julio 23, 2009

Aventuritas mercantiles

Hoy me sucedieron dos incidentes muy parecidos en menos de dos horas en un centro comercial. El primero ocurrió en una zapatería de una cadena muy grande en éste país que anunciaba un 30% de descuento en toda su exitencia de cacles, adicional también a los ya rebajados con etiquetas verdes o rojas. Sin pensarlo dos veces entré a ver qué encontraba, me hicieron ojitos unas sandalias de plataforma de corcho que costaban 39.90 francos suizos y que además tenían una etiqueta verde pegada de otro 30% de descuento, de inmediato hice mentalmente el cálculo:

39.90 - 30% en toda la tienda = 27.93 francos suizos

27.93 - 30% de etiqueta verde = 19.56 francos suizos!!! una ganga!!!

Me fuí a la caja y la dependienta me cobró, pero me dí cuenta que hizo una mueca como de incredulidad cuando vió algo en la pantalla de la computadora, de cualquier forma dejó que yo hiciera el pago de los casi veinte francos con mi tarjeta de débito mientras ella quitaba las etiquetas de precio y descuento de los zapatos y los ponía en una bolsa de plástico. Por casualidad en ese momento pasó por ahí una de sus compañeras, me imagino que la encargada de la sucursal, a la que preguntó si esos zapatos tenían el 30% de descuento de la etiqueta verde, porque el sistema le marcaba otra cosa. La otra mujer se acercó y enseguida dijo que no, que casi estaba segura que solo tenían un 10% (además del 30 de toda la tienda), pero que iba a buscar otro par igual para confirmanos. Para no perder tiempo porque mis hijos y mi marido me esperaban en el super para hacer la compra semanal, volví a sacar mi tarjeta de débito en caso de tener que pagar una diferencia de precio por ese 'error involuntario' de las empleadas.

La chica volvió con las manos vacías porque no encontró ningún par igual, me dijo que si le permitía unos minutos mientras marcaba al departamento de sistemas y no tuve mas remedio que decir que si, todo con mi tarjeta en mano. La chica esperó unos momentos en la linea mientras la otra sostenía la bolsa en la mano, pero al parecer nadie contestó y me dijo que no me podía vender los zapatos a ese precio porque casi estaba segura que no tenían el segundo descuento, que si quería me devolvía mi dinero o yo pagara la diferencia. Le comenté que me parecía injusta la solución porque ninguna de las dos estaba segura y el cargo ya estaba hecho en mi tarjeta, pero antes de terminar de decir mi opinión la encargada un poco molesta me dijo que tampoco ella estaba segura de que yo misma hubiera puesto esa etiqueta de descuento en los zapatos porque la terminal le marcaba otra cosa.

Ahí si ya me pareció un insulto que me acusara de algo incierto, cuando el 'error' de etiquetas era solo responsabilidad suya como empleadas de la tienda y tampoco era mi culpa que no hubieran podido resolverlo con la mentada llamada a sistemas. En ese momento me habló mi maridis al celular, desesperado porque yo no aparecía donde habíamos quedado, le expliqué que tenía un problema y se dejó venir a 'ayudarme'. Otra media hora de explicaciones entre mi marido y la encargada, pero me imagino que para ésta ya era mucho para sus nervios y comenzó a levantar la voz. Ante ésta falta de respeto él le exigió que me diera las sandalias puesto que ya estaban pagadas, escudándose en la idea mercantil de que si estaba anunciado así, así lo debía cobrar o de lo contrario él mismo llamaría a la policía local del centro comercial para hacer valer sus derechos como cliente. No me gustó llegar a éste punto, mucho menos la forma en que mi marido quería resolver el problema, pero a la mujer tampoco le importó la amenaza puesto que disponía a abrir la caja para devolverme el dinero (así nos lo dijo). Más que resignada y con ganas de terminar aquello ahí, de pronto la jovencita tomó la bolsa de los zapatos de manos de su compañera y nos la entregó diciéndome "ok, usted tiene suerte de llevarse el artículo al precio que le dió la gana pagárnoslo, pero sépase que no estamos de acuerdo". No supe qué la hizo cambiar de opinión, me traje mis sandalias, pero con un sabor amargo en mi conciencia.

