Panchillo nació en Zacapu, Michoacán, un 17 de marzo. Su vida nunca fué fácil, el segundo de cinco hijos de la unión de una indígena y un descendiente de franceses; alto, de tez rojiza, ojos café claros y cabello rizado; nadie diría que en sus venas llevaba sangre chichimeca.
En plena revolución agraria, era casi imposible subsistir del único oficio que su padre, Tiburcio, había aprendido: ebanista -la talla en madera de muebles finos- y que desde pequeños transmitiera a sus hijos varones; Zapata pugnaba por la repartición justa de las tierras, y en esos momentos la desesperación en el cabeza de familia le hacía buscar todo tipo de alternativas.
Todavía era un niño -sólo contaba nueve años- cuando su padre decidió emigrar al Norte, en aquellos años la esperaza era Canadá y el puente hacia ese punto era la ciudad de Monterrey. Algunos de sus tíos ya se habían establecido en tierras regias, sin alcanzar su destino final, lo que hizo a este michoacano emigrar aquí con su familia, con la intención de seguir él solo hasta aquel país norteamericano. La suerte lo acompañó, y Don Tiburcio encontró trabajo en Ferrocarriles Nacionales. De ésta forma, Panchillo y su familia conocieron un poco de mundo, los Estados Unidos y el mismísimo Canadá, pues viajaban con su padre en los trenes que el conducía -éste hecho hizo que los hermanos dejaran sus estudios, él cuando terminó el tercer grado de primaria. De hecho, un buen tiempo vivieron en uno de los vagones que ésta empresa proporcionaba a sus empleados en las largas travesías a los países del Norte.
Esta bonanza duró solo algunos años, los constantes viajes empezaron a hacer mella cuando las cosas en la familia tomaron un rumbo distinto, los viajes familiares terminaron y el padre pasaba largas temporadas lejos de casa. Unos cuantos meses después éste abandonó a su madre embarazada de la única hija de la familia -su hermana Josefina, que nació con una deficiencia mental debido a la depresión de su madre-, para irse con una mujer de la misma familia.
Las malas lenguas hablaban de un 'embrujo' que lo hizo perder la razón, al verlo caminar detrás del caballo en el que esa mujer recorría los alrededores haciendo "curaciones" y "limpias" (más tarde sabríamos que aquella poción no era otra cosa que lo que hoy se conoce como Alzheimer). Junto a la razón, Don Tiburcio perdió empleo y familia, terminando su vida unos cuantos años después.
Ahora había que trabajar para mantener a su madre y sus hermanos pequeños, su hermano mayor Antonio, comenzó un negocio de carpintería en el que al principio los dos participaban por igual tallando la madera en muebles finos tipo Luis XV, el único oficio que conocían heredado del hombre que los abandonó a su suerte. En unos pocos años, el negocio creció lo suficiente como para que Antonio tomara él control total del negocio, y Panchillo sería el único que trabajaba la madera al lado de algunos trabajadores contratados por su hermano.
Entre lacas, tablones, gurvias y con un lápiz en la oreja (tipo Pepe el Toro), Panchillo veía pasar por la acera, todas las tardes, a una morena de cabello rizado y largo. A pesar de que él salía con una una muchacha del barrio -las calles de Tapia y Zaragoza del centro de Monterrey- éste jonvenzuelo socarrón, salía corriendo y caminaba a un lado de la "cabezona" de pelo rizado como le decía su madre, para decirle "Te acompaño?". Muchas tardes pasaron para que él obtuviera una respuesta a la misma pregunta de siempre y luego se hicieran novios. Terminaron casándose el 17 de julio de 1944. Al año siguiente, el 26 del mismo mes de julio, nacía su primer hijo al que llamarón Luis Antonio, en honor a su hermano mayor que para él había ocupado el lugar de la figura paterna.
