Desde que mi hijo entró al equipo de futbol del rancho, su mayor deseo fué ser portero y asi se lo dijo al entrenador aquel primer día, pero reglas son reglas y para ser portero hay que pasar las primeras dos temporadas fogueándolos en todas las posiciones para saber qué es lo que más les conviene según sus capacidades. Al niño no le importó y nos pidió sus guantes para estar preparado aquellas veces que tocara la portería, me enternecía verlo cargarlos todos los días de entramiento aún a sabiendas que la mayoría de las veces no los usaría, pero así es él de perseverante.
Esta temporada sería la decisiva, ya tenía algo de experiencia bajo los tres palos y hasta en el campamento de futobol del año pasado tomó por su cuenta el cursillo de portero, todo con la ilusión de serlo en su propio equipo. Para ser muy honesta, tengo que reconocer que aún con eso, se me hacía muy verde para ganarse el puesto titular. Pero algo de suerte le ayudó y los otros dos porteros que había subieron a la siguiente categoría, por derecho propio y por antigüedad, le tocaba ya. Lo hacía bien, a secas, pero todavía le faltaba algo de coraje para dejar de temerle a los pelotazos furibundos directos a la red y al temor de lanzarse en clavados que detuvieran la mayoría de los goles que le metían. La cosa se complicó al regreso de las vacaciones de semana santa, entró un niño nuevo un año mayor que él, venía del equipo de otro pueblo y para variar... si, era portero. Los entrenadores lo probaron y, ni hablar, era un héroe parando todo, hasta los penalties.
Fué así como mi querubín quedó de nuevo en la suplencia de la portería, esta vez no hubo dramas ni berrinches, él mismo se dió cuenta de lo que valía su compañero de nombre Furkan y lo apoyaba prestándole sus preciados guantes que sus papás no podían comprarle. Hace una semana, en el torneo al que Christof no pudo asistir por causas de fuerza mayor, Furkan sufrió un accidente en un clavado para atajar un gol, cayó sobre su mano y se la quebró. Lo enyesaron y los médicos le probieron deportes de contacto por mucho tiempo. Asi que toda la semana pasada Christof estuvo entrenando solo en la portería con la mira de ser el titular en el torneo de ayer. Mi angelito sentía un poco de pena por su amigo, pero estaba radiante con solo saber que el jugaría todos los partidos de portero.
No sé si fué el hecho de verse de suplente y opacado por la habilidad de Furkan, pero entrenó muy duro y su esfuerzo dió frutos. El entrenador estaba muy relajado, éramos nosotros los nerviosos cuando lo vimos salir del vestidor con su uniforme verde (los del resto son azules) y sus guantes muy bien puestos. Nos sorprendió a todos, por primera vez Christof fué la estrella de todos los partidos del día: paró tiros y penalties, hizo saques que iban a dar casi hasta la otra portería, despejo con el pié como nunca y hasta se dió el lujo de parar alguno que otro balonazo con el pié. Yo no podía creer lo que estaba viendo, chin!, debo tenerle más fé a mi criaturita.
En el último partido, el mejor se podría decir, estaban a un lado del campo los niños de los siguientes equipos que jugarían en esa cancha y todos al unísono gritaban "Christof! Christof! Christof!". Ni siquiera lo conocían!. Yo quería llorar nomás de ver brillar a mi hijo como nunca en algo que realmente ama y que hasta ahora no se le había dado. Ganaron ese partido por 4-2 y después de chocar manos con el equipo contrario al terminar, sus compañeros de equipo comanzaron a corear "Christof! México! Christof! México!. La carita de mi gordito de harina no podía estar mas roja e hinchada de orgullo, por fin sacó la casta y vió cómo su esfuerzo era reconocido por todos, un gran paso en sus problemas de competencia social y seguridad en si mismo que tantos tropezones le han causado. Algo que no se compra con nada ni se consigue con mil terapias, más que con vivir la vida misma.
A veces dejamos pasar las oportunidades sin darnos cuenta, la clave está en tener esperanza y esperar la siguiente para no volver a desaprovecharla, creo que mi hijo aprendió bien la lección. Ese fué el mayor regalo de día de las madres que pude haber tenido, gracias Diosito!.