No pasó ni una hora después cuando, mientras mis hijos entraron a una tienda de juguetes, yo hice lo mismo en una de ropa que quedaba enfrente. La mecánica de descuentos aquí era la misma que en la zapatería (es época de rebajas) y daban también el 30% de descuentos pero solo en artículos rebajados con anterioridad (la mayoría saldos de temporadas anteriores). Encontré una túnica para ponerse sobre el traje de baño y dos jeans bermudas que eran un ensueño a precio increíble, volví a calcuar mentalmente y apareció en mi mente una cantidad nada despreciable por esa marca de ropa que tanto me gusta y que pocas veces tengo posibilidad de adquirir. Bueno, tan mal no está quedarse sin vacaciones cuando se pueden encontrar gangas como éstas, pensé. Pero a la hora de pagar la cajera me dió un total casi igual al de las prendas con solo el primer descuento, antes de introducir mi tarjeta de débito para pagar (ya no quería que me pasara lo mismo que con los zapatos) le dije que algo estaba mal porque yo había calculado una cantidad menor. La empleada me dijo que así lo había marcado la computadora y que ésta no se podía equivocar; le expliqué amablemente los cálculos que había hecho en mi memoria y me dijo que no podía hacer nada, que si quería le podía hablar a la gerente. WTF!!! pero si solo eran multiplicaciones y restas tan simples que un niño de quinto grado podría hacer, por qué no me entendía?. Llegó la gerente y la empleada le explicó que 'la señora no está conforme con el precio marcado' WTF??? no era que yo no estuviera conforme, es que simplemente estaba equivocado!!!. No dije nada, me quedé callada mientras la gerente revisaba los números en la pantalla, luego le dijo a su empleada que le había faltado agregar el 30% extra de los artículos previamente rebajados y que eso lo tenía que hacer manualmente porque la máquina no estaba programada para ello. Yo misma escuché todo, no se necesita ser muy inteligente para darse cuenta que la que había fallado era la cajera, pero ella muy digna me ofreció una disculpa argumentando que era un error de la máquina... otra vez WTF!!!!.

Nunca como en esos momentos me sentí tan orgullosa de los mexicanos, somos personas mentalmente ágiles tanto para los cáculos matemáticos como para la resolución de problemas y la toma de decisiones sin necesidad de tener un diploma ni tomar un curso para vender calzones o chicles, como sucede aquí. En México hasta los niños que venden semillitas y chicles en los cruceros calculan, en lo que dura la luz del semáforo, lo que se les tiene que pagar cuando les compras varios paquetes. Que no?. Pero bueno, hace rato me decía una amiga (y con mucha razón, nomás hay que ver su economía perfecta y el lugar que ocupan en el mundo como líderes internacionales) que éste país funciona porque llevan cincuenta años trabajando para ello, aunque en el intento le revienten las tripas a los extranjeros reaccionarios y transgresores como yo. En fin, que la vida será de todo por éstos lares, pero aburrida... nunca!.

Saluditos!

3 comentarios:

Nancy dijo...

Keru que mala onda que las chavas no acepten cuando estan equivocadas y que su solución haya sido el insultarte, de verdad que les falta mucho en la cuestión de atención al cliente por allá, lo bueno que al final te quedaste con las sandalias, si no nada mas el coraje te hubiera quedado...

Un abrazote Keru y no te dejes!!

Nancy

Anónimo dijo...

¡Hola Kerubina! Vaya experiencias que te tocan vivir! Bien dice el dicho "en todos lados se cuecen habas" Y yo soy muuuuy lenta para hacer cuentas :lol: hasta pronto y que bueno que te compraste tus sandalias, disfrutalas, tu tenías la razón. :D Luna Llena

kerubin@ dijo...

@ Nancy: Creo que puede ocurrir en cualquier parte, o nos puede pasar a todos, pero lo cierto es que aquí la gente tiene poca habilidad de improvisación.

@ Luna Llena: Híjole, se me hace que solo cuento las malas, voy a tratar de ser más positiva porque tampoco es un martirio vivir acá eh!. Saluditos!