Todavía recuerdo el día en que el pediatra de Christof nos dijo que tal vez el niño presentaba una modalidad de autismo -Síndrome de Asperger- como respuesta al fracaso de tantos años de terapia para 'corregir' sus deficiencias en el área de la competencia social.
Luego de sentir que el mundo se me caía encima por algunos meses en los que hasta la estabilidad de mi matrimonio estuvo en juego, me sentí un poco más aliviada cuando el diagnóstico final fue el de Déficit Atencional. Me consoló un poco saber que éste trastorno lo padecen una gran cantidad de pequeños en edad escolar y el pensar que seguramente, por su alta incidencia, habría más de una forma de tratarse con éxito.
De cualquier forma, a ninguna pareja de padres nos es indiferente el hecho de que se nos diga que alguno de nuestros hijos padece algún trastorno o deficiencia, como tampoco nos tomará por sopresa porque -si estamos al pendiente de ellos- la intuición siempre nos da señales cuando algo anda mal.
Mi conocimiento de psicología infantil tampoco sirvió de mucho, la mayor parte de mi práctica profesional la había enfocado al área laboral y de eso ya habían pasado bastantes años. Por lo que el desarrollo de tratamientos modernos y la aparición de fármacos nuevos, estaba muy lejos de mis pensamientos.
Pero el instinto maternal -aunque mucha gente piense que no existe tal- me llevó a muchos intentos por ayudar a mi criatura, a ciegas, sin un diagnóstico oficial; casi casi con el puro corazón por delante.
Era un hecho que Christof presentaba poca concentración, dificultades en la motricidad fina y muy baja tolerancia a los cambios y a la frustración. Las terapias que desde los dos años de edad no lograban mejorar estos problemas, se modificaban en el transcurso por los mismos terapeutas un poco decepcionados por los pocos resultados. Yo mientras tanto, escuchaba consejos de otras madres y problemas de otros niños, intentándolo todo.
Fué así como se me ocurrió inscribirlo en clases de Kung-Fu, pensé siempre en un arte marcial por su mecánica de concentración y movimientos precisos. También lo animé para jugar futbol con la esperanza de que su cordinación de movimientos y su pertenencia a una actividad grupal, mejorara su autoestima y su desarrollo social.
El año pasado mis esfuerzos se intensificaron al 200 por ciento, a principios de año lo llevamos a la escuela de ski y en el verano a clases de natación. Sin obligarle, él mismo sentía esas oportunidades como una diversión y premio a su esfuerzo escolar, aprovechándolos al máximo.
Me valí de sus propios gustos para introducirlo en esas actividades que le hicieran avanzar en el desarrollo de las habilidades que otros niños tienen por naturaleza y que a él, por una razón hasta entonces desconocida, se le habían ido negado.
Aunado a toda esta parafernalia de deportes, me pasaba horas hablando con él, enseñándole cosas desde las más mínimas como el significado de un guiño, hasta las más variadas justificaciones del comportamiento burlón y agresivo de sus compañeros de escuela. Conceptos como el perdón, la comprensión y la indiferencia, tampoco escaparon a esas innumerables pláticas con mi angelito, quería tatuarle en su cabecita esas cosas que se aprenden con la experiencia y que él no podía ver.
Si, confieso que hubo períodos en los que el desánimo me hizo flaquear y abandonar mis propósitos, algunas veces las depresiones y el cansancio me hacían pensar que el futuro de mi hijo se presentaba muy oscuro y dificultoso. También llegué a desesperarme tanto, que dejé de prestarle la atención necesaria por concentrarme en un estado de ánimo negativo y egoísta. Pero al final, recordaba que mi bebé tenía algo muy importante de su parte, que no lo dejaría solo a su suerte: a mí, para luchar codo a codo con él.
Hoy por fin veo la luz al final del tunel por el que durante años atravesamos en la familia, según los cuadros clínicos de cualquiera de los diagnósticos que se le dieron a Chris -equivocados y correctos- el niño necesitaría muchos años de terapias para llegar al desarrollo de alguien de su edad. La torpeza motriz y la deficiencia social, le limitarían sus expectativas de éxito hasta pasada la pubertad, eso decían los expertos.
Christof es ahora el portero oficial de su equipo de futbol, en la competencia de ski de la semana pasada quedó en tercer lugar, en el Kung-Fu lleva tres niveles alcanzados y en natación logró en tres semanas pasar cinco niveles -cuando lo normal serían tres. Lejos del logro deportivo que de por si ya implica un éxito rotundo, la mayor importancia radica en la recuperación de su autoestima y el impulso que ésta le dá a saberse capaz de salir adelante en todo lo que se proponga.
