Estrella era una niña inquieta, vivaracha y cariñosa. Vivía en el seno de una familia típica de la época, compuesta de tres hermanos mayores y una hermana menor, a la que adoraba. Por lo menos un domingo al mes, el paseo semanal lo dedicaban sus padres a llevar comida a la gente sin recursos que permanecía sentada en los bajos del Hospital de Zona, esperando noticias de sus familiares. Una forma muy sencilla de educar a los hijos en los valores humanos, algo que no es muy común de encontrar en nuestros días.
De pronto, su madre enfermó y estuvo postrada mucho tiempo en cama, en un estado de semiinconsciencia. Los hermanos mayores, ayudaban en el cuidado de las dos más pequeñas que no se daban cuenta de la gravedad de la situación. Llegaban de la escuela corriendo hacia el cuarto de su madre a besarla y abrazarla; cepillaban su cabello como si de una muñeca se tratara sin saber si ella se daba cuenta del cariño que recibía. Estrella con una sonrisa casi perenne en sus labios, pedía a su hermanita que lo hiciera con cuidado, pues un día su mamá desperatría y no le gustaría que lo hiciera "por un jalón de pelos". En esos días, y a petición de sus abuelos maternos, Estrella y su hermana pasaban algunos fines de semana en casa de éstos con el fin de hacer la carga un poco más ligera al padre y al resto de los hermanos por lo menos durante el fin de semana.
Una noche, en uno de esos tantos días en casa de sus abuelos, Estrella ya dormida, sintió unos brazos que la cargaban en medio de la oscuridad. Al llegar al cuarto de baño, y con la tenue luz que entraba por la ventana, distinguió la cara de su abuelo. A partir de aquella noche, ella conoció el dolor, el miedo, el terror y la posibilidad de ver a su madre muerta si contaba lo que su "querido abuelo" hacía con ella. El, un hombre sin escrúpulos, jubilado de la extinta Policía Secreta mexicana, se había encargado muy bien de instruír a aquella indefensa criatura en el silencio.
La misma escena se repetiría por algunos años igualmente en el silencio, pero ahora la permisividad de Estrella se debía al temor de que a su hermana le ocurriera lo mismo que a ella. En algunas ocasiones llegó a implorarle que no le hiciera nada a la chiquitina, al ver lo bella que crecía con el paso del tiempo.
Un buen día, su madre despertó de aquel letargo que la mantuvo encadenada a su cama, y las cosas empezaron a cambiar. Estrella ya con algunos años más, tuvo el valor de pedirle a su madre que no las enviara más con los abuelos. No se atrevió a confesar los ultrajes de los que había sido víctima por temor a enfrentarlos. Tal vez el instinto maternal ó el tremendo amor por su hija, hicieron que la buena señora cumpliera el deseo de su hija. Estrella trataba de olvidar, de bloquear esos tremendos recuerdos tratando de vivir el resto de su adolescencia de una forma natural siempre con la sonrisa en su rostro, pero las reuniones familiares no le permitían conseguirlo del todo.
En el bachillerato conoció a un compañero, Tony, del que se enamoró y con el que mantuvo una relación seria, pues le era permitido entrar en su casa y convivir con la familia. Estuvieron juntos unos años antes de hablar de un compromiso formal, hasta que Tony obtuvo un empleo en una empresa que lo enviaría a la ciudad de Tampico. En un principio, las cartas y las visitas a Monterrey eran algo imprescindible. Pero con el paso del tiempo y alguno que otro contratiempo para verse no tan seguido, Estrella recibe la llamada de Tony diciéndole que conoció a otra mujer con la que viviría en unión libre dando por terminada su relación con ella. Fueron noches interminables para Estrella, las que lloró desconsoladamente la ausencia de su primer y único amor.
El recuerdo que guardaba, le impidió ver otros rostros y percibir el interés de otras personas a su alrededor. Esperaba tal vez, con su eterna sonrisa, el día en que Tony llamaría para expresarle su arrepentimiento; pero no fué sino la madre de éste quien la buscó pidiéndole a Estrella su ayuda. Le comentó que la mujer de Tony, una mujer mucho mayor que él dedicada al esoterismo, había roto toda comunicación con ellos y a su vez impedido tener noticias de él. Lo último que se había sabido, era que estaba enfermo y después de eso nada, ni una sola palabra.
