Este fin de semana salí de viaje al pasado. Mis querubines se fueron a pasarlo con sus abuelos y yo me volví diez años más joven, soltera y novia. Aprovechamos la vuelta a Zürich para dejar a los peques y fuimos al cine, la película no muy buena (Chuck & Larry), viejita pero nos sacó algunas carcajadas y quedamos encantados con la música. Luego mi novio/maridis me invitó a cenar a un restaurante mexicano, que lo más valioso de la cena fué la intención, porque ya se imaginarán lo que es una comida 'mexicana' en el extranjero. Por cierto, ¿quién haría famosa la idea de que en México a todos los platillos 'típicos' les ponemos frijoles y elote? Aggghhh!!! Aún con todo eso tengo que agradecer a la providencia por haber encontrado boletos para el cine y lugar en el restaurante sin reservación previa en ambos lugares, elemento indispensable de la planificación suiza, a pesar de ello nuestra improvisada velada fué todo un éxito. De regreso en casa, vimos unos cuantos capítulos de una nuestras series favoritas sin reparar en el volúmen por el temor de despertar a nadie. Platicamos como hace mucho tiempo no lo hacíamos de cosas triviales, como dos buenos amigos, como cuates, como compañeros de vida.
Al día siguiente instintivamente me desperté muy temprano, extendí mi brazo en la cama y me sobresalté al NO toparme con el cuerpecito de mi niño que siempre amanece entre nosotros. Agudicé el oído y tampoco escuché el ruido de la televisión, cuando me disponía a saltar de la cama me acordé de inmediato que no estaban en casa y tranquilamente volví a dormir. Ya más tarde el stress cotidiano al que ya casi me acostumbro, desapareció por completo: al menos por éste día mi ducha volvió a ser de 20 minutos, me arreglé el cabello con toda la calma posible al igual que mi maquillaje (mis cosméticos ya estaban un poco secos después de tanto tiempo de no usarlos como se debe) y otra vez experimenté vestirme y desvestirme unas tres o cuatro veces con la misma indecisión de antes. Afuera me esperaba, fumando impaciente, mi novio/maridis que de nuevo me había hecho otra invitación, la dominguera. De vez en vez me acordaba de mis hijos, me preguntaba qué estarían haciendo, pero sin llegar a preocuparme. Fuimos a un restaurante en una colina (si, ya sé, pura tragadera pero eran las dos de la tarde y no habíamos comido nada desde la noche anterior), había un grupo enorme de italianos celebrando un cumpleaños y aquello parecía la fiesta nacional. Hasta bronca hubo, se peleó la capitana de meseros con uno de ellos, hasta tuvo que intervenir el gerente y sacarlos para deslindar el chisme. Desde nuestra mesa podíamos ver a través de la ventana, cómo manoteaban los dos con el jefe enmedio de ellos, en algún momento me pareció que podrían llegar hasta los golpes pero la sangré no llegó al río. Cuando salimos, vi cómo el mesero también salía del restaurante con su mochila al hombro y a la capitana recibiendo gente con la mejor de sus sonrisas, como debe ser. Pasamos otra día contentos, tranquilos, hasta que llegó la hora de ir por nuestros adorados tormentos.
Por si hubiera sido poco mi descanso, mi media naranja se ofreció a ir él solo y me dejó en casa. En un principio pensé en aprovechar la soledad para limpiar la casa, pero se me atrevesó un libro y me dediqué a él. Tres horas más tarde llegó mi trío preferido lleno de energía a romper la desacostumbrada paz en la que encontraba, bendito jolgorio, los peques contentísimos de haber estado con sus abuelos y sus padres más pacientes que nunca con las pilas recargadas para empezar de nuevo.
Gracias muchachote, por regalarme el descanso mas lindo de los últimos años.
Feliz inicio de semana chicos, el mío, no pudo haber sido mejor!
Al día siguiente instintivamente me desperté muy temprano, extendí mi brazo en la cama y me sobresalté al NO toparme con el cuerpecito de mi niño que siempre amanece entre nosotros. Agudicé el oído y tampoco escuché el ruido de la televisión, cuando me disponía a saltar de la cama me acordé de inmediato que no estaban en casa y tranquilamente volví a dormir. Ya más tarde el stress cotidiano al que ya casi me acostumbro, desapareció por completo: al menos por éste día mi ducha volvió a ser de 20 minutos, me arreglé el cabello con toda la calma posible al igual que mi maquillaje (mis cosméticos ya estaban un poco secos después de tanto tiempo de no usarlos como se debe) y otra vez experimenté vestirme y desvestirme unas tres o cuatro veces con la misma indecisión de antes. Afuera me esperaba, fumando impaciente, mi novio/maridis que de nuevo me había hecho otra invitación, la dominguera. De vez en vez me acordaba de mis hijos, me preguntaba qué estarían haciendo, pero sin llegar a preocuparme. Fuimos a un restaurante en una colina (si, ya sé, pura tragadera pero eran las dos de la tarde y no habíamos comido nada desde la noche anterior), había un grupo enorme de italianos celebrando un cumpleaños y aquello parecía la fiesta nacional. Hasta bronca hubo, se peleó la capitana de meseros con uno de ellos, hasta tuvo que intervenir el gerente y sacarlos para deslindar el chisme. Desde nuestra mesa podíamos ver a través de la ventana, cómo manoteaban los dos con el jefe enmedio de ellos, en algún momento me pareció que podrían llegar hasta los golpes pero la sangré no llegó al río. Cuando salimos, vi cómo el mesero también salía del restaurante con su mochila al hombro y a la capitana recibiendo gente con la mejor de sus sonrisas, como debe ser. Pasamos otra día contentos, tranquilos, hasta que llegó la hora de ir por nuestros adorados tormentos.
Por si hubiera sido poco mi descanso, mi media naranja se ofreció a ir él solo y me dejó en casa. En un principio pensé en aprovechar la soledad para limpiar la casa, pero se me atrevesó un libro y me dediqué a él. Tres horas más tarde llegó mi trío preferido lleno de energía a romper la desacostumbrada paz en la que encontraba, bendito jolgorio, los peques contentísimos de haber estado con sus abuelos y sus padres más pacientes que nunca con las pilas recargadas para empezar de nuevo.
Gracias muchachote, por regalarme el descanso mas lindo de los últimos años.
Feliz inicio de semana chicos, el mío, no pudo haber sido mejor!
6 comentarios:
Gracias mí amor por estos dos dias bonitos! Besos ... tú marido
Ay Keru que rico descanso, cuando yo estuve casada la verdad que mis fines de semana eran peores que mis dias entre semana, cansadisimos, es bueno de repente que te regalen un día para ti solita, después de tanto trabajo esos días saben a gloria, ojalá y puedieras tener más días como esos para que el romance con tu maridis se recargue de más amor y galantería.
Enhorabuena :) que padre, Muchachotes jajaja
Besos
Nancy
Y yo esperando.... mmmhhh No es cierto! Que bueno que no hubo mal tercio! jajaja
KERU Y MARIDO: Felicidades por darse ese espacio que todos en algun momento necesitamos para hacer que el amor siga floreciendo fuera de rutinas y stress. Les deseo larga vida. Un abrazo!!
EXCELENTE...BIEN POR EL CAMBIO DE RUTINA EN COMPAÑIA DE CONYUGE...ES BUENO OLVIDARSE DEL MUNDO Y VIVIR EL NUESTRO....FELICIDADES.....
Gracias chicos, ahora que leo el post me da un poco de pena, no sé por qué.
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