El viernes pasado fuí a la embajada mexicana en Berna a tramitar la renovación de mi pasaporte. De hecho éste venció desde septiembre del 2009 y no había tenido la menor intención renovarlo porque ya había hecho mi solicitud de la nacionalidad suiza desde julio del mismo año y pensé que no tendría caso tener los dos (o mejor dicho, pagar dos veces, ja!). Pero la sorpresa fué una carta del gobierno suizo confirmándome mi solicitud en trámite e informándome que dicho proceso podría llevarse uno año, un año!!!
Luego, unas amigas me invitaron a un viaje a Italia el próximo mes de febrero y tal vez mi familia y yo salgamos de vacaciones en el verano también, fuera de las fronteras suizas. Entonces, era más que obligatorio el mentado pasaporte mexicano.
El que tenía lo saqué recién llegada aquí en 1999, por lo que diez años borran cualquier recuerdo amargo de lo que siempre a ha sido la burocracia mexicana: en primer lugar, no hay forma de ser atendido en esa dependencia sin previa cita para lo que habrá que hacer una llamada telefónica y chutarse 10 minutos de grabaciones en las que se nos explican tooooodos los servicios consulares picando numeritos hasta que se encuentre el deseado (bueno, si se encuentra y si no se pierde usted con tanta opción numérica).
Luego por fin llegamos a la grabación destino, peeeeero, ahí no hay nadie que conteste, deberemos dejar nuestro nombre y número telefónico para que ellos se comuniquen con nosotros. Por supuesto que mientras ellos se comunican, pasa por lo menos una semana y la cita que nos dan, será para otras tres o cuatro semanas más. En esta misma llamada, la funcionara nos chuta de nuevo toooodos los requisitos que ya escuchamos con anterioridad en las grabaciones, nos regaña por no haber renovado al momento de expirar el pasaporte y nos deja muy claro que, si los documentos requeridos no son actuales/originales o presentan alguna diferencia en algún dato, ellos mismos pueden expedirlos bajo el módico costo de tres veces más su valor en México. Ufff! que lixtillos, no?
Pues bien, una vez en las nuevas oficinas berneses y luego de buscar como loca -y a pié- la entrada del edificio llegué a mi destino. Nomás salir del elevador me encontré con ésto:
Nada de recepción y nadie que saliera a decirle a uno hacia dónde o con quién dirigirse. Si uno camina deambulando por los pasillos, ni siquiera los empleados con los que se topa uno, son capaces de preguntarnos qué necesitamos o qué tiznados hacemos ahí. Tuve que asomar mi cabecita en tres oficinas, que estaban abiertas por cierto, y aún así la gente solo volteaba de reojo sin hacer la menor mueca de sopresa o ayuda.
Encontré por casualidad a una mujer a la que años atrás conocí en una fiesta de una de mis paisanas y de la que -gracias a Dios- recordé su nombre. La llamé y me presenté, aunque ella me había visto desde que me asomé a su oficina, dijo que también se acordaba de mí y me preguntó si iba con ella. Cómo diablos sabría yo con quién iba? Le comenté el motivo de mi visita e inmediatamente me mandó con otra persona.
Eran las diez de la mañana en punto, de ahí el tiempo corrió mas lento que nunca luego de mil y una calamidades con mi trámite. El documento oficial de identificación no me sirvió porque llevaba mis apellidos de casada, aún cuando en el teléfono me habían dicho que no importaba; entonces tendría que hacer un acta de identificación oficial ahí mismo, para lo que tendría pagar más perlas de la virgen. Entre que me checaban cada documento, uno a uno, la empledada iba y venia tardándose por lo menos de cinco a diez minutos entre cada entrada y salida de la sala de espera.
Comencé a desesperarme, pero inmediatamente recordé el mantra que me sacaría de mi incipiente neurosis: "Estoy en suelo mexicano, mmmhhhh, estoy en suelo mexicano, mmmhhh, estoy en suelo mexicano, mmmhhh..." Dejé mi flojera a un lado y le comenté a la empleada que tal vez mi credencial de elector estaría en el coche, además yo necesitaba aire fresco, así que puse pies en polvorosa y me lancé por ella.
Una vez con la vieja credencial en mano, la empleada dejó caer un suspiro de alivio, por lo menos un documento menos que elaborar. Pero, cuando cotejó mi firma de la credencial con la de la solicitud de renovación, volvió a fruncir el entrecejo: "no es la misma!" me dijo casi entre sollozos. "Claro, le dije, porque cuando me casé la cambié". "Entonces no nos sirve", me contestó muy decepcionada.
