abril 07, 2009

Ruidosa tranquilidad

Por razones de su trabajo, el maridis ha estado ausente durante los últimos diez días. Y no me refiero a ausencia física, sino a una combinación entre nerviosismo, stress y trabajo en la computadora que le absorven tiempo del que normalmente pasa con nosotros en casa después el horario oficial del trabajo. Así que a mis suegros se les ocurrió la idea de llevarse a los peques a su casa, desde el domingo hasta hoy por la tarde/noche que pasaré a recogerlos. Mis hijos más que encantados aceptaron la oferta puesto que sus vacaciones comenzaron el sábado pasado y sus abuelos se las gastan bien y bonito para entretenerlos con sinfin de juegos y paseos que preparan para ellos con anticipación.

Mi maridis feliz de tener calma y silencio para hacer lo suyo, y mis hijos contentísimos de hacer cosas diferentes a la rutina escolar que tanto los agobia. Contrario a lo que se pueda pensar, estos tres días que he pasado prácticamente sola, me ha dado un bajón de nostalgia sin mis querubines. Parece mentira que hace unas pocas semanas hablaba del day off que tanta enjundia me había provocado en medio de semanas de trabajo y ajetreo infantil, y hoy me siento como perro sin dueño con éste exceso de quietud sin la adrenalina que mis hijos me hacen producir a cántaros. Los extraño mucho.



Ayer limpié la casa sin el menor contratiempo, de corridito, no tardé más que hora y media. Por la tarde me fuí al centro comercial a ver zapatos y más zapatos, ropa y perfumes... pero el gusto no me duró mucho, luego de un rato regresé aburrida a casa. Me encontré de nuevo con el silencio sepulcral de la ausencia de mis razones de vivir, eso si, todo muy limpio pero... para qué?. Preferiría mil veces ver juguetes regados por todas partes, los interminables corajes de las migajitas de pan por toda la cocina y y las demandas de uno y de otro cada cinco minutos. Ya sé, solo ha sido tres días, pero nunca los había extrañado tanto.

Hoy fuí al gym, se me olvidó la soledad por completo porque al rato voy a ir por ellos y ya sé lo que vamos a hacer después. Los voy a llevar a IKEA a que se desintoxiquen de tanta comida saludable de mi suegra y les voy a comprar unos buenos Hot Dogs, hasta nieve de vainilla si quieren. Y no me va a importar que me llenen la ropa y el carro de caramelo pegajoso, ni que vayan gritando todo el santo camino. Por fin voy a tener todo el ruido del mundo otra vez, los voy a tener de nuevo conmigo y, paradogicamente, voy a estar tranquila de nuevo.

Nunca como éstos días, me había sentido tan madre.

Au revoir!

3 comentarios:

yo dijo...

Keru, lo que pasa que eres una madre a toda madre!!! jejeje...entiendo lo que cuentas porque a mí me pasa igual. Claro, con la diferencia que a mí, mis suegros nunca me los piden a los 3..pero bueno, al que no está lo extraño mucho.
Lo ideal sería que en los momentos en que estamos con los pelos de punta. como por arte de magia los suegros se los llevaran, pero solo x ratos ;)
Besos y siempre me paso x aqui.

NN dijo...

Por alli dicen, hay que tener cuidado con lo que se desea, sera cierto?

Saludos Keru me encanta tu blog.

kerubin@ dijo...

@ Ivi: Me sacaste los colores de la cara. Gracias por tremendo elogio. Y tienes razón, que se los lleven solo por ratos, me dijeron que en verano se van al Wallis y se los quieren llevar un mes!. No estaría yo loca como para dejar de verlos tanto tiempo, no?

@ NN: cierto, a veces pido al cielo que les baje la adrenalina un poco, pero ahora sé que no volveré a pedirlo.