septiembre 21, 2009

Puedes sacar a la muchacha del pueblo...

... pero no el pueblo de la muchacha.



Marisol nació en una de las más hermosas islas caribeñas, lugar exótico y de contrastes sociales donde la injusta distribución de la riqueza hace de la mayoría, seres hambrientos y trabajadores incansables. Desde niña, Marisol no conoció otro panorama que los campos bananeros en los que comenzó a trabajar desde que tuvo uso de razón. Sus pies jamás calzaron otra cosa que no fuera tierra seca, su cuerpo tampoco conoció el descanso y su corazón, solo alojó el anhelo de conocer el mundo existente que había más allá del horizonte marítimo que rodeaba su pobre vivienda.

A los quince años, aquella niña hecha mujer, dió a luz a un hijo sin padre. Fué así como despertó a una vida que luego utilizaría como medio de supervivencia. En aquella tierra, las mujeres como Marisol soñaban con trabajar lo necesario para reunir los 2,500 USD que los tratantes de blancas les exigían para llevarles a Europa en busca de la fortuna que en su país estaban muy lejos de alcanzar.

Marisol, llegó a Ginebra (Suiza) con 22 años y con el alma hecha pedazos al dejar a su pequeño al cuidado de su madre en su país natal. Su exuberante cuerpo tropical, inmediatamente la llevó a un bar desnudista donde su único trabajo era bailar y quitarse la ropa, algo que ella sabía hacer a la perfección. 'Si de ahí alguien te invitaba a otro lugar, ya uno se ponía de acuerdo en el precio y el lugar, pero no era obligación alternar con los clientes; uno lo hacía por necesidad o voluntad propia' -me dijo aquel día que me relató su historia.

Dos años después conoció a un hombre que se enamoró de ella, le ofreció matrimonio y hacer una familia en la parte suiza de habla alemana, así como borrar para siempre el trabajo que había venido desempeñando desde su adolescencia.

Jörg, su esposo suizo, la colmó de bienestar y amor como nunca antes lo había soñado. También le regaló una nueva patria a la hizo oficialmente ciudadana helvética. Los padres de él aceptaron a la nueva integrante de la familia, les ayudaron a comprar una hermosa casa y a traer al hijo que había dejado en el caribe.

Luego tuvieron una hija, que vino a completar la familia ideal de la que Jörg le había hablado desde aquella noche en el bar de Ginebra. El hombre tenía un empleo modesto, pero suficiente para vivir con cierta comodidad, que a Marisol le parecía un pedazo de cielo. En poco tiempo la mujer se fué acostumbrando a la buena vida y olvidando un poco la misera en la que habia nacido. Cada vez necesitaba más cosas, algunas de las que su marido no podea costear.

Fué así como se le ocurrió empezar un negocio doméstico, que le permitiera seguir al pendiente de sus hijos y de su marido. Una amiga le ofreció mercancía de ciertos cosméticos femeninos para venderla en reuniones o entre sus amistades, Marisol no lo pensó mucho y comenzó el primero de sus negocios.

Con sus primeras ganancias se dió cuenta de su potencial como vendedora y buscó otras otras cosas para vender, siempre tenía éxito, sus utilidades se iban incrementando al igual que sus necesidades. Sin darse cuenta, fué descuidando la educación de sus hijos; era común ver a la hija pequeña siempre al cuidado de una vecina o alguna que otra amiga, a veces hasta con personas con las que no tenía mucha confianza. El hijo también dió muestras de ese descuido maternal, cuando comenzaron las llamdas de la escuela sobre su mal comportamiento, incluso una vez tuvo que ir hasta la corte por algún hecho escabroso del jovencito.

Ya para entonces Marisol era toda una empresaria, aunque la legalidad de su actividad dejaba mucho qué desear cuando entró en el negocio de la piratería vendiendo bolsas y zapatos de imitación de marcas de renombre. Sus constantes viajes por toda la geografía suiza, hicieron también mella en su matrimonio, algo que parecía no importarle mucho porque al fin tenía todo el dinero que siempre había soñado.

Su cuerpo lucía ahora perfecto con unas cuantas cirugías estéticas que se practicó, conducía un auto lujoso y su ropa era el sueño de toda ama de casa. Pero también le pareció poco. Los últimos comentarios que escuché de otras personas, fueron que sus días como vendedora habían terminado para dar paso a otra actividad todavía más peligrosa: tratante de blancas.

Su divorcio fué inminente, en el juicio ella y su marido peleaban por no quedarse con los hijos, pues a los dos les estorbaban. Seguían viviendo todos en la misma casa, él ya tenía a otra mujer de la misma nacionalidad que Marisol y ella... seguramente ella tenía a varios. Hoy Marisol vive como princesa en España, sus hijos siguen en Suiza y de vez en cuando la visitan. Su ex-marido sigue soltero, pero nunca solo.

Esta es la historia de Marisol, una mujer que nació en la nada y después lo tuvo todo para ser feliz... pero no fué suficiente.

Au revoir.

2 comentarios:

Nancy dijo...

Uy si vieras que de esas he conocido un buen!!

Proverbios 14:1 " La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba ".

Un abrazote!!

Florecita Rockera dijo...

ah, que triste :(