Estrella no lo pensó dos veces, pidió un permiso en su trabajo y les comunicó a sus padres su intención de viajar a Tampico para saber qué pasaba con ex-novio. Naturalmente sus padres se negaron a dejarla ir, pero la voluntad y el amor que todavía sentía por aquel hombre la hizo enfrentarse a ellos e irse, sin importarle si sería recibida a su regreso, ni siquiera sabía si regresaría. Ya en aquella ciudad tamaulipeca y habiendo localizado a Tony, se entrevistó con él y en su encuentro sucedieron cosas extrañas cuando ella quiso darle como regalo una botella de agua bendita, no me atrevo siquiera a describir tal situación. El hombre no era ni la sombra de aquel que la había hecho enamorarse con locura, al grado de dejar todo por salvarlo de aquella situación. Por respuesta obtuvo un "déjame vivir mi vida, ya te hice mucho daño y no quiero volver a hacerlo ahora". En ese momento, Estrella comprendió que aquello había terminado ahí. Lo que no pudo olvidar en años, se borró en un fin de semana. Y, tratando de esbozar una sonrisa, se propuso tratar de rehacer su vida.
Contrario a lo que sucedía en el aspecto emocional, la vida profesional de Estrella se convirtió en el centro de toda su energía. Había estudiado una carrera en el ramo computacional, pero sus mejores habilidades las había desarrollado en las ventas. No le podía ir mejor. Era la envidia de sus compañeros, pues era quien más comisiones cobraba: "por ser mujer" decían algunos de ellos. La empresa, al ver el éxito de su forma de trabajar, le ofreció un puesto que había quedado vacante entre los vendedores foráneos, con el que tendría mayores ingresos y más posibilidades de desarrollo. Ella, que con sus ingresos ayudaba en el gasto familiar y a mimar a sus sobrinas, no dudó en aceptarlo.
En sus viajes, se encontraba con colegas de otras compañías y uno de ellos le presentó al que sería su marido: Rubén. Un hombre que desde el primer momento le pareció interesante y que al ir conociéndolo le hizo volver a sentirse mujer. La historia de Rubén tampoco era muy esperanzadora, divorciado de su primera mujer, vivía en unión libre con una segunda con la que había tenido un hijo. Las coincidencias de la vida fueron muchas, y al poco tiempo de conocerlo, Rubén era contratado en la misma empresa de Estrella. La convivencia diaria, tal vez la afinidad y el sentimiento de protección que se despertó en ella, hicieron lo suyo.
El día de su boda unos pocos meses después de conocerlo, Rubén la recibió con una noticia a la que Estrella no dió importancia: él había renunciado a su trabajo. La fiesta fué en una quinta campestre a todo lujo, para lo que habían pedido algunos préstamos, pero ella no pensó nunca a lo que se enfrentaría ni él se preocupó de lo que pasaría después de aquella ceremonia. Ella estaba radiante, más feliz no se podía ser y la sonrisa que la caracterizaba, ahora era plena y sin sombras.
Los primeros años de casados fueron un paraíso para ella, a pesar de los constantes cambios de humor y de empleos de Rubén. A pesar también de saber desde antes de comprometerse, que a raíz de una vasectomía reciente de Rubén, tendría muy pocas posibilidades de ser madre, algo con lo que siempre soñó. Pero a Estrella eso no le importó, pues creía haber encontrado al hombre de sus sueños.
Una tarde es localizada por teléfono por sus familiares, con la terrible noticia del accidente de su hermana menor. Su hermana y su prometido, regresaban de hacer el último trámite para su boda: el pago del salón de fiesta. Era una cabaña en un balneario en el municipio de San Roque, en plena Av. San Roque y lo que ahora es Av. México, el novio de su hermana perdió el control del coche al tratar de esquivar un golpe por parte de un camión urbano, estrellándose inevitablemente contra un árbol. Su hermana no llevaba puesto el cinturón de seguridad y su cabeza fué a dar directo al cristal delantero, quedando inconsciente casi instantáneamente. César su novio, veía con desesperación los coches pasar de lado sin detenerse al mismo tiempo que un hilo de sange, por uno de los oídos de su novia, empezaba a manchar su piel extremadamente blanca. Increíblemente César no sufrió golpe alguno.