La carpintería, había tenido sus momentos de mucha prosperidad económica -sus principales clientes se encontraban en la única zona residencial que existía en aquellos años: la Colonia del Valle-, pero Panchillo sólo obtenía lo que su hermano consideraba necesario para que pudiera sobrevivir junto a su familia, cantidad que nunca alcanzaba. En los momentos de bajas ventas, Antonio llenaba de muebles la camioneta del negocio y mandaba a Panchillo a Miguel Alemán, Tamps. obligándolo a no volver hasta que estuviera vacía y vender los muebles de casa en casa, trabajo nada fácil pero que él siempre cumplía.
Eran principios de los años 60, Antonio contaba con un próspero negocio y su ambición lo llevó a pensar que tal vez las ganancias serían dobles si se contaban en dólares. Dejó todo, hasta a sus hijos repartidos con algunos familiares, y se llevó a su esposa y sus ganancias para empezar su negocio estableciéndose en la ciudad de San Antonio, Texas; así obtuvo el éxito que soñaba, al tiempo regresó por sus hijos.
Esta fué la oportunidad de oro para Panchillo, aunque en un principio se sintió de nuevo abandonado y sin saber que hacer, fué el tesón del fuerte carácter de su esposa, demostrado en los tiempos de sus viajes a Miguel Alemán en los que ella se quedaba sin marido y sin dinero y en los que ella ella lavaba, planchaba y almidonaba las batas de los doctores del Hospital del IMSS -el único que existía en aquel entonces, lo que después se llamó Hospital de Zona- y así sacar adelante a sus ya 6 hijos; lo que lo hizo comenzar su propio negocio: ARTE DE MEXICO
Lo establecieron en las calles de Padre Mier y Garibaldi en el primer cuadro de la ciudad frente al Hotel Jolet y al lado del Hotel Río (hoy llamado Double Tree), su carisma para las ventas y su fiel secretaria y esposa de toda la vida lo llevaron a ser uno de los principales elaboradores de éste tipo de muebles finos. En unos cuantos años, el taller se encontraba en otro local no tan céntrico de Monterrey, contaba con una platilla de trabajadores, maquinaria y herramienta suficiente para la demanda que era muy basta, el local de Padre Mier se había quedado sólo como exhibición.
En estos tiempos de prosperidad y felicidad familiar, cuando su hijo mas pequeño contaba con nueve años, nace su cuarta y última hija, sus varones fueron tres. Durante más de 25 años, este éxito lo acompañó: les dió estudios a casi todos sus hijos, a algunos estudios comerciales a otros universitarios. Formó hombres y mujeres de bien, cada uno de sus siete hijos fueron formando a su vez familias estables y unidas. Celebró en 1994 sus Bodas Oro, en un festejo que no tuvo medio siglo antes al unirse a aquella valerosa mujer, organizado por todos, vió crecer a nietos y bisnietos, pero todavía la vida le tenía reservado un sentimiento que no conocía.
En el año 2001, su hijo mayor desarrolló una enfermedad que lo lleva tres años después a la muerte, un hombre amoroso y trabajador que más que hijo fué su amigo, su apoyo, su compañía.
Panchillo demostró en esos momentos toda la fortaleza que un padre necesita para dar apoyo a su hijo enfermo, y en su funeral, para despedirlo honrosamente.
En los tres meses siguientes, una enfermedad diagnosticada dos años antes, comenzó a debilitar su ánimo de vivir. Siempre le tuvo miedo a la muerte, todas y cada una de las veces que se sentía enfermo, seguía al pie de la letra las indicaciones del médico porque amaba la vida, ni siquiera cuando se retiro de su negocio podía estar quieto, buscó otra forma mas relajada de trabajar. Pero le ganó la tristeza y, aunque su razón lo hizo luchar hasta el último de sus días, su cuerpo cansado no lo resistió. Se fué lúcido, agradeciéndole a Dios por todo lo que le dió y pidiendónos a sus hijos que cuidáramos de su "Chata" ... hoy hace 365 días.