En el aspecto social: ya tiene más amigos en la escuela, ignora las provocaciones de los otros, sus berrinches son cada vez menos y la compulsión por comer ha desaparecido (lo que significa un total control de la ansiedad e hiperactividad).
Hace unos meses le dije sobre su Déficit de Atención, al principio fué un shock y se puso a llorar. Me preguntaba si siempre viviría con eso o si algún día desaparecería. Le contesté con la verdad, le dije que viviría con eso el resto de su vida pero que solo signficaba que le costaría un esfuerzo extra conseguir lo mismo que el resto de los niños. Le mostré sus medallas, trofeos, diplomas y sus notas de la escuela, le pregunté si después de ver todo eso él pensaba que era tan terrible? El mismo se respondió que no, porque había logrado más que algunos de sus compañeros.
Estoy consciente que todavía le falta mucho camino por recorrer a mi querubín, pero me alienta el saber que vamos por el camino correcto y que él está consciente de ello.
No es mi intención colgarme la medalla de supermamá, que esoty muy lejos de serlo, sino que mi experiencia sirva de testimonio para otras madres que tal vez estén pasando por algo parecido; y de que para una madre, nada es imposible. Solo se necesita, como decía mi abuela: alma, vida y corazón.
Au revoir!
Luego de sentir que el mundo se me caía encima por algunos meses en los que hasta la estabilidad de mi matrimonio estuvo en juego, me sentí un poco más aliviada cuando el diagnóstico final fue el de Déficit Atencional. Me consoló un poco saber que éste trastorno lo padecen una gran cantidad de pequeños en edad escolar y el pensar que seguramente, por su alta incidencia, habría más de una forma de tratarse con éxito.
De cualquier forma, a ninguna pareja de padres nos es indiferente el hecho de que se nos diga que alguno de nuestros hijos padece algún trastorno o deficiencia, como tampoco nos tomará por sopresa porque -si estamos al pendiente de ellos- la intuición siempre nos da señales cuando algo anda mal.
Mi conocimiento de psicología infantil tampoco sirvió de mucho, la mayor parte de mi práctica profesional la había enfocado al área laboral y de eso ya habían pasado bastantes años. Por lo que el desarrollo de tratamientos modernos y la aparición de fármacos nuevos, estaba muy lejos de mis pensamientos.
Pero el instinto maternal -aunque mucha gente piense que no existe tal- me llevó a muchos intentos por ayudar a mi criatura, a ciegas, sin un diagnóstico oficial; casi casi con el puro corazón por delante.
Era un hecho que Christof presentaba poca concentración, dificultades en la motricidad fina y muy baja tolerancia a los cambios y a la frustración. Las terapias que desde los dos años de edad no lograban mejorar estos problemas, se modificaban en el transcurso por los mismos terapeutas un poco decepcionados por los pocos resultados. Yo mientras tanto, escuchaba consejos de otras madres y problemas de otros niños, intentándolo todo.
Fué así como se me ocurrió inscribirlo en clases de Kung-Fu, pensé siempre en un arte marcial por su mecánica de concentración y movimientos precisos. También lo animé para jugar futbol con la esperanza de que su cordinación de movimientos y su pertenencia a una actividad grupal, mejorara su autoestima y su desarrollo social.
El año pasado mis esfuerzos se intensificaron al 200 por ciento, a principios de año lo llevamos a la escuela de ski y en el verano a clases de natación. Sin obligarle, él mismo sentía esas oportunidades como una diversión y premio a su esfuerzo escolar, aprovechándolos al máximo.
Me valí de sus propios gustos para introducirlo en esas actividades que le hicieran avanzar en el desarrollo de las habilidades que otros niños tienen por naturaleza y que a él, por una razón hasta entonces desconocida, se le habían ido negado.
Aunado a toda esta parafernalia de deportes, me pasaba horas hablando con él, enseñándole cosas desde las más mínimas como el significado de un guiño, hasta las más variadas justificaciones del comportamiento burlón y agresivo de sus compañeros de escuela. Conceptos como el perdón, la comprensión y la indiferencia, tampoco escaparon a esas innumerables pláticas con mi angelito, quería tatuarle en su cabecita esas cosas que se aprenden con la experiencia y que él no podía ver.
Si, confieso que hubo períodos en los que el desánimo me hizo flaquear y abandonar mis propósitos, algunas veces las depresiones y el cansancio me hacían pensar que el futuro de mi hijo se presentaba muy oscuro y dificultoso. También llegué a desesperarme tanto, que dejé de prestarle la atención necesaria por concentrarme en un estado de ánimo negativo y egoísta. Pero al final, recordaba que mi bebé tenía algo muy importante de su parte, que no lo dejaría solo a su suerte: a mí, para luchar codo a codo con él.
