Atesorando momentos

Si, anteayer estaba casi al borde de la quemazón (Burn out) por tantas idas y venidas con mis querubines, aunadas a mis obligaciones normales. Tal vez soy "mariquita sin calzones" y no aguanto mucha presión, ó simplemente soy una amargosa que se queja de todo pero ya lo dijo Santa Chimoltrufia: "como digo una cosa, digo otra".

Gracias a no sé qué mágica posión, el compromiso que tenía previsto para ayer se canceló y ésto me dejó una vez más en mi libertad de acción acostumbrada. Les cuento: desde hace dos años, cuando mi princesita apenas si podía articular algunas palabras completas y dar unos pasos sin caerse, soñaba con ser "ballerina". Se parba en las puntas de sus piececillos con las manos sobre su cabecita y antes de dar lo que parcía un giro, caía redondita al piso; se atacaba de risa pero lo intentaba una y otra vez diciendo "balelina, balelina yo".

En aquel entonces, busqué alguna escuela de ballet, pero no encontré ninguna en la que aceptaran niñas de tan corta edad. El año pasado cuando cumplió los tres, llamé a una que tiene cierto prestigio en entrenar a pequeñitas como la mía, pero como la ingrata todavía usaba pañal no la aceptaron; la mestra me dijo que tendría que esperar un año más o en su defecto a que dejara el bendito pañal, ó lo que ocurriera primero.

A partir de éste año, Christof empezó clases de Kung Fu dos días a la semana y desde hace quince días también se unió a un equipo de futbol otros dos día semanales. Como la hermana no es tonta, venía insistiéndome sobre hacer ella también una actividad extra, y por supuesto que se le ocurrió el Ballet. Unos días antes, sin que ella se diera cuenta mientras estaba en el kinder, yo misma le compré toda la parafernalia necesaria para tal fin: tutú, mallas, zapatillas, etc. Lo hice a escondidas para no ilusionarla con mucha anticipación, luego no me la aguantaría con la preguntadera hasta que llegara el día D.

No fué sino hasta ayer, que mi amiga canceló nuestra reunión de hijos (ambas tenemos dos hijos de las mismas edades) y como el jueves es el único día que el hermano no tiene ni Kung Fu ni futbol, me apresuré a llevarla al Mignon Dance Studio para que probara suerte con la esperanza de que fuera aceptada. Este fué el resultado:

El video no es de muy buena calidad porque lo hice con la cámara del celular, pero lleva dentro algo que no se vé: todas mis lágrimas, mi orgullo, mi amor y mi sorpresa de ver cómo mi hija hacía realidad el primer sueño de su cortísima vida. Su carita siempre sonriente se quedó bordada en mi alma, su saltitos de felicidad al salir del estudio repitiéndome una y mil veces "me gustó mami, me gustó mucho" jamás los borraré de mi memoria y de mi corazón. Estos 60 minutos, esfumaron por completo todo un mes de presión psicológica, trabajo y neurosis; y me regalaron uno de los tesoros mas valiosos de mi vida: la felicidad y satisfacción de mi hija.

Sean felices ustedes también!

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