Papi, te amo y te dedico esta canción que estaba oyendo cuando me dijiste que me esperarías a que cruzara el océano para despedirnos; así lo hiciste, te agradezco por esperarme y regalarme tús últimas 24 horas de vida ... hoy hace 365 días.
En plena revolución agraria, era casi imposible subsistir del único oficio que su padre, Tiburcio, había aprendido: ebanista -la talla en madera de muebles finos- y que desde pequeños transmitiera a sus hijos varones; Zapata pugnaba por la repartición justa de las tierras, y en esos momentos la desesperación en el cabeza de familia le hacía buscar todo tipo de alternativas.
Todavía era un niño -sólo contaba nueve años- cuando su padre decidió emigrar al Norte, en aquellos años la esperaza era Canadá y el puente hacia ese punto era la ciudad de Monterrey. Algunos de sus tíos ya se habían establecido en tierras regias, sin alcanzar su destino final, lo que hizo a este michoacano emigrar aquí con su familia, con la intención de seguir él solo hasta aquel país norteamericano. La suerte lo acompañó, y Don Tiburcio encontró trabajo en Ferrocarriles Nacionales. De ésta forma, Panchillo y su familia conocieron un poco de mundo, los Estados Unidos y el mismísimo Canadá, pues viajaban con su padre en los trenes que el conducía -éste hecho hizo que los hermanos dejaran sus estudios, él cuando terminó el tercer grado de primaria. De hecho, un buen tiempo vivieron en uno de los vagones que ésta empresa proporcionaba a sus empleados en las largas travesías a los países del Norte.
Esta bonanza duró solo algunos años, los constantes viajes empezaron a hacer mella cuando las cosas en la familia tomaron un rumbo distinto, los viajes familiares terminaron y el padre pasaba largas temporadas lejos de casa. Unos cuantos meses después éste abandonó a su madre embarazada de la única hija de la familia -su hermana Josefina, que nació con una deficiencia mental debido a la depresión de su madre-, para irse con una mujer de la misma familia.
Las malas lenguas hablaban de un 'embrujo' que lo hizo perder la razón, al verlo caminar detrás del caballo en el que esa mujer recorría los alrededores haciendo "curaciones" y "limpias" (más tarde sabríamos que aquella poción no era otra cosa que lo que hoy se conoce como Alzheimer). Junto a la razón, Don Tiburcio perdió empleo y familia, terminando su vida unos cuantos años después.
Ahora había que trabajar para mantener a su madre y sus hermanos pequeños, su hermano mayor Antonio, comenzó un negocio de carpintería en el que al principio los dos participaban por igual tallando la madera en muebles finos tipo Luis XV, el único oficio que conocían heredado del hombre que los abandonó a su suerte. En unos pocos años, el negocio creció lo suficiente como para que Antonio tomara él control total del negocio, y Panchillo sería el único que trabajaba la madera al lado de algunos trabajadores contratados por su hermano.
Entre lacas, tablones, gurvias y con un lápiz en la oreja (tipo Pepe el Toro), Panchillo veía pasar por la acera, todas las tardes, a una morena de cabello rizado y largo. A pesar de que él salía con una una muchacha del barrio -las calles de Tapia y Zaragoza del centro de Monterrey- éste jonvenzuelo socarrón, salía corriendo y caminaba a un lado de la "cabezona" de pelo rizado como le decía su madre, para decirle "Te acompaño?". Muchas tardes pasaron para que él obtuviera una respuesta a la misma pregunta de siempre y luego se hicieran novios. Terminaron casándose el 17 de julio de 1944. Al año siguiente, el 26 del mismo mes de julio, nacía su primer hijo al que llamarón Luis Antonio, en honor a su hermano mayor que para él había ocupado el lugar de la figura paterna.
