julio 03, 2008

Catarsis II

Un semestre antes de ingresar en la universidad, mis telarañas mentales acerca de mi aspecto físico habrían desaparecido gracias a la experiencia de mi primer noviazgo. Por un buen rato mi vida pareció estar de pronto ocupada entre asimilar el hecho de perder el amor recién correspondido y olvidarlo tras la ruptura, dos o tres años pasaron en esos intentos. Mi inseguridad volvió cuando me di cuenta que el tiempo pasaba y yo seguía sola, en la facultad no encontraba a nadie interesante y yo tampoco parecía ser el blanco amoroso de ninguno de los chicos disponibles, mis amigas mientras tanto cambiaban de novios o aventurillas como de blusas. Hubo un período considerable en aquellos años de estudio, en el que adquirí el hábito de vomitar, yo lo atribuía siempre a los nervios de los exámenes "solo pasa cuando tengo un examen" me decía a mi misma para convencerme de que no existía ningún desorden de otro tipo (todavía los medios no hablaban de anorexia o bulimia) cuando en realidad lo que quería era adelagazar de la forma mas práctica posible. El problema era que el sistema de estudio de mis últimos años era SIP (Sistema de Instrucción Personalizada) o "abierto" y los exámenes eran diarios. Calculen ustedes las veces que vomitaba a la semana, por obra divina no pasó a mayores.

Aunque perdí mucho peso sin darme cuenta, otro problema vino a sumarse para llevar mi autoestima a una pendiente en la que fuí cayendo poco a poco, la presión social. Mi madre se empeñaba en comprarme ella misma la ropa (vestidos aseñorados en colores chillantes) y en mi condición de estudiante sin un empleo ni siquiera de medio tiempo que pudiera costear aunque fuera mis garritas "tu única obligación es estudiar y sacar buenas notas, no debes trabajar", aquello fué otro motivo más para convencerme de que nunca sería una muchacha normal. Lo peor del caso es que yo no estaba tan gorda, solo tenía algo de sobrepeso, pero me sentía como luchador de sumo ante comentarios de la boca de mi madre como "Ayyy, como quisiera tener una hija flaquita que pudiera lucir ropa tan bonita como esta", con la revista Vanidades entre las manos señalando vestidos de diseñadores famosos modelados por Christine Brinkley o Jerry Hall.

A mis 25 años ya tenía un empleo que costeaba todos mis gastos personales, incluyendo consultas con dietistas que me hacían temblar las manos durante meses debido las altas dosis de anfetaminas para quitar el hambre (uno de ellos fué Alejandro Hernández, del edificio Delta). Aunque nunca llegué a ser una Barbie, en muchas ocasiones adelagacé lo suficiente como para lucir modelitos que nunca hubiera imaginado, también tuve algunos novios interesantes (todos ellos delgados por cierto) y aprendí a sacarle partido a mis pocos atributos con el maquillaje y con mi sentido del humor. Pero nada de aquello fué suficiente para sentirme segura y bien plantada, por fuera lucía una máscara de seguridad y aplomo, pero evitaba a toda costa verme en los espejos (costumbre que no me he podido quitar) y lloraba a solas en la soledad de mi cuarto convencida de lo poca cosa que era.

Seguramente mi actitud perdedora fué la razón de tantas desilusiones amorosas y de mis constantes efectos yoyo en mi peso y en mi autoestima, lo que empezó convertirse en una obsesión maniaco-depresiva que me llevó a mucho tiempo en soledad. Mis amigas comenzaron a casarse, mis amigos comenzaron a emigrar hacia otras metas y cada vez sentía más pena por mí misma. Me comía el coco pensando qué había hecho yo para estar tan sola y la respuesta siempre apuntaba a mi físico: soy tan fea ... no valgo nada. En realidad no era una relación en pareja lo que me atormentaba, sino el disgusto que me causaba yo misma.

Cuando conocí a mi marido, ya me encontraba en una etapa de tranquilidad, más bien diría que era resignación. Nuestra amistad comenzó a ciegas, en un chat, ahí no era necesario sumir la panza ni maquillar mis eternas ojeras, no había dilemas sobre el tacón de mi zapatos por el temor a ser más alta que mi pareja; en el cyberespacio simplemente el físico no existe o al menos a él no le interesaba como yo lucía en lo más mínimo. Ahí, enfrente de un monitor de pantalla azul con millones de bytes convertidos en letras, fuí yo ... simplemente yo misma. La imagen escrita que me devolvía la pantalla era muy diferente de la que yo veía cuando por casualidad volteaba a verme en algún espejo, de pronto me encontré escribiendo la cantidad de amigos que tenía, el inmenso amor que había en mi familia, la salud de la que siempre había gozado, mi buen desempeño en el trabajo y la cantidad de familias que de él dependían, mis habilidades en ciertas areas y muchísimas cosas más de las que yo me había olvidado cuando la vida desvió mi mirada hacia lo externo, hacia lo no poseído.

