La pobre de mi suegra ha padecido por años, después de un accidente automovilístico, dolor crónico en la espalda. El mismo mal, le ha provocado una inmunidad hacia medicamentos vitales como la cortizona, los analgésicos y los antibióticos. De igual forma ha sido operada en infinidad de ocasiones, algunas de ellas experimentales, con la esperanza de aliviar por fin ese dolor eterno.
Debido a la edad y su sobrepeso, desde hace tiempo utiliza una especie de muletas y en últimas fechas un andador rodante. Se ha negado en rotundo a que le compren una silla de ruedas porque piensa que una vez ahí sentada, no volería a ponerse en pie.
Aún así, trataba de llevar una vida aparentemente normal y amena, aunque me imagino que la procesión iba por dentro.
La semana pasada tenía cita en el Hospital Universitario de Zürich para hacerse unos exámenes que les permitieran saber a los doctores si era candidata a otro nuevo tratamiento con el algunas personas que padecen el mismo tipo de problema, habrían reaccionado muy favorablemente.
Durante las pruebas de sangre y la consulta con el médico, comentó sobre algunas molestias nuevas no relacionadas con su problema de siempre. Para no pasar por alto esas inquietudes, se le ordenó un chequeo general, pero los resultados no fueron muy satisfactorios. Encontraron fallas en su corazón.
Se profundizó en éste aspecto y, al momento de introducirle una microcámara por una arteria de la pierna izquiera que llegaría hasta el corazón, se dieron cuenta que ésta estaba obstruída. Procedieron a hacerlo con la otra pierna, al llegar al corazón se dieron cuenta que necesitaba un bypass y que otra arteria importante estaba casi cerrada.
El diagnóstico fué muy desalentador. Primero dejaron de lado por completo el problema de la espalda y le informaron que, debido a la gravedad del problema, la prioridad sería de ahora en adelante el corazón: destapar las arterias bloqueadas y colcoar el bypass. También le hicieron saber lo delicado que éste procedimiento.
En Suiza, los doctores no se andan con miramientos y sentimentalismos, siempre se le habla directamente al paciente con la verdad y se le deja elegir con libertad según sus opciones. En su caso, le dijeron, podría no operarse y seguir con el problema; lo que le ocasionaria una muerte repentina y prematura. La segunda opción sería operarse y elevar en mucho la calidad tan precaria de vida que hasta ahora había venido llevando pero... el riesgo de quedar en la mesa de operaciones es muy alto.
Todo ésto transcurrió durante la pasada semana, se le dió de plazo para decidirse hasta el día sábado pasado. La decisión se discutió solo entre ella y mi suegro y al final optaron por la operación.
Ayer la dejaron salir del hospital cuatro horas por la tarde para que fuera a su casa y arreglara sus cosas, asi me lo dijo el maridis. Al principio no entendí, qué cosas tendría que arrelgar si ya tenía dos o tres semanas internada? A lo que se referían los doctores, sin decirlo directamente, era a despedirse.
Despedirse de su familia, de su casa y de su marido... por si no regresaba más.
Escribo ésto y no puedo evitar unas lágrimas. Ayer también fue el cumpleaños de Christof -mi hijo- el deseo de mi suegra era que lo lleváramos porque quería hacerle un pastel. De hecho el cumpleaños de Zara lo festejamos en el hospital con ella.
La tarde estaba gris, nada de sol, un poco de frío. Ella sentada en su sillón favorito con su carita sonriente, aunque las comisuras de sus labios apuntaban hacia abajo. Mi suegro, más nervioso que de costumbre, saco de una bolsa los regalos para Christof y para mi por nuestro cumple.
A los niños les había advertido en el camino, no mencionar para nada el tema de la operación y tratar de portarse lo más normal posible. Cumplieron a rajatabla mis enanos. Soplamos velitas, partimos el pastel, convivimos un rato y nos despedimos. Queríamos ser prudentes y dejarlos a ellos para disfrutarse mutuamente, en la paz de su hogar sin tubos, medicamentos, ni olor a asepsia de por medio.
Tal vez mi suegra no se haya portado del todo bien conmigo, sobre todo en los primeros años, pero nunca le he guardado reconcor ni sentimientos hostiles, al contrario. Siento un cariño especial por ella, porque fue una guerrera a la que le pasó de todo y aún así salió adelante. Por ser la madre del hombre que amo.
Es por eso que no puedo sentirme indiferente a su miedo, su dolor y su angustia. Cuando me despedí, le dije bajito al oído que rezaría por ella, que le deseaba de todo corazón que todo saliera bien y que esperaríamos por ella; que seguramente saldría vencedora de esa como lo hizo con todas sus operaciones anteriores. Ella lloró, me abrazó y recargó su cabeza en mi brazo como nunca antes lo había hecho.
Todavía no tiene fecha para la cirugía, de hecho le están haciendo los estudios pre-operatorios, pero me cuesta trabajo asimiliar que de un tratamiento más para aliviar un dolor, llegue a estar ahora el borde de la muerte.