El diagnóstico en el hospital no fué nada alentador, Celia la hermana de Estrella, había sufrido una conmoción cerebral y muchas fracturas en cara y cuerpo. Estuvo sedada muchos días, los médicos esperaban que la inflamación del cerebro cediera para poder estimar el daño sufrido mientras el cuerpo inherte de Celia se mantenía gracias a máquinas de respiración asistida. La boda se pospuso y Estrella renunció a su trabajo para dedicarse en cuerpo y alma a la recuperación de su hermana.
El día que Celia despertó, fué el de Estrella el primer rostro que vió. Toda la familia y amigos, concentrados durante tantos días afuera del hospital haciendo oración y con la esperanza de una buena noticia, gritaron de alegría al saber que al fin Celia había despertado. Pero la reacción de ésta dejo de nuevo sumidos en la tristeza al ver que había perdido muchas de sus habilidades corporales: el habla, la memoria y la motricidad.
Estrella y su madre se dedicaron durante meses a darle rehabilitación sin siquiera tener conocimiento de cómo hacerlo, dejaban que su corazón actuara al masajear sus extremidades y enseñarle los nombres de las personas y objetos a su alrededor. Este trabajo dió su fruto y su querida hermanita, exactamente a los seis meses del accidente, estaba parada en el altar dando el "Sí quiero" a César, ante la incredibilidad de los médicos y la sonrisa de su incondicional hermana.
Las cosas parecían tranquilas en la familia, pero Rubén el esposo de Estrella, le seguía dando dolores de cabeza con su actitud de inmadurez e inestabilidad. Cumplirían cinco años de matrimonio, en los que a lo mucho Rubén había cambiado una docena de empleos. En cada uno duraba, casi siempre, los primeros tres meses de prueba de cualquier nuevo contrato y a veces ni a eso llegaba. Estrella ahora trabajaba para una compañía transnacional y su éxito como siempre, iba cada vez mejor. Sin darse cuenta cuándo ni por qué, su marido dejó de trabajar ya que ella obtenía cada vez mejores ingresos y él lo controlaba todo: dinero, casa y mujer.
Pero el hocio, ó tal vez la falta de amor que con su actitud Rubén demostraba a su mujer, empezaron a convertirlo en un hombre agresivo. De pronto, Estrella empezó a recibir todo tipo insultos de su cónyuge, le echaba en cara su prepotencia por ser la que aportaba el gasto familiar. Le gritaba una y otra vez que ella no era mejor que él, pero en su cartera llevaba siempre la tarjeta del banco donde Estrella recibía su sueldo, gastándolo en sus amigos y mandando dinero a su familia a la Ciudad de México de donde era originario.
En una de tantas discusiones, Rubén se atrevió a levantarle la mano tratando de golpearla, pero la reacción de Estrella en está ocasión no fué la acostumbrada. Se enfrentó a él diciéndole que eso sería lo último que le permitiría y que llegado el momento aunque cayera muerta le devolvería el primer y único golpe que aceptaría. A estas alturas, ya Estrella había empezado a despertar un poco de la ceguera que le había impedido ver el tipo de hombre con el que se casó. Se avergonzaba de tener que hacer malabares en su trabajo para poder disponer, a escondidas de su marido, alguna cantidad de dinero para ayudar a sus padres. Se avergonzaba de las escenas de celos y humillaciones que su marido hacía enfrente de sus compañeros de trabajo, pues ella misma había conseguido que de vez en cuando lo emplearan como eventual.
Sus noches eran amargas, llenas de lágrimas pidiéndole a Dios que hiciera que Rubén la quisiera. Algunas navidades, ella misma se compraba regalos para ponerlos en el árbol familiar fingiendo que Rubén se los daba y que la sorprendían. El, sin ningún tipo de escrúpulo, le seguía el juego y actuaba como un marido complaciente y cariñoso. Cómo dañaban esas escenas a Estrella! Pasaban días y noches pensando, en qué había fallado y cómo podría solucionar la falta de amor se su marido, nunca obtuvo una idea clara. Ahora pedía a Dios que la insensibilizara y que ante el maltrato de Rubén, no le doliera el corazón. Sus ruegos surtieron efecto y a los pocos meses, se sentó con su marido en la mesa con un papel y una pluma y le dijo: "Me quiero divorciar, dime qué quieres para firmar".
