Los capitalinos (o defectuosos, defeños, chilangos... sin sonar peyorativa) inventaron el concepto de 'provincia' para llamarnos a todos los que no nacimos en La Ciudad, como ahora se autonombran ellos mismos. Esta distinción hace que en ocasiones la molestia pueda más que la razón, aunque mucho tiene de cierto. Porque es claro que, siendo México un país tan enorme territorialmente hablando, las diferencias interculturales, climáticas, geográficas e ideológicas, nos hacen sentir que a veces no nos pertenecemos en un todo. Bueno, son divagaciones mías, no me crean mucho. La verdad es que mientras nos quejamos de la doble moralidad de los provincianos o la bonanza económica de tal o cual región, nuestros pensamientos y actitudes van cambiando, aunque la escencia como mexicanos no se pierda del todo. Para que, algún día, no existe diferencia entre unos y otros.
Recuerdo hace años haber conocido a una chica proveniente de la ciudad de México, divorciada y con muchas ganas de volver a entrar en circulación, en todos los aspectos. Encontró trabajo en una empresa como secretaria, rentó un departamento y, con todo el ánimo del mundo, pensó que su futuro estaba un tanto resuelto. Adriana era amigable, abierta, sincera y muy independiente. Pero su formación en el centro del país le trajo algunas complicaciones al tratar de adaptarse a la cultura norteña, le costaba trabajo entender por qué si se reportaba enferma su jefe le hacía mala cara al día siguiente con comentarios como 'a ver si no se enferma tan seguido Adrianita, porque hay mucha chamba pendiente'. No entendía por qué se topaba a la vecina en la puerta del edificio con cara de desaprobación cuando la veía llegar a media madrugada con el galán en turno. Ni supo por qué se molestó tanto el hombre con el salía y al que tenía en la mira como su próxima pareja estable, cuando se enteró que pasó una noche con uno de sus amigos (de él).
La vida se fué complicando para Adriana, veía como las puertas se le iban cerrando cuando trataba de ser ella misma, 'pareciera como si aquí hay que fingir todo el tiempo, qué mochos son!' me dijo una vez. Su comentario me dolió un poco, tal vez porque en el fondo tenía razón, pero traté de calmarla diciéndole que lo más probable era que le faltaba un poco de discresión; que Monterrey sería una ciudad cosmopolita moderna en cuestiones industriales y tecnología pero nos faltaba aún un largo camino por recorrer en cuanto al destape ideológico... idiosincrático pues!.
Hace casi diez años que no vivo en Monterrey, me imagino que las cosa habrán cambiado un buen durante todo éste tiempo, sobre todo por lo que veo con mis sobrinos aunque el arraigo provincial nos siga persiguiendo. Una de mis sobrinas es arquitecta, su novio es artista plástico con algo de éxito para su edad. Por cuestiones de trabajo, familiares y otras por diversión, han viajado juntos. Para su círculo de amigos, aquello fué de lo más normal, pero para familia aunque no lo diga abiertamente, causó cierto repelús en su momento. Mi sobrina ahora trabaja en un proyecto arquitectónico fuera de Monterrey y su novio estudia un post grado en la universidad de otra ciudad diferente, de vez en cuando se visitan o juntos vuelven a Monterrey para ver a la familia. Yo los veo desde acá (con los ojos del alma) como personas triunfadoras seguras de si mismas, que van por la vida sin hacer daño a nadie siendo ellos mismos y luchando por sus metas. Igual que intentó Adriana mi amiga. La familia ya se ha acostumbrado a la situación y de alguna forma ha aprendido a respetarla como persona con las decisiones que ha tomado, se lo ha ganado a pulso creo yo. Así es como se aprende, en el camino, así se evoluciona también en el pensamiento aunque éste sea colectivo e involucre a toda una familia.
Pero ¿cuántos siguen por ahí ocupados en juzgar la vida de otros, sin hacer nada por la de ellos mismos?. Me imagino que ésto no tiene nada que ver con haber nacido en provincia o en la capital, más bien tiene que ver con el respeto, que no?.
Saludus Malü!
Recuerdo hace años haber conocido a una chica proveniente de la ciudad de México, divorciada y con muchas ganas de volver a entrar en circulación, en todos los aspectos. Encontró trabajo en una empresa como secretaria, rentó un departamento y, con todo el ánimo del mundo, pensó que su futuro estaba un tanto resuelto. Adriana era amigable, abierta, sincera y muy independiente. Pero su formación en el centro del país le trajo algunas complicaciones al tratar de adaptarse a la cultura norteña, le costaba trabajo entender por qué si se reportaba enferma su jefe le hacía mala cara al día siguiente con comentarios como 'a ver si no se enferma tan seguido Adrianita, porque hay mucha chamba pendiente'. No entendía por qué se topaba a la vecina en la puerta del edificio con cara de desaprobación cuando la veía llegar a media madrugada con el galán en turno. Ni supo por qué se molestó tanto el hombre con el salía y al que tenía en la mira como su próxima pareja estable, cuando se enteró que pasó una noche con uno de sus amigos (de él).