Tuve que hacer una carta, de puño y letra, donde certificaba que las firmas eran diferentes pero ambas mías. Además de improvisar la redacción, debería especificar cuándo y por qué decidí cambiarlas. Lo más difícil no fue tanto la redacción sino la escritura, porque con tantos años de fusión manos-teclado, mi caligrafía deja mucho qué desear. A la consul, al momento de autorizarla, no le gustó mucho la firma anterior (y cómo no!!! tenía más de diez años sin hacerla, vieja zonza!), así que tuve que escribir de nuevo la carta pero practicar antes la firma unas dosmilquientasveces hasta que me saliera rechula de bonita. Aaggghhh!
Las manecillas del reloj, inexplicablemente comenzaron a caminar más rápido, mis hijos saldrían en veinte minutos de la escuela y yo me encontraba a una hora de camino de mi casa. En esos momentos el mantra ya no servía de mucho y mis glándulas sudoríparas comenzaron a delatar dramáticamente mi nerviosismo y desesperación. La empleada me preguntó si tenía prisa, yo llevaba en ese lugar una hora con veinte minutos exactamente, en una cita para la que me había dado una hora específica y la descripción de los documentos exactos dizque para no perder tiempo... cómo se atrevía a preguntarme si tenía prisa la muy ingrata?
Le contesté que mis hijos llegarían de la escuela, que no habría quién los recibiera ni les diera sus sacrosantos alimentos y que estaba muy lejos de casa. Ella, muy solidaria, también comenzó a estresarse: "yo también soy mamá y sé lo que siente, pero en México se pusieron muy requisitosos con los trámites de los pasaportes" me dijo muy angustiada. La pobre comenzó a comportarse como Speedy González, corría de un lado a otro con mis papeles en mano y en menos de diez minutos ya estaba yo fuera de las oficinas. Si que surte efecto eso de la presión psicológica eh! aunque a mi me haya salido por casualidad. Me dirigí al elevador y al lado de las puertas de metal ví éste escudo que me hizo derretir el corazón:
Una vez en el coche, de regreso, me topé con un local de comida rápida y compré algo para mis criaturas. Ya más relajada, pero manejando en la autopista a 150 kms/hr, ahora tenía algo de tiempo repasé lo sucedido. Me di cuenta de que aquello no era nuevo para mí, que tal vez lo tenídra olvidado en un rincón del disco duro de mi memoria y hoy ahora hacía su aparición de nuevo. Poco a poco fué dibujándose una sonrisa en mi cara, saboreé aquella burocracia otrora tan familar, me sentí de nuevo en mi tierra, con los míos, en mi ambiente. En ese ambiente que, a pesar de los pesares, conozco también y no me asusta porque sé cómo reaccionar. Y si, lejos de enfadarme o quejarme, lo disfruté como quien come un manjar en medio del desierto. Mmmhhh... toda una delicia.
Ay Mexiquito, cómo te extraño! A pesar de tu burocracia, me haces falta... snif!
Luego, unas amigas me invitaron a un viaje a Italia el próximo mes de febrero y tal vez mi familia y yo salgamos de vacaciones en el verano también, fuera de las fronteras suizas. Entonces, era más que obligatorio el mentado pasaporte mexicano.
El que tenía lo saqué recién llegada aquí en 1999, por lo que diez años borran cualquier recuerdo amargo de lo que siempre a ha sido la burocracia mexicana: en primer lugar, no hay forma de ser atendido en esa dependencia sin previa cita para lo que habrá que hacer una llamada telefónica y chutarse 10 minutos de grabaciones en las que se nos explican tooooodos los servicios consulares picando numeritos hasta que se encuentre el deseado (bueno, si se encuentra y si no se pierde usted con tanta opción numérica).
Luego por fin llegamos a la grabación destino, peeeeero, ahí no hay nadie que conteste, deberemos dejar nuestro nombre y número telefónico para que ellos se comuniquen con nosotros. Por supuesto que mientras ellos se comunican, pasa por lo menos una semana y la cita que nos dan, será para otras tres o cuatro semanas más. En esta misma llamada, la funcionara nos chuta de nuevo toooodos los requisitos que ya escuchamos con anterioridad en las grabaciones, nos regaña por no haber renovado al momento de expirar el pasaporte y nos deja muy claro que, si los documentos requeridos no son actuales/originales o presentan alguna diferencia en algún dato, ellos mismos pueden expedirlos bajo el módico costo de tres veces más su valor en México. Ufff! que lixtillos, no?