Rubén se quedó atónito, sólo alcanzó a decir: "Pero estás loca?, tu no crees en el divorcio, estoy seguro que no lo dices en serio!" Una semana después, estaban en un restaurante los dos, junto con el hermano y el tío de Estrella, los dos abogados. Rubén era el que hablaba: "Quiero la computadora, el carro, todos los aparatos electrodomésticos y una indemnización económica". Ese fué el precio de éste hombre a 8 años de matrimonio junto a ésta valerosa mujer.
El último día que Estrella vió a Rubén, fué en las oficinas donde se hacen los trámites vehiculares. Estrella le entregaba la factura del carro junto con un billete para pagar el cambio de propietario. Después de hacerlo en la ventanilla y firmar el papel, la cajera le entrega el vuelto y Rubén se lo guarda en el bolsillo diciendo "Es para la gasolina, porque no tengo dinero". Estrella sonrió, tomó un taxi que la llevó a su oficina y tuvo que pedir efectivo a su jefe para pagarle al taxista.
Ya han pasado dos años de éste encuentro, Estrella no ha podido olvidar a Rubén y cuando habla de él se le ilumina la cara diciendo que a pesar de todo fué muy feliz y tiene el coraje de sentirse agradecida a ésta piltrafa humana. Tiene vívidos en su memoria todos y cada uno de los recuerdos de ésta relación, como si lo hubiera vivido el día anterior. Vive al lado de sus padres, sin haber perdido su independencia y con la satisfacción de poder cuidar de ellos pues están solos, el resto de sus hermanos también han formado sus propias familias. Estrella hoy está tranquila, vive su vida con la esperanza de encontrar a alguien que la quiera de verdad, con su dignidad recuperada y, como siempre, una sonrisa en su rosto.
Gracias amiga, por permitirme compartir tu vida, te quiero y te admiro
De pronto, su madre enfermó y estuvo postrada mucho tiempo en cama, en un estado de semiinconsciencia. Los hermanos mayores, ayudaban en el cuidado de las dos más pequeñas que no se daban cuenta de la gravedad de la situación. Llegaban de la escuela corriendo hacia el cuarto de su madre a besarla y abrazarla; cepillaban su cabello como si de una muñeca se tratara sin saber si ella se daba cuenta del cariño que recibía. Estrella con una sonrisa casi perenne en sus labios, pedía a su hermanita que lo hiciera con cuidado, pues un día su mamá desperatría y no le gustaría que lo hiciera "por un jalón de pelos". En esos días, y a petición de sus abuelos maternos, Estrella y su hermana pasaban algunos fines de semana en casa de éstos con el fin de hacer la carga un poco más ligera al padre y al resto de los hermanos por lo menos durante el fin de semana.
Una noche, en uno de esos tantos días en casa de sus abuelos, Estrella ya dormida, sintió unos brazos que la cargaban en medio de la oscuridad. Al llegar al cuarto de baño, y con la tenue luz que entraba por la ventana, distinguió la cara de su abuelo. A partir de aquella noche, ella conoció el dolor, el miedo, el terror y la posibilidad de ver a su madre muerta si contaba lo que su "querido abuelo" hacía con ella. El, un hombre sin escrúpulos, jubilado de la extinta Policía Secreta mexicana, se había encargado muy bien de instruír a aquella indefensa criatura en el silencio.
La misma escena se repetiría por algunos años igualmente en el silencio, pero ahora la permisividad de Estrella se debía al temor de que a su hermana le ocurriera lo mismo que a ella. En algunas ocasiones llegó a implorarle que no le hiciera nada a la chiquitina, al ver lo bella que crecía con el paso del tiempo.
Un buen día, su madre despertó de aquel letargo que la mantuvo encadenada a su cama, y las cosas empezaron a cambiar. Estrella ya con algunos años más, tuvo el valor de pedirle a su madre que no las enviara más con los abuelos. No se atrevió a confesar los ultrajes de los que había sido víctima por temor a enfrentarlos. Tal vez el instinto maternal ó el tremendo amor por su hija, hicieron que la buena señora cumpliera el deseo de su hija. Estrella trataba de olvidar, de bloquear esos tremendos recuerdos tratando de vivir el resto de su adolescencia de una forma natural siempre con la sonrisa en su rostro, pero las reuniones familiares no le permitían conseguirlo del todo.
