El asalto por todos conocidos a la sucursal de TELMEX en Av. Constitución hace unos días, me trajo a la memoria uno de los peores recuerdos de mi vida. Me explico: me encontraba en la sucursal MITRAS de ésta telefónica para hacer la contratación de una nueva línea, terminado mi trámite con una funcionaria empecé a hacer fila para pagar un recibo. Las personas que esperábamos turno, estábamos de frente a las tres cajas que recibían los pagos y de espaldas a la puerta de entrada. Delante mío había por lo menos unas 12 personas, había mucho ruido entre murmullos de un montón de gente hablando al mismo tiempo y el volúmen alto del televisor que en ese entonces era la novedad para que los clientes se distrajeran durante la espera. Yo por mi parte, pensando en "las muelas de la cucaracha" me encontraba en la dimensión desconocida.
De pronto, muy distraídamente alcancé a escuchar algo parecido a unos gritos, pero el barullo de la gente no me dejaba escuchar con claridad y de reojo sentí como alguien se paraba a mi lado derecho pero no volteé a ver quién era. Cuando giré mi cabeza lo primero que vi fué una enorme pistola empuñada por un hombre hacia el frente donde se encontraban las cajeras. En ese momento gritó histérico "que se callen cabrones, que esto es un asalto!!!". Instintivamente me di media vuelta viendo hacia la puerta de atrás, la de la entrada en la que había otro asaltante con otra pistola mas pequeña pero igualmente apuntando hacia el frente. Como por arte de magia todo fué silencio total y el primer hombre comenzó a dar indicaciones. A las personas que estaban con los funcionarios les ordenó que se fueran para la parte de atrás, al vigilante de seguridad le indicó tirarse al suelo y a los que estábamos en la fila, no movernos. Paralizado del miedo, el vigilante no obedeció la orden y el ladrón de la parte trasera corrió hacia él golpeándolo en la nuca con la cacha de la pistola hasta hacerlo caer, ya en el suelo le dió de patadas por todo el cuerpo haciéndolo sangrar de la cara en abunancia. El ladrón del frente, un tipo más viejo y con un chaleco antibalas como los de la policía, caminó rápidamente hacia las cajeras y de un salto brinco el mostrador apuntando a la primera de ellas al tiempo que sacaba de entre su ropa una bolsa negra de basura. Le indicó que pusiera en ella todo el dinero que tenía y así lo hizo también con las otras dos empleadas.
A estas alturas mis piernas temblaban sin control, al ver la sangre del vigilante en el suelo y retorciéndose del dolor me dieron ganas de vomitar. Trataba de contener la respiración y mis manos no paraban de temblar. Una señora comenzó a llorar de forma histérica a lo que uno de los asaltantes respondió apuntándola con su pistola amenazando con disparale si no se callaba. Todo sucedió en unos cuantos minutos, calculo que no fueron más de cinco, pero se hicieron eternos. Cuando todo el dinero estaba ya dentro de la bolsa, el asaltante lo guardó con mucha dificultad dentro del chaleco y salió muy rápido diciendo que nadie volteara hacia atrás o le dispararía.
Todos permanecimos en silencio aún cuando los dos hombres ya habían salido, la primera en caminar hacia la puerta fué la misma señora del llanto descontrolado. La gente empezó a moverse y lo primero que hice fué buscar una silla para sentarme a llorar todo el miedo y nervios contenidos. No era la única, ahora lo único que oía eran llantos y gritos de "llamen a la policía". Debajo de uno de los escritorios vi salir gateando al dueño del edificio donde estaba mi oficina, tenía la cara totalmente pálida y llena de sudor. Su secretario lo ayudó a salir de su escondite y al verme me preguntaron si quería irme con ellos, sólo moví la cabeza diciéndoles que no. Después de unos minutos salí todavía con mucho miedo del local y no sé cómo pude manejar mi coche hasta la oficina. En las noticias, un poco más tarde, nos enteramos que los asaltantes habían huído en un taxi que las autoridades suponían era también cómplice.
Ahí terminó todo, no se supo mucho en los días posteriores, pero a mí me tomó mucho tiempo olvidar lo ocurrido. Durante muchas noches no pude dormir, me costaba trabajo hacer trámites en cualquier otra dependencia ante el temor de un nuevo susto, comencé a ver la vida de otra forma pensando en que uno nunca sabe lo que nos espera al salir de casa. La frase de "vive el momento y no esperes a mañana, porque puede ocurrir que mañana la oportunidad ya no exista" y que dá título a éste post, cobró un significado relevante para mí a partir de éste momento.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces, ahora la delincuencia en Monterrey no amenaza, se va con todo y contra todos. Los criminales se balacean en lugares inimaginables poniendo en peligro la vida de gente de inocente que ni siquiera esta vinculada a sus negocios turbios. A veces no estamos a salvo ni siquiera en nuestro propio entorno, una bala perdida, unos vecinos "raros", "levantones", son el común denominador de la vida diaria. Qué más nos espera? Hasta cuándo? Preguntas para el infinito.
