julio 14, 2007

Hablando sin hablar

A veces, es escencial leer entre líneas para poder entender actitudes que ... a simple vista no se ven. De ahí el "siempre hay algo más..." del post anterior.

Dos hermanitos en puros harapos, uno de cinco años y el otro de diez, iban pidiendo un poco de comida por las casas de la calle que rodea la colina. Estaban hambrientos: "vayan a trabajar y no molesten", se oía detrás de la puerta; "aquí no hay nada, pordioseros!", decía otro. Las múltiples tentativas frustradas entristecían a los niños.

Por fin, una señora muy atenta les dijo: "Voy a ver si tengo algo para utedes, ¡Pobrecitos!" Y volvió con una lata de leche. ¡Que fiesta! Ambos se sentaron en la acera. El más pequeño le dijo al de diez años: "tú eres el mayor, toma primero" y lo miraba con sus dientes blancos, con la boca medio abierta, relamiéndose.

Yo contemplaba la escena entre sorprendido y consternado, ¡si vieran al mayor mirando de reojo al pequeñito!. Se llevaba la lata a la boca y, haciendo de cuenta que bebía, apretaba los labios fuertemente para que no le entrara ni una gota de leche. Después, extendiéndole la lata, decía al hermano: "Ahora es tu turno, sólo un poquito".

Y el hermanito, dando un trago exclamaba: "¡Está sabrosa!" "Ahora yo", decía el mayor. Y llevándose a la boca la latita, ya medio vacía, no bebía nada. "Ahora tú", "ahora yo", "ahora tú", "ahora yo"... Y, después de tres, cuatro, cinco o seis tragos, el menorcito, de cabello ondulado, barrigoncito, con la camisa afuera, se tomó toda la leche... él solito. Esos "ahora tú", "ahora yo" me llenaron los ojos de lágrimas.

Y entonces, sucedió algo que me pareció aún mas extraordinario. El mayor comenzó a cantar, a danzar, a jugar fútbol con la lata vacía de leche. Estaba radiante, con el estómago vacío, pero con el corazón rebosante de alegría. Brincaba con la naturalidad de quien no hace nada extraordinario, o aún mejor, con la naturalidad de quien está habituado a hacer cosas extraordinarias sin darles la mayor importancia.

De aquél muchacho podemos aprender una gran lección: quien dá, es más feliz que quien recibe. Es así como debemos amar. Sacrificándonos con tanta naturalidad, con tal elegancia, con tal discreción, que los demás ni siquiera puedan agradecernos el servicio que les prestamos. ¿Como podrías hoy encontrar un poco de ésta "felicidad, sino haciendo que la vida de alguien sea mejor? ¡Pues adelante, levántate y haz lo que sea necesario!

Cerca de nosotros puede haber un amigo que “tiene hambre” que desea “tomar” un poco de esa “leche” de la vida verdadera, es decir, un poco de nuestra vida, de nuestro tiempo, necesita de nuestro hombro, de nuestra compañía, de nuestro consuelo y, quizá aún más, necesite de nuestra distancia, de nuestra ausencia, de nuestra paz. (Extraído de Power Point)

Feliz fin de semana.

3 comentarios:

Alexander Strauffon dijo...

Siéndote sincero, nunca he sido afecto de ese tipo de historias con moraleja. En sí, por ser variable la percepción que cada ser humano tiene de cada hecho.

De todos modos, quise comentar para saludarte. Tuve oportunidad hace ya varios días de ver las fotografías que toman, me agradaron. Hasta pronto.

kerubin@ dijo...

Pues muchas gracias Herr Strauffon, por su saludo. Sobre las historias pues que decirte, no todos tenemos la capacidad para expresarnos del todo con nuestras propias palabras y recurrimos a las que ya están hechas y que nos vienen a la medida. Como siempre, un placer verte por acá.

Saludos!

Nancy dijo...

A mi por el contrario que a Alex Strauffon, me gustan y me inspiran esas historias Keru, yo creo firmemente en la bondad humana, aunque cada día me doy cuenta que la maldad y el odio crecen mas rápido que lo anterior, es sumanente enternecedor y estas historias a mi me alimentan y me hacen tener esperanza.

Un Saludo Keru

Nancy