Pues bien, una vez en las nuevas oficinas berneses y luego de buscar como loca -y a pié- la entrada del edificio llegué a mi destino. Nomás salir del elevador me encontré con ésto:
Nada de recepción y nadie que saliera a decirle a uno hacia dónde o con quién dirigirse. Si uno camina deambulando por los pasillos, ni siquiera los empleados con los que se topa uno, son capaces de preguntarnos qué necesitamos o qué tiznados hacemos ahí. Tuve que asomar mi cabecita en tres oficinas, que estaban abiertas por cierto, y aún así la gente solo volteaba de reojo sin hacer la menor mueca de sopresa o ayuda.
Encontré por casualidad a una mujer a la que años atrás conocí en una fiesta de una de mis paisanas y de la que -gracias a Dios- recordé su nombre. La llamé y me presenté, aunque ella me había visto desde que me asomé a su oficina, dijo que también se acordaba de mí y me preguntó si iba con ella. Cómo diablos sabría yo con quién iba? Le comenté el motivo de mi visita e inmediatamente me mandó con otra persona.
Eran las diez de la mañana en punto, de ahí el tiempo corrió mas lento que nunca luego de mil y una calamidades con mi trámite. El documento oficial de identificación no me sirvió porque llevaba mis apellidos de casada, aún cuando en el teléfono me habían dicho que no importaba; entonces tendría que hacer un acta de identificación oficial ahí mismo, para lo que tendría pagar más perlas de la virgen. Entre que me checaban cada documento, uno a uno, la empledada iba y venia tardándose por lo menos de cinco a diez minutos entre cada entrada y salida de la sala de espera.
Comencé a desesperarme, pero inmediatamente recordé el mantra que me sacaría de mi incipiente neurosis: "Estoy en suelo mexicano, mmmhhhh, estoy en suelo mexicano, mmmhhh, estoy en suelo mexicano, mmmhhh..." Dejé mi flojera a un lado y le comenté a la empleada que tal vez mi credencial de elector estaría en el coche, además yo necesitaba aire fresco, así que puse pies en polvorosa y me lancé por ella.
Una vez con la vieja credencial en mano, la empleada dejó caer un suspiro de alivio, por lo menos un documento menos que elaborar. Pero, cuando cotejó mi firma de la credencial con la de la solicitud de renovación, volvió a fruncir el entrecejo: "no es la misma!" me dijo casi entre sollozos. "Claro, le dije, porque cuando me casé la cambié". "Entonces no nos sirve", me contestó muy decepcionada.
Tuve que hacer una carta, de puño y letra, donde certificaba que las firmas eran diferentes pero ambas mías. Además de improvisar la redacción, debería especificar cuándo y por qué decidí cambiarlas. Lo más difícil no fue tanto la redacción sino la escritura, porque con tantos años de fusión manos-teclado, mi caligrafía deja mucho qué desear. A la consul, al momento de autorizarla, no le gustó mucho la firma anterior (y cómo no!!! tenía más de diez años sin hacerla, vieja zonza!), así que tuve que escribir de nuevo la carta pero practicar antes la firma unas dosmilquientasveces hasta que me saliera rechula de bonita. Aaggghhh!
Las manecillas del reloj, inexplicablemente comenzaron a caminar más rápido, mis hijos saldrían en veinte minutos de la escuela y yo me encontraba a una hora de camino de mi casa. En esos momentos el mantra ya no servía de mucho y mis glándulas sudoríparas comenzaron a delatar dramáticamente mi nerviosismo y desesperación. La empleada me preguntó si tenía prisa, yo llevaba en ese lugar una hora con veinte minutos exactamente, en una cita para la que me había dado una hora específica y la descripción de los documentos exactos dizque para no perder tiempo... cómo se atrevía a preguntarme si tenía prisa la muy ingrata?