En el bachillerato conoció a un compañero, Tony, del que se enamoró y con el que mantuvo una relación seria, pues le era permitido entrar en su casa y convivir con la familia. Estuvieron juntos unos años antes de hablar de un compromiso formal, hasta que Tony obtuvo un empleo en una empresa que lo enviaría a la ciudad de Tampico. En un principio, las cartas y las visitas a Monterrey eran algo imprescindible. Pero con el paso del tiempo y alguno que otro contratiempo para verse no tan seguido, Estrella recibe la llamada de Tony diciéndole que conoció a otra mujer con la que viviría en unión libre dando por terminada su relación con ella. Fueron noches interminables para Estrella, las que lloró desconsoladamente la ausencia de su primer y único amor.
El recuerdo que guardaba, le impidió ver otros rostros y percibir el interés de otras personas a su alrededor. Esperaba tal vez, con su eterna sonrisa, el día en que Tony llamaría para expresarle su arrepentimiento; pero no fué sino la madre de éste quien la buscó pidiéndole a Estrella su ayuda. Le comentó que la mujer de Tony, una mujer mucho mayor que él dedicada al esoterismo, había roto toda comunicación con ellos y a su vez impedido tener noticias de él. Lo último que se había sabido, era que estaba enfermo y después de eso nada, ni una sola palabra.
Estrella no lo pensó dos veces, pidió un permiso en su trabajo y les comunicó a sus padres su intención de viajar a Tampico para saber qué pasaba con ex-novio. Naturalmente sus padres se negaron a dejarla ir, pero la voluntad y el amor que todavía sentía por aquel hombre la hizo enfrentarse a ellos e irse, sin importarle si sería recibida a su regreso, ni siquiera sabía si regresaría. Ya en aquella ciudad tamaulipeca y habiendo localizado a Tony, se entrevistó con él y en su encuentro sucedieron cosas extrañas cuando ella quiso darle como regalo una botella de agua bendita, no me atrevo siquiera a describir tal situación. El hombre no era ni la sombra de aquel que la había hecho enamorarse con locura, al grado de dejar todo por salvarlo de aquella situación. Por respuesta obtuvo un "déjame vivir mi vida, ya te hice mucho daño y no quiero volver a hacerlo ahora". En ese momento, Estrella comprendió que aquello había terminado ahí. Lo que no pudo olvidar en años, se borró en un fin de semana. Y, tratando de esbozar una sonrisa, se propuso tratar de rehacer su vida.
Contrario a lo que sucedía en el aspecto emocional, la vida profesional de Estrella se convirtió en el centro de toda su energía. Había estudiado una carrera en el ramo computacional, pero sus mejores habilidades las había desarrollado en las ventas. No le podía ir mejor. Era la envidia de sus compañeros, pues era quien más comisiones cobraba: "por ser mujer" decían algunos de ellos. La empresa, al ver el éxito de su forma de trabajar, le ofreció un puesto que había quedado vacante entre los vendedores foráneos, con el que tendría mayores ingresos y más posibilidades de desarrollo. Ella, que con sus ingresos ayudaba en el gasto familiar y a mimar a sus sobrinas, no dudó en aceptarlo.
En sus viajes, se encontraba con colegas de otras compañías y uno de ellos le presentó al que sería su marido: Rubén. Un hombre que desde el primer momento le pareció interesante y que al ir conociéndolo le hizo volver a sentirse mujer. La historia de Rubén tampoco era muy esperanzadora, divorciado de su primera mujer, vivía en unión libre con una segunda con la que había tenido un hijo. Las coincidencias de la vida fueron muchas, y al poco tiempo de conocerlo, Rubén era contratado en la misma empresa de Estrella. La convivencia diaria, tal vez la afinidad y el sentimiento de protección que se despertó en ella, hicieron lo suyo.
El día de su boda unos pocos meses después de conocerlo, Rubén la recibió con una noticia a la que Estrella no dió importancia: él había renunciado a su trabajo. La fiesta fué en una quinta campestre a todo lujo, para lo que habían pedido algunos préstamos, pero ella no pensó nunca a lo que se enfrentaría ni él se preocupó de lo que pasaría después de aquella ceremonia. Ella estaba radiante, más feliz no se podía ser y la sonrisa que la caracterizaba, ahora era plena y sin sombras.
