Hoy recordé aquel día en que nació mi admiración por los astronautas. Era el 21 de Julio de 1969, mi mamá me vestía en la mesa de azulejo al lado del lavabo después de haberme bañado, tambien recuerdo (aunque no viene al caso) el espejo todavía empañado por el vapor del agua. La televisión se escuchaba a lo lejos, los comentaristas más que efusivos describían la hazaña más grandiosa que en aquel tiempo había logrado el hombre: pisar la Luna. A mis cuatro años recién cumplidos, me cautivaron aquellas imágenes en blanco y negro del movimiento casi etéreo con el que Neil Armstrong trataba de colocar la bandera estadounidense en suelo lunar. Me pareció ver hecho realidad uno de los tantos cuentos fantásticos que mi madre me leía por las noches para dormir. Esas imágenes, ahora hechas recuerdos, quedaron grabadas en memoria como algo grande, imposible de olvidar. Igual que mi admiración por aquellos hombres, los astronautas, que desafiaron las leyes de la física, la quimíca y la imaginación; haciéndonos vivir, aunque no in situ, algo impensable en aquellos tiempos.
Y es que la noticia de hoy sobre aterrizaje del Discovery, después de trece días de misión en el espacio, hizo que ese recuerdo saltara a mi memoria de forma inmediata. Le comenté a mi maridis la gran contradicción que siento porque, por un lado, el pánico que tengo a volar y que me hace vivir las 24 horas mas terribles cada que tengo que viajar a México, hacen que me sienta el ser más débil del universo. Y por otra parte, la fascinación que tengo por los viajes espaciales. Digo, el atravesar un océano en aviones que son mucho más seguros que conducir un coche, no es nada en comparación con los tripulantes del Discovery que salen al espacio sideral; amén de la preparación por la que tienen que pasar para lograrlo. Me parece que el volver a tocar tierra, ha de ser como volver a nacer. Delirios míos, no me hagan mucho caso.
Feliz sabadrink!
Y es que la noticia de hoy sobre aterrizaje del Discovery, después de trece días de misión en el espacio, hizo que ese recuerdo saltara a mi memoria de forma inmediata. Le comenté a mi maridis la gran contradicción que siento porque, por un lado, el pánico que tengo a volar y que me hace vivir las 24 horas mas terribles cada que tengo que viajar a México, hacen que me sienta el ser más débil del universo. Y por otra parte, la fascinación que tengo por los viajes espaciales. Digo, el atravesar un océano en aviones que son mucho más seguros que conducir un coche, no es nada en comparación con los tripulantes del Discovery que salen al espacio sideral; amén de la preparación por la que tienen que pasar para lograrlo. Me parece que el volver a tocar tierra, ha de ser como volver a nacer. Delirios míos, no me hagan mucho caso.
Feliz sabadrink!
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