Hoy por fin veo la luz al final del tunel por el que durante años atravesamos en la familia, según los cuadros clínicos de cualquiera de los diagnósticos que se le dieron a Chris -equivocados y correctos- el niño necesitaría muchos años de terapias para llegar al desarrollo de alguien de su edad. La torpeza motriz y la deficiencia social, le limitarían sus expectativas de éxito hasta pasada la pubertad, eso decían los expertos.
Christof es ahora el portero oficial de su equipo de futbol, en la competencia de ski de la semana pasada quedó en tercer lugar, en el Kung-Fu lleva tres niveles alcanzados y en natación logró en tres semanas pasar cinco niveles -cuando lo normal serían tres. Lejos del logro deportivo que de por si ya implica un éxito rotundo, la mayor importancia radica en la recuperación de su autoestima y el impulso que ésta le dá a saberse capaz de salir adelante en todo lo que se proponga.
En el aspecto social: ya tiene más amigos en la escuela, ignora las provocaciones de los otros, sus berrinches son cada vez menos y la compulsión por comer ha desaparecido (lo que significa un total control de la ansiedad e hiperactividad).
Hace unos meses le dije sobre su Déficit de Atención, al principio fué un shock y se puso a llorar. Me preguntaba si siempre viviría con eso o si algún día desaparecería. Le contesté con la verdad, le dije que viviría con eso el resto de su vida pero que solo signficaba que le costaría un esfuerzo extra conseguir lo mismo que el resto de los niños. Le mostré sus medallas, trofeos, diplomas y sus notas de la escuela, le pregunté si después de ver todo eso él pensaba que era tan terrible? El mismo se respondió que no, porque había logrado más que algunos de sus compañeros.
Estoy consciente que todavía le falta mucho camino por recorrer a mi querubín, pero me alienta el saber que vamos por el camino correcto y que él está consciente de ello.
No es mi intención colgarme la medalla de supermamá, que esoty muy lejos de serlo, sino que mi experiencia sirva de testimonio para otras madres que tal vez estén pasando por algo parecido; y de que para una madre, nada es imposible. Solo se necesita, como decía mi abuela: alma, vida y corazón.
Au revoir!
9 comentarios:
y tambien dile a Chris que en el blog tiene un nutrido club de fans!!!
we love Christof!!!
:)...se me olvido firmar Keru!
Bere
Excelentes noticias Keru! Aqui mediante tus post nos hemos enterado de las dificultades que se presentaron en su momento y me alegra mucho leer esto.
Se puede hacer una valoración, un diagnóstico pero nada es definitivo.
Felicidades!!!
Qué gusto leer tu post keru, y ver lo mucho que ha avanzado Christof!!! Es maravilloso lo que el amor de madre puede lograr! Felicidades al querubín por todos sus logros!!!!! Aún vienen más!!!!!
Por ahí leí que el campeón mundial de natación de las pasadas Olimpiadas, Michael Phelps, era un niño hiperactivo. Creo que con el encauzamiento adecuado podemos lograr que nuestros hijos (con un diagnóstico o no) salgan adelante y mucho más allá de lo que pensamos.
Nada es imposible.
Saludos y un abrazo Keru
Bebita
@ Bere 2: Gracias por tu solidaridad con mi criaturita, claro que le voy a decir!
@ Ruth: Si verdad, parece que fué ayer cuando comencé a contar de lo difícil que le ha sido el camino a mi bebé, pero ya el panorama se va aclarando. GRacias por estar al pendiente.
@ Tania: Como decía mi abuela "tu boca de ángel", gracias por tus buenos deseos. Saluditos!
@ Bebita: Fíjate que yo también leí eso del Felps, y cuando lo ví me dió mucha esperanza para mi hijo. De hecho uno de mis cantantes favoritos, Mika, también fué un niño incomprendido y víctima de bullying. Por eso sigo al pie del cañón. Gracias por pasar por aquí.
YO TENGO UNA NIÑA DE 5 AÑOS IGUAL. GRACIAS POR COMPARTIR SU EXPERIENCIA NOS DA UN MUY BUEN EJEMPLO.AQUI EN MONTERREY NO HAY NADA DE APOYO PARA ELLOS,PARA LOS QUE NO TENEMOS LAS POSIBILIDADES .
QUE BENDICION TAN HERMOSA
YO TENGO UNA NIÑA DE 5 AÑOS IGUAL. GRACIAS POR COMPARTIR SU EXPERIENCIA NOS DA UN MUY BUEN EJEMPLO.AQUI EN MONTERREY NO HAY NADA DE APOYO PARA ELLOS,PARA LOS QUE NO TENEMOS LAS POSIBILIDADES .
QUE BENDICION TAN HERMOSA
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