Esta temporada sería la decisiva, ya tenía algo de experiencia bajo los tres palos y hasta en el campamento de futobol del año pasado tomó por su cuenta el cursillo de portero, todo con la ilusión de serlo en su propio equipo. Para ser muy honesta, tengo que reconocer que aún con eso, se me hacía muy verde para ganarse el puesto titular. Pero algo de suerte le ayudó y los otros dos porteros que había subieron a la siguiente categoría, por derecho propio y por antigüedad, le tocaba ya. Lo hacía bien, a secas, pero todavía le faltaba algo de coraje para dejar de temerle a los pelotazos furibundos directos a la red y al temor de lanzarse en clavados que detuvieran la mayoría de los goles que le metían. La cosa se complicó al regreso de las vacaciones de semana santa, entró un niño nuevo un año mayor que él, venía del equipo de otro pueblo y para variar... si, era portero. Los entrenadores lo probaron y, ni hablar, era un héroe parando todo, hasta los penalties.
Fué así como mi querubín quedó de nuevo en la suplencia de la portería, esta vez no hubo dramas ni berrinches, él mismo se dió cuenta de lo que valía su compañero de nombre Furkan y lo apoyaba prestándole sus preciados guantes que sus papás no podían comprarle. Hace una semana, en el torneo al que Christof no pudo asistir por causas de fuerza mayor, Furkan sufrió un accidente en un clavado para atajar un gol, cayó sobre su mano y se la quebró. Lo enyesaron y los médicos le probieron deportes de contacto por mucho tiempo. Asi que toda la semana pasada Christof estuvo entrenando solo en la portería con la mira de ser el titular en el torneo de ayer. Mi angelito sentía un poco de pena por su amigo, pero estaba radiante con solo saber que el jugaría todos los partidos de portero.
No sé si fué el hecho de verse de suplente y opacado por la habilidad de Furkan, pero entrenó muy duro y su esfuerzo dió frutos. El entrenador estaba muy relajado, éramos nosotros los nerviosos cuando lo vimos salir del vestidor con su uniforme verde (los del resto son azules) y sus guantes muy bien puestos. Nos sorprendió a todos, por primera vez Christof fué la estrella de todos los partidos del día: paró tiros y penalties, hizo saques que iban a dar casi hasta la otra portería, despejo con el pié como nunca y hasta se dió el lujo de parar alguno que otro balonazo con el pié. Yo no podía creer lo que estaba viendo, chin!, debo tenerle más fé a mi criaturita.
En el último partido, el mejor se podría decir, estaban a un lado del campo los niños de los siguientes equipos que jugarían en esa cancha y todos al unísono gritaban "Christof! Christof! Christof!". Ni siquiera lo conocían!. Yo quería llorar nomás de ver brillar a mi hijo como nunca en algo que realmente ama y que hasta ahora no se le había dado. Ganaron ese partido por 4-2 y después de chocar manos con el equipo contrario al terminar, sus compañeros de equipo comanzaron a corear "Christof! México! Christof! México!. La carita de mi gordito de harina no podía estar mas roja e hinchada de orgullo, por fin sacó la casta y vió cómo su esfuerzo era reconocido por todos, un gran paso en sus problemas de competencia social y seguridad en si mismo que tantos tropezones le han causado. Algo que no se compra con nada ni se consigue con mil terapias, más que con vivir la vida misma.
A veces dejamos pasar las oportunidades sin darnos cuenta, la clave está en tener esperanza y esperar la siguiente para no volver a desaprovecharla, creo que mi hijo aprendió bien la lección. Ese fué el mayor regalo de día de las madres que pude haber tenido, gracias Diosito!.
3 comentarios:
Keru! tengo una basurita en el ojo!! jajaja, ay no Keru la verdad es que sentí bien bonito tu relato y como Chris consiguió su objetivo y como logr{o brillar por luz propia en algo que tanto le gusta... muchas felicidades a él, a ti y a todos en tu familia por apoyarlo y por ayudarlo a creer en el mismo... y si, a veces uno como mamá seguimos viendo a nuestros hijos como bebés y de alguna manera limitamos las expectativas con respecto a sus logros, pero Keru, que bonito es estar equivocada en éstas ocasiones!!!
Vaya un abrazo para Chris el portero y un beso enorme para ti por el día de las Madres, que ya veo, no pudiste tener uno mejor..
Nancy
Hola Kerubina. Es bonito que compartas estas lecciones de vida en tu blog. Este post es un claro ejemplo de como los padres enseñamos valores a los hijos, la perseverancia, Amor, esperanza y paciencia es lo que veo aquí. Que guapo se ve Christof con su uniforme. Hasta luego.
Ohhh que bonito! me emocioné y todo :)
Un beso
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