Desde hace algunas décadas la afición futbolera regiomontana ha sido calificada como la mejor, aunque en un principio fué un título producto del orgullo regio del Sr. Roberto Hernández Jr., es un hecho que nuestra afición se ha ido ganando a pulso ese honor. Ok, lo dice otra regia, pero no hay más que ver la enjundia, el fervor a su equipo, la pasión y el cariño con los que se vive el balompié en el estado de Nuevo León.
Pero, qué pasa cuando los dos equipos locales se enfrentan en su propio territorio?:
Los clásicos regiomontanos son una fiesta que se vive muchos días antes del encuentro, los medios y la afición se enfrascan en una lucha por adivinar el marcador final, por desmenuzar situaciones tácticas y aconsejar a los equipos sobre las mejores posibilidades para ganar. El día del partido se puede decir que la ciudad casi se paraliza, las calles se llenan de personas vestidas de azul/oro o azul/blanco, los coches portan con orgullo la bandera de su equipo en las antenas o ventanas y, por todas partes, es el tema numero uno de conversación. Por supuesto que hay sus excepciones, personas que no gustan de éste deporte y para las que ésto se convierte en un martirio, tienen que aguantar como héroes toda ésta parafernalia.
El sábado 22 fué la edición número 89 de otro encuentro entre hinchas desbocados, luego de muchos clásicos sin ganar, la victoria fué para Rayados (yei!) por 2-1.
Gane el que gane, la fanaticada de ambos equipos estuvo presente, algunos in situ y algunos en otros lugares donde se transimitió el juego en pago por evento. No importa qué lugar de tabla ocupen, no importa tampoco en qué posición hayan quedado en la temporada anterior, no importa el costo de los boletos, ni las peripecias que se tengan que pasar para presenciar un clásico regiomontano; porque, pase lo que pase, la afición regia es fiel ejemplo del amor a la camiseta... rayada o auriazul!.
Si se pudo Rayados!.
Pero, qué pasa cuando los dos equipos locales se enfrentan en su propio territorio?:
Los clásicos regiomontanos son una fiesta que se vive muchos días antes del encuentro, los medios y la afición se enfrascan en una lucha por adivinar el marcador final, por desmenuzar situaciones tácticas y aconsejar a los equipos sobre las mejores posibilidades para ganar. El día del partido se puede decir que la ciudad casi se paraliza, las calles se llenan de personas vestidas de azul/oro o azul/blanco, los coches portan con orgullo la bandera de su equipo en las antenas o ventanas y, por todas partes, es el tema numero uno de conversación. Por supuesto que hay sus excepciones, personas que no gustan de éste deporte y para las que ésto se convierte en un martirio, tienen que aguantar como héroes toda ésta parafernalia.
El sábado 22 fué la edición número 89 de otro encuentro entre hinchas desbocados, luego de muchos clásicos sin ganar, la victoria fué para Rayados (yei!) por 2-1.
Gane el que gane, la fanaticada de ambos equipos estuvo presente, algunos in situ y algunos en otros lugares donde se transimitió el juego en pago por evento. No importa qué lugar de tabla ocupen, no importa tampoco en qué posición hayan quedado en la temporada anterior, no importa el costo de los boletos, ni las peripecias que se tengan que pasar para presenciar un clásico regiomontano; porque, pase lo que pase, la afición regia es fiel ejemplo del amor a la camiseta... rayada o auriazul!.
Si se pudo Rayados!.
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