Le contesté que mis hijos llegarían de la escuela, que no habría quién los recibiera ni les diera sus sacrosantos alimentos y que estaba muy lejos de casa. Ella, muy solidaria, también comenzó a estresarse: "yo también soy mamá y sé lo que siente, pero en México se pusieron muy requisitosos con los trámites de los pasaportes" me dijo muy angustiada. La pobre comenzó a comportarse como Speedy González, corría de un lado a otro con mis papeles en mano y en menos de diez minutos ya estaba yo fuera de las oficinas. Si que surte efecto eso de la presión psicológica eh! aunque a mi me haya salido por casualidad. Me dirigí al elevador y al lado de las puertas de metal ví éste escudo que me hizo derretir el corazón:
Una vez en el coche, de regreso, me topé con un local de comida rápida y compré algo para mis criaturas. Ya más relajada, pero manejando en la autopista a 150 kms/hr, ahora tenía algo de tiempo repasé lo sucedido. Me di cuenta de que aquello no era nuevo para mí, que tal vez lo tenídra olvidado en un rincón del disco duro de mi memoria y hoy ahora hacía su aparición de nuevo. Poco a poco fué dibujándose una sonrisa en mi cara, saboreé aquella burocracia otrora tan familar, me sentí de nuevo en mi tierra, con los míos, en mi ambiente. En ese ambiente que, a pesar de los pesares, conozco también y no me asusta porque sé cómo reaccionar. Y si, lejos de enfadarme o quejarme, lo disfruté como quien come un manjar en medio del desierto. Mmmhhh... toda una delicia.
Ay Mexiquito, cómo te extraño! A pesar de tu burocracia, me haces falta... snif!
7 comentarios:
No me imagino estar tanto tiempo de mi pais, pero entiendo como te sientes, se siente a traves de tus relatos.
Saludos ¡¡
Ay Keru!
Te jurito que me hiciste llorar, me recordaste cuando no vivia aqui y anhelaba la contaminacion y el trafico como loca...
Pero una no aprende, ya te contare...
Besitos muchos.
Blanca
Ay Keru!
Te jurito que me hiciste llorar, me recordaste cuando no vivia aqui y anhelaba la contaminacion y el trafico como loca...
Pero una no aprende, ya te contare...
Besitos muchos.
Blanca
Hola, vivo en Monterrey y me encontrè por casualidad con su blog cuando buscaba informacíòn sobre Mario Gamez (¿se acuerda, ese periodista que hizo tratos con los narcos?) ya que me dicen por allì que ya està conduciendo un nuevo espacio noticioso en la radio en una estaciòn nadamàs y nadamenos que de televisa.
Sobre su artìculo de hoy, bueno, cuando estàs en Mèxico esa hora y veinte minutos que usted hizo se multiplican por tres. Tristemente la dependencia mas lenta es el IMSS pero bueno, gracias a Dios por el Dr. Simi.
Saludos y por aquì andarè leyendo artìculos pasados.
Pd. ¿no cree que le hacen falta algunas fotos a su blog?, sobretodo de nuestra tierra, Mty y del cerro de la silla, claro està. Tengo un blog con algunas fotos propias, solo para que recuerde con màs fuerza el terruño.
www.blogdeespacioconsentido.blogspot.com
No puse mi direcciòn aprovechàndome del mensaje, lo hago porque me llamò la atenciòn eso de que se le derritiò el corazòn cuando viò el escudo nacional, ¡cuànto màs se le va a derretir cuando vea de nuevo la cd. de Mty!
Bendiciones.
Un amigo que tiene doble ciudadania(gringa y mexicana) tiene que viajar a Mexico como gringo porque un documento por no haberle puesto "punto" al final quienes lo hicieron, no se lo quisieron recibir en el consulado, claro, eso despues de haber estado formado unas horas en el edificio burocrata.
Hei, pues en el consulado de México en Stuttgart me dieron mega rápido mi pasaporte...y de hecho en el DF al menos es bastante rápido ese trámite en específico.
Llegué por azar a tu blog pero está muy bueno.
Saludos
Hola buscando informacion en la red me tope con tu documento, tengo una duda que ojala me pudieras ayudar a resolver, mi novio me pidio matrimonio(el es suizo, y yo mexicana) y tenemos dudas encuanto al apellido que se puede adoptar para mi una vez casados, en el cosulado me dicen que hay tres opciones: quedarme con su apellido solamente, combinarlos el suyo con el mio paterno, o conservar mis apellidos. Pero no me dicen cual es el inconveniente o la ventaja de cada uno. Ademas creo que mi pasaporte mexicano no puedo cambiar mis apellidos de soltera... Por su parte el me dice que seria mas "cute" si yo me quedara con sus apellidos, yo no tengo ningun incoveniente en cambiarlos pero no se que sea lo mas adecuado... tu que opinas? dejo mi correo por si tuvieras alguna posible respuesta. yaskaraz13@hotmail.com
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