Dias de ... descanso?

También en Quesolandia hay puente, afortunadaamente se juntaron dos festejos seguidos: el del primero de mayo que también se celebra por éstos rumbos y el día de Pentecostés (Pfingsten, en alemán), que dicho sea de paso los chocolateros son muy aficionados a tomarse libres las fiestas religiosas que incluyen todos los domingos del año en donde no se puede hacer ningún tipo de trabajo doméstico en público y que cause "molestias" a los vecinos, so pena de una suculenta bronca por parte de algun quisquilloso ó hasta de un reporte a la municipalidad que en algunas poblaciones pueden hasta multar al "irreverente". Lo curioso es que a pesar de ser tan celosos de las fiestas religiosas, las iglesias siempre están vacías, es más en mi pueblo solo hay misa dos veces al mes y eso porque la celebra un diácono ... los sacerdotes brillan por su ausencia. Bueno, ya me desvié de lo que quería contar, el caso es que son cuatro días maravillosos para disfrutar (¿?) en los que uno bien puede levantarse tarde, flojear un mucho y olvidarse de horarios. En nuestro caso, no pasó nada de ésto.

Desde el miércoles mi maridis y yo habíamos medio-planeado para el jueves ir al gimnasio juntos y por la tarde llevar a los peques a un parque a que practicaran con las patinetas y los patines; para el viernes nos habíamos comprometido a limpiar un poco los exteriores de la casa porque ya andábamos un poco atrasados y los fríos ya no eran pretexto para no hacerlo. El jueves, todo bonito, pero hoy ... "Jesús del huerto!!!" que "inche" trabajal nos aventamos en unas pocas horas. En el fondo del jardín, donde termina el terreno de la casa, empieza una pequeña zona boscosa llena de inmesos árboles a lo largo de la franja limítrofe que en verano nos dedican una hermosa sombra y unos vientos fresquísimos en las tardes calurosas (acá el calorón es de 28° o menos). Pero en invierno, que es muuuy largo, las méndigas hojas secas hacen un reverendo mugrero por todas partes, no solo se esparcen por toda la casa y sus alrededores sino que entran en lo más recóndito de la construcción dejándonos un trabajo titánico a la hora de limpiar.

Reconozco que somos una pareja de flojonazos que tal vez si limpiáramos sistemáticamente como todo buen suizo que se precie de serlo, se nos haría menos difícil el trabajo. Pero queremos hacer en un día lo que no hicimos en todo el invierno y parte de la primavera, lo que da como resultado dos piltrafas humanas, sudadas, accidentadas, adoloridas y con el ánimo por los suelos. La semana pasada mi maridis andaba agüitadón y muy pensativo, cuando le pregunté me dijo que le daba mucha pena ver la casa en ese estado, como abandonada, que la habíamos dejado caer feo y que le daba coraje ser tan flojo. Por eso hoy que lo vi levantarse tan temprano y con toda la injundia del mundo, le dije que yo no iba a ir a hacer la compra y que lo haríamos entre los dos (babosa que soy! por andar de Martha la piadosa!). El se dedicó al pasto, lo cortó y le puso fertilizante; yo empecé por el odioso tragaluz de la entrada que más bien parece depósito mundial de hojas secas y ya entrada en gastos le seguí con las escaleras de la cochera y la casita de madera de las herramientas que está en el fondo del jardín. Dicho así parecería algo fácil, pero no se cómo explicárselo a mi espalda que me lo recuerda cada segundo a pesar de las dos cápsulas de diclofenaco que me tomé y el baño con agua tibia, nada surtió efecto.

Lo mejor de todo fué cuando, una vez terminado el trabajo y las herramientas ya guardadas en su lugar, llegó mi marido con dos copas y una botella de caipirinha bien occisa que hizo que reviviéramos un poco. Así, llenos de tierra hasta la mousser y casi muertos, festejamos cinco horas de trabajo ininterrumpido (me acordé de las carnes asadas que les hacían en la empresa a los trabajadores cuando terminaban una obra de construcción) con la casita lista para recibir el verano y con él, las fiestas de cumpleaños de mis peques a finales de éste mes.

Querías casa, no?

Aufwiedersehen!