Los primeros años de casados fueron un paraíso para ella, a pesar de los constantes cambios de humor y de empleos de Rubén. A pesar también de saber desde antes de comprometerse, que a raíz de una vasectomía reciente de Rubén, tendría muy pocas posibilidades de ser madre, algo con lo que siempre soñó. Pero a Estrella eso no le importó, pues creía haber encontrado al hombre de sus sueños.
Una tarde es localizada por teléfono por sus familiares, con la terrible noticia del accidente de su hermana menor. Su hermana y su prometido, regresaban de hacer el último trámite para su boda: el pago del salón de fiesta. Era una cabaña en un balneario en el municipio de San Roque, en plena Av. San Roque y lo que ahora es Av. México, el novio de su hermana perdió el control del coche al tratar de esquivar un golpe por parte de un camión urbano, estrellándose inevitablemente contra un árbol. Su hermana no llevaba puesto el cinturón de seguridad y su cabeza fué a dar directo al cristal delantero, quedando inconsciente casi instantáneamente. César su novio, veía con desesperación los coches pasar de lado sin detenerse al mismo tiempo que un hilo de sange, por uno de los oídos de su novia, empezaba a manchar su piel extremadamente blanca. Increíblemente César no sufrió golpe alguno.
El diagnóstico en el hospital no fué nada alentador, Celia la hermana de Estrella, había sufrido una conmoción cerebral y muchas fracturas en cara y cuerpo. Estuvo sedada muchos días, los médicos esperaban que la inflamación del cerebro cediera para poder estimar el daño sufrido mientras el cuerpo inherte de Celia se mantenía gracias a máquinas de respiración asistida. La boda se pospuso y Estrella renunció a su trabajo para dedicarse en cuerpo y alma a la recuperación de su hermana.
El día que Celia despertó, fué el de Estrella el primer rostro que vió. Toda la familia y amigos, concentrados durante tantos días afuera del hospital haciendo oración y con la esperanza de una buena noticia, gritaron de alegría al saber que al fin Celia había despertado. Pero la reacción de ésta dejo de nuevo sumidos en la tristeza al ver que había perdido muchas de sus habilidades corporales: el habla, la memoria y la motricidad.
Estrella y su madre se dedicaron durante meses a darle rehabilitación sin siquiera tener conocimiento de cómo hacerlo, dejaban que su corazón actuara al masajear sus extremidades y enseñarle los nombres de las personas y objetos a su alrededor. Este trabajo dió su fruto y su querida hermanita, exactamente a los seis meses del accidente, estaba parada en el altar dando el "Sí quiero" a César, ante la incredibilidad de los médicos y la sonrisa de su incondicional hermana.
Las cosas parecían tranquilas en la familia, pero Rubén el esposo de Estrella, le seguía dando dolores de cabeza con su actitud de inmadurez e inestabilidad. Cumplirían cinco años de matrimonio, en los que a lo mucho Rubén había cambiado una docena de empleos. En cada uno duraba, casi siempre, los primeros tres meses de prueba de cualquier nuevo contrato y a veces ni a eso llegaba. Estrella ahora trabajaba para una compañía transnacional y su éxito como siempre, iba cada vez mejor. Sin darse cuenta cuándo ni por qué, su marido dejó de trabajar ya que ella obtenía cada vez mejores ingresos y él lo controlaba todo: dinero, casa y mujer.
Pero el hocio, ó tal vez la falta de amor que con su actitud Rubén demostraba a su mujer, empezaron a convertirlo en un hombre agresivo. De pronto, Estrella empezó a recibir todo tipo insultos de su cónyuge, le echaba en cara su prepotencia por ser la que aportaba el gasto familiar. Le gritaba una y otra vez que ella no era mejor que él, pero en su cartera llevaba siempre la tarjeta del banco donde Estrella recibía su sueldo, gastándolo en sus amigos y mandando dinero a su familia a la Ciudad de México de donde era originario.
