abril 29, 2008

Si me olvidas, te prometo que te olvido (cuento)


La primera luz de aquel sábado asomó ante los ojos llorosos e inflamados de Ely, que no habían podido cerrarse durante toda la noche para descansar. A pesar de estar acostumbrada a sus largos y tediosos fines de semana, ella sabía bien que aquel era el principio de un incierto tiempo en soledad. El día anterior había estado por última vez con David, el hombre del que durante tres años había estado enamorada y al que tuvo que amar a escondidas por ser casado.

Todo comenzó aquella noche al salir de un bar en la que unas copas de más los hicieron despedirse con un largo y tímido beso en la boca. Habían estado compartiendo tragos con algunos amigos en común, el cumpleaños de uno de ellos; se conocían desde hacía mucho tiempo y ambos conocían sus respectivos estados civiles. Ely llevaba algunos meses sin pareja después de terminar con el que había sido su novio por cinco años, David era casado desde hacía un largo tiempo y había formado una familia hermosa junto a su esposa e hijos. Pero esa noche algo los acercó más de lo normal, durante las últimas veces que coincidieron en las reuniones de amigos a las que David asistía casi siempre solo, había cruzado algunas miradas "extrañas" y los contactos físicos "involuntarios" se habían vuelto más frecuentes electrizando la piel de ambos sin poder explicarse el por qué.

Así, lo que en un principio fué una pasión desbordante basada solo en contactos sexuales, los dos fueron cayendo en un enamoramiento inevitable. Ninguno de los dos cuestionaba al otro el rumbo de aquella relación, la amistad que los había unido al comienzo fué haciéndose cada vez más profunda volviéndose indispensable el uno para el otro. Festejaban en secreto sus cumpleaños con regalos y sorpresas como adolescentes, sus encuentros siempre estaban llenos de detalles como tarjetas de cariño y amor, a parte del buen sexo que tenían. También compartían sus problemas laborales y familiares, aún cuando a Ely le dolía en el alma escuchar hablar a David de su mujer, de sus hijos y de lo bien que se pasaban el tiempo en familia. Pero la consolaba la idea de saber que su mujer no se ocupaba mucho de él, al menos eso escuchó decir algunas veces a sus amigos, David necesitaba a una compañera sexual y su mujer lo había dejado de ser hacía mucho tiempo, aún así le fué fiel hasta que Ely llegó a su vida.

Ely era una mujer preparada e inteligente, siempre estuvo consciente del papel que jugaba en la vida de David y nunca pasó por su mente la idea de deshacer aquel matrimonio ni de convertirse algún día en su esposa. Durante los primeros años juntos aquello no tenía importancia para ella, cuando ésto venía a su cabeza inmediatemente lo ignoraba y pensaba en otras cosas, se sentía amada y eso le bastaba. Pero en los últimos meses una cierta incomodidad se había apoderado de ella, sabía que eso estaba mal, que existía la posibilidad involuntaria de que aquello se ventilara y le atormentaba la idea de dañar a personas inocentes. También pensaba en ella, no quería terminar sus días siento la amante de ese hombre, se consideraba una mujer buena y merecedora de algo mejor, pero su amor por David la hacía vivir debatiéndose entre el sentimiento de culpa y la pérdida cada vez mayor de su autoestima. Sin embargo, no tenía el valor de terminar esa relación, temía quedar sola para siempre si lo hacía.

No tuvo que esperar mucho para cambiar de rumbo su vida, aquel viernes por la tarde (como todas las semanas) David pasó por ella y se dirigieron al motel de siempre. Durante el trayecto él trataba de bromear y hacerla reír, pero Ely notó algo raro, en la habitación David simplemente no pudo hacer nada pero aquello no la sorprendió. Con mucha tranquilidad ella le preguntó si tenía algo que decirle y eso bastó para que él estallara en llanto, le explicó que la quería mucho pero que no vivía tranquilo pensando en lo mal que se estaba portando con su esposa y en el daño indirecto que le hacía a sus hijos. Continuó diciendo que no era falta de amor, al contrario, que por eso mismo quería que ella tuviera un futuro digno con una persona que le diera lo que él no podía ofrecerle y que quería dar por terminada su relación a pesar de todo lo que sentía por ella.

Ely enmudeció, no había más qué decir, fué como si hubiera actuado un angel imaginario que la llevara a donde ella nunca se atrevió: terminar con un amor prohibido y liberarse de su propia culpa. A pesar de amarlo tanto. Lloraron juntos, se abrazaron y se despidieron como amigos con un beso en la mejilla ... como siempre debió ser. Los dos pasaron tiempos amargos en las reuniones siguientes, pero sirvió para fortalecer la decisión que de común acuerdo habían tomado con responsabilidad. Ahora son verdaderos amigos de nuevo, ninguno de los dos menciona aquel tiempo juntos, pero cada uno lo recuerda en silencio como una de las épocas felices de sus vidas.


3 comentarios:

Nancy dijo...

Que difícil situación la de Ely, pero que sabia desición tomaron ambos por el bien de la familia de David y de la Ely misma.

Creo que esa renuncia por parte de él, demostró el amor que sentía no sé si por su esposa o por Ely, pero de que fué lo mejor, creo que así fué, y como bien dices tal vez fué un designio divino el que el hiciera algo que tal vez ella no fuera capaz de realizar.

Lo admirable de David,es que dejó de ser egoísta para que ella ya libre de esa relación pudiera intentar una vida nueva con alguien que fuera exclusivamente para ella.

Lo mejor de todo esto, es que pudieron reanudar una amistad, y ser los mejores amigos hoy en día y tal vez recordar aquellos tiempos con una sonrisa y no con rencores.

Besos Keru :), muy buena historia.

Nancy

Alejandro dijo...

Buenas tardes, que buena lectura.
Pues no tengo blog, solo un fotolog www.fotolog.com\alex_donjuan
Saludos!

J.S. Zolliker dijo...

Excelente cuento! Ya los extrañaba!