julio 11, 2006

Hablando con Dios, por celular

Hace año y medio, más o menos, sacó al mercado un teléfono celular del que me enamoré perdidamente. No soy una geek, ni nada por el estilo, de hecho cambio de teléfono casi siempre por circunstancias adversas (léase pérdida injustificada), pero esta vez me obsesioné por esta „joyita“.

Le insinuaba a mi marido (geek hasta las cachas) constantemente mi pasión por ese aparatejo:
- „mira nada más, pero si puede ver la tele en el celular“ –
- „incluye tarjeta de memoria y reproductor de MP3!“ -
- ó algo como „se pueden tomar fotos hasta de 1.3 megas“ –
- también „y puedes hacer video con zoom!“-

Nada funcionaba, el hacía como que „la virgen le hablaba“ y cambiaba el tema. Para ser sincera, de antemano yo sabía que dentro de nuestro presupuesto no se había contemplado un gasto como ese, y menos sabiendo que el precio era exorbitante (casi 8,000.00 pesos mexicanos) debido a que era “lo más nuevo”.

En fin, me pasé casi un año buscando en Ebay, a algún loco que quisiera venderlo en precio de risa, pero nada de nada. En diciembre, no sé si porque mi mamá vino a pasar la Navidad con nosotros, o porque estas fechas suelen ser mágicas, a la compañía de celulares se le ocurrió hacer una promoción para sus clientes que tuvieran contrato mayor a 5 años, éstos pagarían solo la quinta parte de cualquier teléfono. Y ese fue mi regalo.

Quedé muy satisfecha con mi regalo, le saco todo el jugo posible, pues me sirve para un sinfín de cosas a pesar de que ya no lo fabrican porque esa edición salió defectuosa y hubo muchas devoluciones; el mío es como lo dije antes: “una joyita” todo funciona de maravilla.

La que no funciona de maravilla soy yo, el viernes pasado con el ajetreo del fin de curso de mi querubín, la fiestecilla en el kinder y el clima que no ayudaba en nada (llovía a cántaros) SE ME PERDIO!!!!!

Lo busqué como loca, por todas partes en el carro, en mi cuarto, en la bolsa del pantalón que traía, bueno hasta en el refrigerador (con eso que soy una loca histérica pude haberlo guardado ahí). No apareció mi adorado negrito. Hasta en el gimnasio la entrenadora me preguntó, - “ y hoy, porque no trajiste tu música?” y muerta de la vergüenza le dije que lo había perdido. Cada que me acordaba, hacía memoria y recorría el viernes en mis pensamientos, pero nada, mis recuerdos eran tan vagos que terminaba dándome coraje por olvidadiza. Hasta pensaba que tal vez era una buena opción para hacerme de uno más moderno, pero ni eso no me consolaba, yo quería el MIO!

Hablando con mi esposo, para consolarme un poco, me dijo que él tenía un contrato de un celular que no usaba (la empresa le dio uno nuevo) y que podíamos utilizar esa cuenta para que no saliera tan caro el que yo escogiera. Además, en mi computadora tengo toda la información almacenada, por datos perdidos tampoco habría problema, pero yo quería el MIO!

Hoy, antes de ir a escoger el nuevo, bajé por última vez a la habitación donde está la computadora, y en las escaleras iba hablando sola, para ser exacta dije lo siguiente:
- “ay, Diosito, no permitas que hagamos un gasto innecesario, por favor ayúdame a encontrar mi teléfono”.

Se que suena estúpida mi petición y más aún involucrar a Dios en cosas tan banales, pero desde algunos años aprendí que “ni la hoja de un árbol se mueve, sin la voluntad del Señor” y desde entonces dejé que toda mi vida se mueva alrededor de ese concepto, por muy buena ó mala que sea la situación, por muy insignificante o importante; y hoy no fue la excepción.

Abrí la puerta y me fuí directo al suelo, abajo del escritorio, donde tengo un taburete para poner los pies mientras escribo, un lugar en donde no había buscado en estos tres días y ... AHI ESTABA, EL MUY MONDRIGO!!!!

Gracias Diosito, porque hasta en mis pendejadas, estás conmigo.

Tschüss!

No hay comentarios.: