noviembre 06, 2006

Crónica de un miedo anunciado I

Aquí me tienen, en vivo y en directo desde mi cuarto de hospital. Todavía igual que ayer, la hora cuchi-cuchi será hasta mañana. Desde que llegué no he hecho otra cosa que exámenes clínicos, entrevista con el anestesista, más exámenes, entrevista con el cirujano, más exámenes, plática con las enfermeras y para no variar: más exámenes. Son exactamente las ocho y media de la noche y acabo de terminar de hablar con enfermera que después del ultimo análisis me dió toda una colección de tabletas y medicamentos que debo ingerir antes de dormirme. No sé como me vayan a caer después del minúsculo tazón (los trastecitos con los juega mi hija son más grandes) de crema de verduras que me dieron por cena a las 5:30 de la tarde, con un café negro!!! Dios me agarre confesada.

El hospital es lindo, estuve aquí hace seis años la primera vez y hace tres la segunda: cuando nacieron los querubines. Pero desde entonces a la fecha ha cambiado mucho, ahora es todo nuevo y muy moderno. Me explico: cuando nació mi primer hijo y llegué aquí, me pareció la casa de Los Locos Adams, sííí la fachada del edificio era igualita que la de ésta serie de televisión. Por dentro no estaba tan mal, todo perfectamente acondicionado para un mini-hospital y la atención, simplemente excelente. Tres años después cuando nació la pequeña, la clínica seguía igual, las paredes un poco mas oscuras y los muebles acabándose de viejos. Hoy ni quien se acuerde de eso, cambiaron toda la decoración, el mobiliario y la atención sigue siendo excepcional. Sentí un poco de nostalgia al acordarme de aquellas ocasiones en que salí de aquí con sendos bebés en brazos.

Hablando de bebés, mis “traviesotes” se quedaron con sus abuelos en mi casa (que es su casa, ya lo dijo Manolito en el Gran Chaparral) y casi me corren a empujones porque se les hacía tarde para empezar a divertirse con ellos. Y es que mis suegros cargan con una caja llena de juegos de mesa y juguetes viejos que guardaron por muchos años, casi todos son de madera ó de cartón gastados y despintados pero a los niños les encantan. Mi hija me hizo un dibujo para ponerlo en la mesita del cuarto y para que me acordara de ella, según me dijo. Y mi “jijo”, que me preguntaba cada cinco minutos a qué hora me iba, me advirtió que no vendría a visitarme “porque los hospitales me hacen triste” decía poniendo cara de borrego a medio morir. Por cierto, durante la comida también me dijo que no iría en la tarde a la escuela (lunes y martes va dos turnos) que le explicó a su maestra que sus abuelos estaban en casa y que lo disculpara, pero que no podría asistir en la tarde. Todos soltamos una carcajada y él muy enojado se nos quedó viendo con ojos de pistola, aún más cuando llegó la hora de irse.

Mis suegros llegaron temprano, justo a tiempo para que mi suegra cocinara porque no quería que me agarran las prisas con tanto preparativo. Yo encantada, tuve tiempo para hacer todo y hasta para ir a hacer ejercicio, debo confesar que éste par no tiene comparación: siempre dispuestos a ayudar a pesar de su edad y sus achaques. Y aunque hemos tenido nuestros malos momentos, como en toda familia, el cariño nunca falta. Mi marido, como siempre un ángel, me acompañó hasta que el hambre lo traicionó y se tuvo que ir, pero siempre al pendiente de mí. Hasta nos dimos tiempo para tomarnos unas fotos en los jardines de la clínica, todo mundo se nos quedaba viendo como bichos raros, ja ja ja.

Gracias a todas las personas que desde aquí, en los comentarios, ó los que se han tomado un tiempecito para escribirme un mail de ánimo ó los que vía MSN me convencieron de que todo va a salir bien. Un abrazo y un beso para todos y cada uno!

Nos veremos después que pase la hora cuchi-cuchi!!!


3 comentarios:

The_Saint_Mty dijo...

Animo, Animo..ya verás que todo saldrá bien...Saludos y mucha suerte!

Anónimo dijo...

Confía.....


aquí estamos esperando las buenas noticias de tu recuperación

kerubin@ dijo...

Gracias Saint y Lula! Muchas gracias!