La vida se fué complicando para Adriana, veía como las puertas se le iban cerrando cuando trataba de ser ella misma, 'pareciera como si aquí hay que fingir todo el tiempo, qué mochos son!' me dijo una vez. Su comentario me dolió un poco, tal vez porque en el fondo tenía razón, pero traté de calmarla diciéndole que lo más probable era que le faltaba un poco de discresión; que Monterrey sería una ciudad cosmopolita moderna en cuestiones industriales y tecnología pero nos faltaba aún un largo camino por recorrer en cuanto al destape ideológico... idiosincrático pues!.
Hace casi diez años que no vivo en Monterrey, me imagino que las cosa habrán cambiado un buen durante todo éste tiempo, sobre todo por lo que veo con mis sobrinos aunque el arraigo provincial nos siga persiguiendo. Una de mis sobrinas es arquitecta, su novio es artista plástico con algo de éxito para su edad. Por cuestiones de trabajo, familiares y otras por diversión, han viajado juntos. Para su círculo de amigos, aquello fué de lo más normal, pero para familia aunque no lo diga abiertamente, causó cierto repelús en su momento. Mi sobrina ahora trabaja en un proyecto arquitectónico fuera de Monterrey y su novio estudia un post grado en la universidad de otra ciudad diferente, de vez en cuando se visitan o juntos vuelven a Monterrey para ver a la familia. Yo los veo desde acá (con los ojos del alma) como personas triunfadoras seguras de si mismas, que van por la vida sin hacer daño a nadie siendo ellos mismos y luchando por sus metas. Igual que intentó Adriana mi amiga. La familia ya se ha acostumbrado a la situación y de alguna forma ha aprendido a respetarla como persona con las decisiones que ha tomado, se lo ha ganado a pulso creo yo. Así es como se aprende, en el camino, así se evoluciona también en el pensamiento aunque éste sea colectivo e involucre a toda una familia.
Pero ¿cuántos siguen por ahí ocupados en juzgar la vida de otros, sin hacer nada por la de ellos mismos?. Me imagino que ésto no tiene nada que ver con haber nacido en provincia o en la capital, más bien tiene que ver con el respeto, que no?.
Saludus Malü!
4 comentarios:
Hola, siempre te leo, pero no comento xD
Lo que dices estoy de acuerdo, hace años en Monterrey, pues era gente de campo, de pueblos que emigraron a Monterrey, con esa mentalidad, pero hace mucho creo yo, ahora ya va cambiando la cosa, y la doble moral está con los regios también.
Lo que mencionas de tus amigas me pasó a mi, llevo un año y medio viviendo en España, y cuando me tocó decirles a mis padres, sobre todo mi papá, no comprendió, "lo mismo que harás allá, puedes hacerlo en Monterrey", me dijo, y durante éste tiempo, he hablado poco o casi nada con él, todo por medio de mi madre.
Es una pena, pero como dice mi abuela "al buey se le olvida que fue becerro", él es tamaulipeco y dejo a su familia pa irse a Monterrey...
Espero Monterrey dé ese salto a la modernidad sin perder sus valores de siempre, claro.
Un saludo, desde éste lado del mundo xD
A mi me paso al revés, mis padres son demasiado open para una ciudad como Aguascalientes, donde si se destaca por moches y doble moral, aunque es una ciudad muy bonita, o mas bien era, nunca me sentí agusto, siempre sentia que faltaba algo, y decidí estudiar en España pensando que aquí seria wowww y toda la cosa, pero OH¡ desilusión creo que todo es pantalla y exepto en algunas cosas son abiertos, si bien no son católicos, si les importa mucho el que dirán y esa pose de cuanto tienes cuanto aparentas que tan europeo vas, y eso que ahora vivo en una zona de catalunya que no Barcelona, también vivi en Madrid ciudad y PLOP¡, si bién me costo entender esos códigos que no son los mismos que en México, pero al fin de cuentas es la misma gata revolcada, ese molesto quedar bien con todo y aparentar lana. De plano uno tiene que llevar su manera de vivir por dentro sin afectar a nadie demostrando coherencia lo demás pues como ya se sabe muchos parecen saber exactamente como los otros deben llevar su vida, pero la propia ni idea tienen de como conducirla.
Al anónimo de arriba... me pasa lo mismo, viví en Madrid, y ahora en Cáceres, es igual, e igual que Monterrey... creo que al final todos somos metiches y prejuiciosos con las personas, en mayor o menor medida.
@ Simbelmynë: que bueno que te animaste a comentar, me encanta leer los comentarios y aunque ultimamente me tarde en contestar los leo todos porque me llegan al mail. Bienvenida al blog. Sobre tu comentario dejame decirte que el tiempo todo lo cura, aunque suene a cliché es muy cierto, ya verás que pronto las relaciones con tu papá volverán a ser como antes. Saludos.
@ Anónimo: En todas partes se cuecen habas y Europa no es la excepción. Hasta he llegado a pensar que la unica diferencia es el grado exagerado de discresión raya en lo hipócrita. Auch, bueno es mi humilde opinión :-D
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