Hace unos domingos, en la pasada misa de Reyes, una chica se pasó platicando cual mercadillo andante en el momento de la comunión. No conforme con eso, se carcajeaba en la nariz del padre mientras el resto de la gente pasaba a recibir la hostia y a mi, que no soy de esas viejitas gruñonas que regañan por todo, se me caía la cara de vergüenza al ver la de veces que el padre volteó a verla en ademán de desaprobación. Aún así, durante el convivio después de la misa, me la topé en un rincón y le dije muy sutilemente que eso no se hace, que ese es el momento más emblemático de la celebración. Ella muy educada me dijo que tenía razón y que no lo volvería hacer. Luego me sentí un poco apenada por mi atrevimiento pero en el fondo pensé que había hecho una buena obra.
No acostumbro a hablar durante la misa, si acaso me la paso pelándole los ojos a mis hijos cuando hacen ruido o se distraen y trato de poner todos mis sentidos en la homilía para aprovechar el mensaje que creo nos dice algo a todos y cada uno de los que estamos ahí. Pero el domingo anterior fuí solo con Zara porque mi maridis acompañó a Chris a su torneo de futbol y me senté junto a una amiga costarricense que siempre va sola y que quiere mucho a mis hijos. Precisamente también durante la comunión, después de hacerlo nosotras, me preguntó algo en voz muy baja, le contesté casi con monosílabos para no hacer olas y la cosa quedó ahí. Ya en la puerta, una vez terminada, se acercó a nosotras (que ahora si platicábamos de lo lindo) una señora que estuvo sentada una fila delante nuestro y nos puso como chancla vieja como si fuésemos niñas de secundaria. Casi casi nos dijo lo mismo que yo a aquella jovencita el Dia de Reyes, a pesar de la discreción con la que según yo habíamos cruzado esas cuantas palabras y nos pidió disculparnos porque la habíamos hecho perder la concentración en su oración post-comunión. Me pareció injusta su observación puesto que no era para tanto, creo que ella fué la única que se dió cuenta o tal vez tenga oído de tísica (como decía mi abuela) porque en verdad que fué menos que murmullo lo que nos dijimos mi amiga y yo.
Le contesté feo, no grosera, pero si de forma sarcástica diciéndole que para la otra hablaríamos un poco más fuerte porque seguro lo que la había molestado era no haber escuchado completo el chisme. En tono de broma, claro, pero ya saben que "entre broma y broma, la verdad de asoma". La mujer nunca perdió su sonrisa de cáeme-bien-idiota y festejó mi chascarrillo, pero en el fondo sé que no le quedaron ganas de volver a decirnos nada. Total que quedé mal conmigo misma porque me convertí en lo mismo que critiqué de la joven aquella, la que por cierto quedó mejor que yo al aceptar con humildad su error, todo lo contrario que yo. Chin! éstas vísceras mías andan un poco descontroladas!, seguiré trabajando en eso de la paciencia, que nomás no se me dá.
Auf Wiedersehen!
No acostumbro a hablar durante la misa, si acaso me la paso pelándole los ojos a mis hijos cuando hacen ruido o se distraen y trato de poner todos mis sentidos en la homilía para aprovechar el mensaje que creo nos dice algo a todos y cada uno de los que estamos ahí. Pero el domingo anterior fuí solo con Zara porque mi maridis acompañó a Chris a su torneo de futbol y me senté junto a una amiga costarricense que siempre va sola y que quiere mucho a mis hijos. Precisamente también durante la comunión, después de hacerlo nosotras, me preguntó algo en voz muy baja, le contesté casi con monosílabos para no hacer olas y la cosa quedó ahí. Ya en la puerta, una vez terminada, se acercó a nosotras (que ahora si platicábamos de lo lindo) una señora que estuvo sentada una fila delante nuestro y nos puso como chancla vieja como si fuésemos niñas de secundaria. Casi casi nos dijo lo mismo que yo a aquella jovencita el Dia de Reyes, a pesar de la discreción con la que según yo habíamos cruzado esas cuantas palabras y nos pidió disculparnos porque la habíamos hecho perder la concentración en su oración post-comunión. Me pareció injusta su observación puesto que no era para tanto, creo que ella fué la única que se dió cuenta o tal vez tenga oído de tísica (como decía mi abuela) porque en verdad que fué menos que murmullo lo que nos dijimos mi amiga y yo.
Le contesté feo, no grosera, pero si de forma sarcástica diciéndole que para la otra hablaríamos un poco más fuerte porque seguro lo que la había molestado era no haber escuchado completo el chisme. En tono de broma, claro, pero ya saben que "entre broma y broma, la verdad de asoma". La mujer nunca perdió su sonrisa de cáeme-bien-idiota y festejó mi chascarrillo, pero en el fondo sé que no le quedaron ganas de volver a decirnos nada. Total que quedé mal conmigo misma porque me convertí en lo mismo que critiqué de la joven aquella, la que por cierto quedó mejor que yo al aceptar con humildad su error, todo lo contrario que yo. Chin! éstas vísceras mías andan un poco descontroladas!, seguiré trabajando en eso de la paciencia, que nomás no se me dá.
Auf Wiedersehen!
2 comentarios:
A mi me rechoca ir a misa en compañia de mi familia politica! Siempre llegan tarde, y eso que es por la salud, fallecimiento de algun familiar o amigo, y de pilon se saludan todos de beso, abrazo y apapacho y dejan al sacerdote hablando solo. Lo peor de lo peor es que siempre me enojo por eso y ni escucho la homilia y cometo el pecado de la ira!
Saludos Keru
Las visceras... ya somos dos se me hace tan dificil controlarlas sobretodo frente a los friotes europeos... aghr !
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