Como una ola"
El dicho "La muerte es lo único que no tiene remedio", hoy toma un sentido muy especial. Ha muerto una de las grandes voces de la música popular española. Cómo es sabido por la mayoria, la valiente Rocío lucho por poco más de dos años contra el peor de los tipos de cáncer que se conocen hasta ahora: el que se desarrolla en el páncreas.
El periodismo en España, al igual que en la mayor parte del mundo, durante los últimos años se ha volcado en la nota amarilla como su principal fuente de ingresos. El calvario de la Jurado no ha sido la excepción. Este país ha sido desdichado testigo del bombardeo de imágenes, de lo que debería haber sido un trance íntimo y personal: el inevitable deterioro físico y fisiológico que produce tan terribe enfermedad. No sólo de la enferma en cuestión, sino de todos los seres queridos que la han acompañado hasta el último exhalo de su vida.
Dios perdone a todos aquellos que se han estado beneficiando con el dolor y la angustia de toda una familia (rota de impotencia por no poder retener en este mundo al pilar que los había sostenido hasta hoy), y no les permita encontrar una nueva víctima con la que llenar sus cuentas bancarias en base a la desgracia ajena.
Pero, debemos recordar, que, a lo largo y ancho del mundo, mueren 227,000 personas afectadas de este mal. Que, por decirlo de algún modo, y considerando que sus familias mueren un poco con ellos, al final las personas afectadas serían mas del doble. Personajes anónimos, a los que El Vaticano no manda sus bendiciones (pero que desde "arriba" indudablemente las tienen), a los que ningún mandatario de ningún país envía telegramas de condolencias, ni se les dedica ni un solo segundo de tiempo mediático. Personajes que sufren igual que esta famosa familia, y que a veces sufren también la impotencia de no contar con recursos para luchar con todos los medios posibles contra esta enfermedad, o en ocasiones ni siquiera con los medios para darle sepultura cuando se llega al fin.
Vaya desde aquí, mi humilde rincón en la blogósfera, mi homenaje a Rocío Jurado por la fé que la mantuvo desde su nacimiento, por su entereza con la enfrentó este revés de la vida, por su tesón con el luchó hasta el último minuto de su vida y por su inmenso esfuerzo por mantener a su familia unida hasta en el día de su muerte. Pero sobre todo, vaya también desde aquí mi homenaje a todos y cada uno de los personajes anónimos que luchan día a día porque este incurable mal no les rompa la esperanza de vida, para aquellos que con su cariño y fortaleza son el consuelo y apoyo incondicional para los enfermos; y para aquellos que se dedican a preservar (con vocación inquebrantable) la vida de estas personas, detrás de un uniforme blanco.
Qué Dios los llene de olas inmensas de bendiciones.
Hasta la próxima.
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