En una de tantas discusiones, Rubén se atrevió a levantarle la mano tratando de golpearla, pero la reacción de Estrella en está ocasión no fué la acostumbrada. Se enfrentó a él diciéndole que eso sería lo último que le permitiría y que llegado el momento aunque cayera muerta le devolvería el primer y único golpe que aceptaría. A estas alturas, ya Estrella había empezado a despertar un poco de la ceguera que le había impedido ver el tipo de hombre con el que se casó. Se avergonzaba de tener que hacer malabares en su trabajo para poder disponer, a escondidas de su marido, alguna cantidad de dinero para ayudar a sus padres. Se avergonzaba de las escenas de celos y humillaciones que su marido hacía enfrente de sus compañeros de trabajo, pues ella misma había conseguido que de vez en cuando lo emplearan como eventual.
Sus noches eran amargas, llenas de lágrimas pidiéndole a Dios que hiciera que Rubén la quisiera. Algunas navidades, ella misma se compraba regalos para ponerlos en el árbol familiar fingiendo que Rubén se los daba y que la sorprendían. El, sin ningún tipo de escrúpulo, le seguía el juego y actuaba como un marido complaciente y cariñoso. Cómo dañaban esas escenas a Estrella! Pasaban días y noches pensando, en qué había fallado y cómo podría solucionar la falta de amor se su marido, nunca obtuvo una idea clara. Ahora pedía a Dios que la insensibilizara y que ante el maltrato de Rubén, no le doliera el corazón. Sus ruegos surtieron efecto y a los pocos meses, se sentó con su marido en la mesa con un papel y una pluma y le dijo: "Me quiero divorciar, dime qué quieres para firmar".
Rubén se quedó atónito, sólo alcanzó a decir: "Pero estás loca?, tu no crees en el divorcio, estoy seguro que no lo dices en serio!" Una semana después, estaban en un restaurante los dos, junto con el hermano y el tío de Estrella, los dos abogados. Rubén era el que hablaba: "Quiero la computadora, el carro, todos los aparatos electrodomésticos y una indemnización económica". Ese fué el precio de éste hombre a 8 años de matrimonio junto a ésta valerosa mujer.
El último día que Estrella vió a Rubén, fué en las oficinas donde se hacen los trámites vehiculares. Estrella le entregaba la factura del carro junto con un billete para pagar el cambio de propietario. Después de hacerlo en la ventanilla y firmar el papel, la cajera le entrega el vuelto y Rubén se lo guarda en el bolsillo diciendo "Es para la gasolina, porque no tengo dinero". Estrella sonrió, tomó un taxi que la llevó a su oficina y tuvo que pedir efectivo a su jefe para pagarle al taxista.
Ya han pasado dos años de éste encuentro, Estrella no ha podido olvidar a Rubén y cuando habla de él se le ilumina la cara diciendo que a pesar de todo fué muy feliz y tiene el coraje de sentirse agradecida a ésta piltrafa humana. Tiene vívidos en su memoria todos y cada uno de los recuerdos de ésta relación, como si lo hubiera vivido el día anterior. Vive al lado de sus padres, sin haber perdido su independencia y con la satisfacción de poder cuidar de ellos pues están solos, el resto de sus hermanos también han formado sus propias familias. Estrella hoy está tranquila, vive su vida con la esperanza de encontrar a alguien que la quiera de verdad, con su dignidad recuperada y, como siempre, una sonrisa en su rosto.
Gracias amiga, por permitirme compartir tu vida, te quiero y te admiro
5 comentarios:
No cabe duda que Estrella es una persona de gran calidad humana. Toda una triunfadora.
Gracias por compartir esta historia.
no cabe duda q le hace honor a su nombre....una estrella tiene su luz propia y nunca deja de brillar....nada nunca la opacará y es inmensa aunq parezca tan pequeña.....q historia.....
yo creo que es la forma en la que tú aprecias a Estrella la que te hace verla tan bondadosa; qué formidable, independientemente de la historia tan deslumbrante que expones, ver que existan amistades como la que ustedes disfrutan. Te felicito por la sensibilidad con la que puedes expresarte. Mil gracias por darte tiempo para compartirnos. Un abrazo y tres besos (a la suiza).
Las Estrellas, siempre tienen luz propia, aunque a veces tengan nubarrones que no las dejen proyectarse..siempre terminará por haber limpieza en su contexto..y la luz de la Estrella..se hará.
Saludos!
Felicidades a tu amiga por ese coraje ante las situaciones difíciles, eso me da una gran enseñanza de valor.
Saludos amiga
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