Sin proponérselo y sin darse cuenta, mi marido me devolvió la confianza en mi misma, me hizo enamorarme por primera vez de mi persona y aceptarme como soy. Pero ojo, solo éramos amigos, el enamoramiento mutuo (de pareja) vino un año después. Curiosamente en ese año, conocí a otras personas que también se interesaron en mí, personas de carne y hueso ... de la vida diaria, hasta tuve oportunidad de elegir. Me elegí a mi misma, empecé a quererme, me perdoné por no haberme querido antes, me conocí a fondo y eso me liberó de mis complejos. Hasta el día de hoy sigo luchando contra el sobrepeso, voy a paso lento, a mi ritmo; porque mis prioridades son otras muy distintas ... aquellas que los ojos no miran. Aprendí que para poder dar amor a alguien más, hay que empezar por querernos a nosotros mismos para luego poder transmitir ese sentimiento hacia afuera.

No es vanidad ni arrogancia lo que me lleva hoy a escribir sobre ésta parte de mí, sino un testimonio honesto de esperanza que tal vez pueda servir a alguien más en una situación parecida. Ojalá así sea. Gracias por haber llegado hasta aquí.

Besitos, la Keru.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Kerubina
¿Habrá vidas paralelas?
Yazmín

Nancy dijo...

Keru, asi cmo dice Yazmin, ya lo hemos comentado tu y yo, hay tantas cosas que tenemos en común, la diferencia es que tu encontraste la manera de sentirte bien y de quererte a ti misma, a otras esa situación nos es mucho más complicada, digamos tal vez por debilidad de caracter y porque nos afectan mucho los comentarios del mundo que nos rodean, los apodos, las risas y las burlas de todos aquellos que les parece que las personas que tenemos sobrepeso venimos a este mundo a ser el personaje chistoso que no tiene sentimientos y que no puede ser tomado en serio nunca...

Estoy en camino Keru, te mando un abrazote y ademas te digo que no solo tu familia te espera con los brazos abiertos por acá :), yo tambièn, mi familia y seguramente algunas personas màs :)

Besos, te quiero un chingo!!

Nancy

yo dijo...

Keru:
Te admiro mucho!!
Admiro como puedes llegar a la parte más sensible del corazón de las personas con tu relato..por eso nos identificamos en mucho con lo que cuentas. Te mando un fuerte abrazo

Alejandro dijo...

Gracias por compartirlo. Saludos regios!

La Mama de Patito dijo...

Hola Keru,
Y es que realmente siempre es asi.
Uno no puede dar lo que no tiene.
No puedes dar amor si primero no te amas a ti misma.
Se por experiencia que amarse una misma es lo mas dificil del mundo, pero paso a pasito se puede lograr.

Precisamente anoche, hablaba con el copiloto y le comente que nunca me habia sentido tan agusto en mi propia piel como ahora...eso me hace muy feliz.

Animo, sigue con tu objetivo, por belleza, por salud y por amor a ti misma

Saluditos!

Anónimo dijo...

Que bonito post Keru, te felicito por miles y miles de cosas por las que tendria que decirte ERES GRANDEEEEEEEEE KERU!!.

Keru estas cosas nos ayudan mucho, compartir con las experiencias, es como decirnos a los demás SI SE PUEDE!.

Gracias estuvo hermoso el post. Yo tampoco me veo en los espejos =(

Dennile dijo...

Que bonito post.
Gracias por compartir tus vivencias y permitir que nos identifiquemos contigo.

Un Abrazo!

Anónimo dijo...

Gracias Kerubina por abrir tu corazon con nosotros. Yo me considero una fan de tu blog, de lo que escribes, porque me llega al alma. Así me das qnimos de seguir adelante.

Saludos y un gran abrazo!

Anónimo dijo...

kerubina!! no sabes como me identifique con lo que escribiste... y eso que de adolecente no era tan gorda pero mis hermanas siempre fueron delgadas y yo bien tosca..y en estos años de casada(16) siempre lo mas q había pesado eran 65 kilos..en los embarazos subía 25 kilos pero los bajaba y ahora estoy con kilos de mas porque me embarace y tuve a mi nena y no he podido bajarlos ...y que desesperación porque ahora el delgado es mi esposo! :( pero ya le voya hechar ganas

Anónimo dijo...

muy buen post... me parece muy cierto lo q mencionas acerca de quererse uno mismo, es muy cierto q para poder amar primero hay q amarse uno mismo, aveces no es bueno dejarse llevar por lo superficial, el amor existe y quienes no somos tan bonitas por fuera podemos ser maravillosas por dentro, gracias por compratir tu vida, ya soy fan de tu blog.
un abrazo=)

Unknown dijo...

SALUDOS DESDE MONTERREY, TE FELICITO POR TODO LO QUE NOS COMPARTES, GRACIAS....BYE

Dani dijo...

llegue a tu blog por casualidad y menuda sorpresa me vine a encontrar. He leido 2 entradas y estoy totalmente fascinada. En esta porque pareces haber retratado mi infancia y adolescencia a la perfeccion. Es dificil pero no imposible amarse luego de tanto comentario negativo "de buena fe" hecho por los que nos quieren. Yo busco quererme un poquito mas cada dia, y aunque lenta, voy segura. Gracias por hacerme ver que no soy la unica y felicidades por tu blog tan genial.