¿Qué haría usted si de pronto le dicen que está viendo de frente a la muerte?
Debido a la edad y su sobrepeso, desde hace tiempo utiliza una especie de muletas y en últimas fechas un andador rodante. Se ha negado en rotundo a que le compren una silla de ruedas porque piensa que una vez ahí sentada, no volería a ponerse en pie.
Aún así, trataba de llevar una vida aparentemente normal y amena, aunque me imagino que la procesión iba por dentro.
La semana pasada tenía cita en el Hospital Universitario de Zürich para hacerse unos exámenes que les permitieran saber a los doctores si era candidata a otro nuevo tratamiento con el algunas personas que padecen el mismo tipo de problema, habrían reaccionado muy favorablemente.
Durante las pruebas de sangre y la consulta con el médico, comentó sobre algunas molestias nuevas no relacionadas con su problema de siempre. Para no pasar por alto esas inquietudes, se le ordenó un chequeo general, pero los resultados no fueron muy satisfactorios. Encontraron fallas en su corazón.
Se profundizó en éste aspecto y, al momento de introducirle una microcámara por una arteria de la pierna izquiera que llegaría hasta el corazón, se dieron cuenta que ésta estaba obstruída. Procedieron a hacerlo con la otra pierna, al llegar al corazón se dieron cuenta que necesitaba un bypass y que otra arteria importante estaba casi cerrada.
El diagnóstico fué muy desalentador. Primero dejaron de lado por completo el problema de la espalda y le informaron que, debido a la gravedad del problema, la prioridad sería de ahora en adelante el corazón: destapar las arterias bloqueadas y colcoar el bypass. También le hicieron saber lo delicado que éste procedimiento.
En Suiza, los doctores no se andan con miramientos y sentimentalismos, siempre se le habla directamente al paciente con la verdad y se le deja elegir con libertad según sus opciones. En su caso, le dijeron, podría no operarse y seguir con el problema; lo que le ocasionaria una muerte repentina y prematura. La segunda opción sería operarse y elevar en mucho la calidad tan precaria de vida que hasta ahora había venido llevando pero... el riesgo de quedar en la mesa de operaciones es muy alto.
Todo ésto transcurrió durante la pasada semana, se le dió de plazo para decidirse hasta el día sábado pasado. La decisión se discutió solo entre ella y mi suegro y al final optaron por la operación.
Ayer la dejaron salir del hospital cuatro horas por la tarde para que fuera a su casa y arreglara sus cosas, asi me lo dijo el maridis. Al principio no entendí, qué cosas tendría que arrelgar si ya tenía dos o tres semanas internada? A lo que se referían los doctores, sin decirlo directamente, era a despedirse.
Despedirse de su familia, de su casa y de su marido... por si no regresaba más.
Escribo ésto y no puedo evitar unas lágrimas. Ayer también fue el cumpleaños de Christof -mi hijo- el deseo de mi suegra era que lo lleváramos porque quería hacerle un pastel. De hecho el cumpleaños de Zara lo festejamos en el hospital con ella.
La tarde estaba gris, nada de sol, un poco de frío. Ella sentada en su sillón favorito con su carita sonriente, aunque las comisuras de sus labios apuntaban hacia abajo. Mi suegro, más nervioso que de costumbre, saco de una bolsa los regalos para Christof y para mi por nuestro cumple.
A los niños les había advertido en el camino, no mencionar para nada el tema de la operación y tratar de portarse lo más normal posible. Cumplieron a rajatabla mis enanos. Soplamos velitas, partimos el pastel, convivimos un rato y nos despedimos. Queríamos ser prudentes y dejarlos a ellos para disfrutarse mutuamente, en la paz de su hogar sin tubos, medicamentos, ni olor a asepsia de por medio.
Tal vez mi suegra no se haya portado del todo bien conmigo, sobre todo en los primeros años, pero nunca le he guardado reconcor ni sentimientos hostiles, al contrario. Siento un cariño especial por ella, porque fue una guerrera a la que le pasó de todo y aún así salió adelante. Por ser la madre del hombre que amo.
Es por eso que no puedo sentirme indiferente a su miedo, su dolor y su angustia. Cuando me despedí, le dije bajito al oído que rezaría por ella, que le deseaba de todo corazón que todo saliera bien y que esperaríamos por ella; que seguramente saldría vencedora de esa como lo hizo con todas sus operaciones anteriores. Ella lloró, me abrazó y recargó su cabeza en mi brazo como nunca antes lo había hecho.
Todavía no tiene fecha para la cirugía, de hecho le están haciendo los estudios pre-operatorios, pero me cuesta trabajo asimiliar que de un tratamiento más para aliviar un dolor, llegue a estar ahora el borde de la muerte.
¿Qué haría usted si de pronto le dicen que está viendo de frente a la muerte?