a media tarde, el desfiladero en casa de mi madre del familión al completo fué más que placentero... un torrente de abrazos y besos sin fin a lo largo de la siguientes ocho horas!

26 días dieron para mucho, sobre todo tomando en cuenta lo relativamente restringidos de salidas que estuvimos debido al miedo -que no anda en burro- generalizado. Lo más satisfactorio fué haber disfrutado de todos y cada uno de los integrantes de mi familia, haber convivido con ellos y hasta acercarme más a algunos con los que no estaba tan familiarizada.

No recuerdo cuántas fiestas hicimos (algunas con mariachi incluído), muchas por cierto, pero por lo menos cada tercer día estaba la casa de mi madre llena desde el porche hasta la cocina.


Mis amigos entrañables no podían faltar tampoco, el gusto de vernos no nos lo quitan ni cientos de días sin vernos ni hablarnos, es un agasajo indescriptible.




Mis hijos... casi ni los vi, se pasaron los días en casa de unos o de otros primos y los pocos días que quedaron en casa, ellos solitos se buscaban sus formas de divertirse. Lo mejor de todo es que su español empieza a tomar forma regia, gracias a Dios!


Solo una cosa me dejó reflexionando mucho: mi madre. Ya no es aquella señora erguida e imponente de antaño, se ha hecho chiquita con el paso de los años y no me había dado cuenta; su cara es hoy muy delgada y su andar es lento. Pero su alegría de vivir y las ganas de dar pelea permanecen todavía como siempre la he recordado durante el tiempo y la distancia que nos separan. A pesar de todo ella sale a sus casinos, con mis herman@s a sus vueltas, se arregla y se perfuma como siempre, cocina y hasta cuenta uno que otro chiste.


Que impresión sufrí cuando la vi aquel día en que nos fué a recoger al aeropuerto!, nunca antes la había visto así, pero gracias a Dios pude contener las lágrimas al verla tan acabada. Esta vez comencé a sentir miedo de perderla, a pesar de que su salud es como la de un roble, pero sus 83 años ya hacen acto de presencia.

Por eso la disfruté como nunca antes, también a mis hermanos y hemanas, esta vez no hubo malos entendidos ni discusiones. Todo fué tan mágico, que no nos queríamos regresar a casa, eso es lo único que tendría que agradecerle a los criminales que me mantuvieron encerrada en casita.

Quisiera regresar pronto, pero no será posible, hay que ahorrar otros tres años para poder regresar. Ojalá que, cuando eso suceda, Monterrey haya vuelto a ser la Sultana Norteña que fué y no la que nos dió algunos sustos en nuestra vacación. Aquí el relato de esos días.

Como dijo McArthur... pero volveré!

1 comentario:

Nancy dijo...

Keru, a mi me encantó tenerte por acá aunque ahora el tiempo a diferencia de la ves pasada, se fué volando, siento que no te vi tanto como quisiera pero aún así disfruté todo el tiempo que pudimos vernos.

De tu mamá pues que te puedo decir? yo la veo en estupenda forma, de hecho ya quisiera yo esas piernas de tu madre, es un alma fuerte y luchadora de la vida, se sabe querida y creo que vive su vida con mucha alegría, ojalá Dios la cuide muchos años más para que comparta con sus nietos y bisnietos muchas alegrías, yo la veo entera.

De los sustos pues ojalá tu deseo se cumpla, todos queremos ese Monterrey de antaño, esperemos que ese deseo compartido de muchos, se haga realidad en un futuro cercano.

Keru espero que todo esté de lo mejor por allá y que la rutina a la que regreas después de los sustos que viviste por acá te sepa bonito.

Un abrazo para todos

Nancy :)