Que tengan un cálido juevebes!!!
De pronto, muy distraídamente alcancé a escuchar algo parecido a unos gritos, pero el barullo de la gente no me dejaba escuchar con claridad y de reojo sentí como alguien se paraba a mi lado derecho pero no volteé a ver quién era. Cuando giré mi cabeza lo primero que vi fué una enorme pistola empuñada por un hombre hacia el frente donde se encontraban las cajeras. En ese momento gritó histérico "que se callen cabrones, que esto es un asalto!!!". Instintivamente me di media vuelta viendo hacia la puerta de atrás, la de la entrada en la que había otro asaltante con otra pistola mas pequeña pero igualmente apuntando hacia el frente. Como por arte de magia todo fué silencio total y el primer hombre comenzó a dar indicaciones. A las personas que estaban con los funcionarios les ordenó que se fueran para la parte de atrás, al vigilante de seguridad le indicó tirarse al suelo y a los que estábamos en la fila, no movernos. Paralizado del miedo, el vigilante no obedeció la orden y el ladrón de la parte trasera corrió hacia él golpeándolo en la nuca con la cacha de la pistola hasta hacerlo caer, ya en el suelo le dió de patadas por todo el cuerpo haciéndolo sangrar de la cara en abunancia. El ladrón del frente, un tipo más viejo y con un chaleco antibalas como los de la policía, caminó rápidamente hacia las cajeras y de un salto brinco el mostrador apuntando a la primera de ellas al tiempo que sacaba de entre su ropa una bolsa negra de basura. Le indicó que pusiera en ella todo el dinero que tenía y así lo hizo también con las otras dos empleadas.
A estas alturas mis piernas temblaban sin control, al ver la sangre del vigilante en el suelo y retorciéndose del dolor me dieron ganas de vomitar. Trataba de contener la respiración y mis manos no paraban de temblar. Una señora comenzó a llorar de forma histérica a lo que uno de los asaltantes respondió apuntándola con su pistola amenazando con disparale si no se callaba. Todo sucedió en unos cuantos minutos, calculo que no fueron más de cinco, pero se hicieron eternos. Cuando todo el dinero estaba ya dentro de la bolsa, el asaltante lo guardó con mucha dificultad dentro del chaleco y salió muy rápido diciendo que nadie volteara hacia atrás o le dispararía.
Todos permanecimos en silencio aún cuando los dos hombres ya habían salido, la primera en caminar hacia la puerta fué la misma señora del llanto descontrolado. La gente empezó a moverse y lo primero que hice fué buscar una silla para sentarme a llorar todo el miedo y nervios contenidos. No era la única, ahora lo único que oía eran llantos y gritos de "llamen a la policía". Debajo de uno de los escritorios vi salir gateando al dueño del edificio donde estaba mi oficina, tenía la cara totalmente pálida y llena de sudor. Su secretario lo ayudó a salir de su escondite y al verme me preguntaron si quería irme con ellos, sólo moví la cabeza diciéndoles que no. Después de unos minutos salí todavía con mucho miedo del local y no sé cómo pude manejar mi coche hasta la oficina. En las noticias, un poco más tarde, nos enteramos que los asaltantes habían huído en un taxi que las autoridades suponían era también cómplice.
Ahí terminó todo, no se supo mucho en los días posteriores, pero a mí me tomó mucho tiempo olvidar lo ocurrido. Durante muchas noches no pude dormir, me costaba trabajo hacer trámites en cualquier otra dependencia ante el temor de un nuevo susto, comencé a ver la vida de otra forma pensando en que uno nunca sabe lo que nos espera al salir de casa. La frase de "vive el momento y no esperes a mañana, porque puede ocurrir que mañana la oportunidad ya no exista" y que dá título a éste post, cobró un significado relevante para mí a partir de éste momento.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces, ahora la delincuencia en Monterrey no amenaza, se va con todo y contra todos. Los criminales se balacean en lugares inimaginables poniendo en peligro la vida de gente de inocente que ni siquiera esta vinculada a sus negocios turbios. A veces no estamos a salvo ni siquiera en nuestro propio entorno, una bala perdida, unos vecinos "raros", "levantones", son el común denominador de la vida diaria. Qué más nos espera? Hasta cuándo? Preguntas para el infinito.
Que tengan un cálido juevebes!!!
3 comentarios:
Hola Kerubina.
Ojala que nadie en el país tuviera que pasar por esas cosas, pero la realidad es otra.
Muchos saludos.
Así es Luis, desgraciadamente, cada sexenio nacen esperanzas nuevas en México y éste no es la excepción. Sólo nos queda esperar para ver si por fin alguien pone mano a ésta lacra social.
Gracias por tu comentario y bienvenido al Blog!
Sin embargo, habría que mencionar..que ésto sucede...en tooodos lados, incluyendo a México.
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