febrero 19, 2009

Acariciando el cielo

Hace unos días hablaba de mi amiga y comadre suiza Karin, quien perdió a su padre después de una larga enfermedad de diez años. Antenoche me llamó llorando, la pobre estaba desesperada porque dice que desde la noche en que su papá padece de insomnio y Entre sollozos me contó terribles pesadillas en las que lo ve suplicando volver a la vida. Según me dijo su madre el día del funeral, antes de morir, el buen hombre estaba muy preocupado porque sabía que el final estaba muy cerca y su temor mayor era no irse al cielo 'no me quiero ir al infierno!!!', les decía desesperado. Seguramente fué ésto lo que provocó las pesadillas de mi amiga y se sentía culpable pensando que tal vez como hija, no hizo lo necesario para demostrarle todo el amor que sentía a su padre.

Traté de no llorar con ella en el teléfono y sacando fuerza de no sé dónde, le dije muy sutilmente que, porque me consta, fué la mejor de las hijas. De entre mis creencias, compartí con ella aquella que explica que mientras más se aferre uno al dolor ante la partida del ser querido, a éste se le dificulta más encontrar la paz en su descanso enterno. Y es que yo misma he experimentado el mismo temor ante la muerte, un miedo inmenso a lo desconocido y un apego mayor a la vida. Me preguntaba Karin también, como había sucedido con mi madre después de la muerte de mi padre, pero hay punto de comparación pues pertenecemos a culturas distintas en las que la muerte se ve con ojos muy diferentes. Lo que si pude decirle, es que cada quien vive su duelo de acuerdo a sus creencias y a su historia de aprendizaje, que no existe una fórmula mágica para dejar de sufrir, de extrañar y de serenarse después de perder a alguien tan importante en nuestras vidas. También compartí con ella, mi firme creencia de que la muerte no es más que un nuevo nacimiento a algo diferente, que nuestra presencia en la tierra no se esfuma ni se olvida porque quedan nuestras obras, nuestros amores y nuestro ejemplo en los corazones de los que estuvieron con nosotros; y que es normal que lloremos, que nos duela y hasta cierto punto, que nos revelemos ante la pérdida de esos seres que nos dieron la vida.

No sé si mis palabras de más de una hora surtieron efecto, pero si se calmó mucho y se propuso vivir el duelo de la forma más corta que le sea posible, tratando de dejar descansar a su padre que tanto sufrió en sus últimos días. Lupita Vallejo, una asidua lectora y comentarista de muchos de nuestros blogs locales (además de una persona muy fina y sensible), me mandó por mail una presentación de Power Point sobre el tema que nos muestra una visión muy alentadora para aquellos que sentimos que morir es un acto desgarrador y desagradable y la transforma en una caricia celestial:



No sé si sea verdad lo descrito en el video, pero he decido tomarlo como cierto para mí y pensar que existe un mundo mejor más allá de ésta vida.

Saludos.


P.D. Gracias Lupita!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por tus comentarios!!
un beso

kerubin@ dijo...

Las que le adornan señora bonita!