La carpintería, había tenido sus momentos de mucha prosperidad económica -sus principales clientes se encontraban en la única zona residencial que existía en aquellos años: la Colonia del Valle-, pero Panchillo sólo obtenía lo que su hermano consideraba necesario para que pudiera sobrevivir junto a su familia, cantidad que nunca alcanzaba. En los momentos de bajas ventas, Antonio llenaba de muebles la camioneta del negocio y mandaba a Panchillo a Miguel Alemán, Tamps. obligándolo a no volver hasta que estuviera vacía y vender los muebles de casa en casa, trabajo nada fácil pero que él siempre cumplía.
Eran principios de los años 60, Antonio contaba con un próspero negocio y su ambición lo llevó a pensar que tal vez las ganancias serían dobles si se contaban en dólares. Dejó todo, hasta a sus hijos repartidos con algunos familiares, y se llevó a su esposa y sus ganancias para empezar su negocio estableciéndose en la ciudad de San Antonio, Texas; así obtuvo el éxito que soñaba, al tiempo regresó por sus hijos.
Esta fué la oportunidad de oro para Panchillo, aunque en un principio se sintió de nuevo abandonado y sin saber que hacer, fué el tesón del fuerte carácter de su esposa, demostrado en los tiempos de sus viajes a Miguel Alemán en los que ella se quedaba sin marido y sin dinero y en los que ella ella lavaba, planchaba y almidonaba las batas de los doctores del Hospital del IMSS -el único que existía en aquel entonces, lo que después se llamó Hospital de Zona- y así sacar adelante a sus ya 6 hijos; lo que lo hizo comenzar su propio negocio: ARTE DE MEXICO
Lo establecieron en las calles de Padre Mier y Garibaldi en el primer cuadro de la ciudad frente al Hotel Jolet y al lado del Hotel Río (hoy llamado Double Tree), su carisma para las ventas y su fiel secretaria y esposa de toda la vida lo llevaron a ser uno de los principales elaboradores de éste tipo de muebles finos. En unos cuantos años, el taller se encontraba en otro local no tan céntrico de Monterrey, contaba con una platilla de trabajadores, maquinaria y herramienta suficiente para la demanda que era muy basta, el local de Padre Mier se había quedado sólo como exhibición.
En estos tiempos de prosperidad y felicidad familiar, cuando su hijo mas pequeño contaba con nueve años, nace su cuarta y última hija, sus varones fueron tres. Durante más de 25 años, este éxito lo acompañó: les dió estudios a casi todos sus hijos, a algunos estudios comerciales a otros universitarios. Formó hombres y mujeres de bien, cada uno de sus siete hijos fueron formando a su vez familias estables y unidas. Celebró en 1994 sus Bodas Oro, en un festejo que no tuvo medio siglo antes al unirse a aquella valerosa mujer, organizado por todos, vió crecer a nietos y bisnietos, pero todavía la vida le tenía reservado un sentimiento que no conocía.
En el año 2001, su hijo mayor desarrolló una enfermedad que lo lleva tres años después a la muerte, un hombre amoroso y trabajador que más que hijo fué su amigo, su apoyo, su compañía.
Panchillo demostró en esos momentos toda la fortaleza que un padre necesita para dar apoyo a su hijo enfermo, y en su funeral, para despedirlo honrosamente.
En los tres meses siguientes, una enfermedad diagnosticada dos años antes, comenzó a debilitar su ánimo de vivir. Siempre le tuvo miedo a la muerte, todas y cada una de las veces que se sentía enfermo, seguía al pie de la letra las indicaciones del médico porque amaba la vida, ni siquiera cuando se retiro de su negocio podía estar quieto, buscó otra forma mas relajada de trabajar. Pero le ganó la tristeza y, aunque su razón lo hizo luchar hasta el último de sus días, su cuerpo cansado no lo resistió. Se fué lúcido, agradeciéndole a Dios por todo lo que le dió y pidiendónos a sus hijos que cuidáramos de su "Chata" ... hoy hace 365 días.
Papi, te amo y te dedico esta canción que estaba oyendo cuando me dijiste que me esperarías a que cruzara el océano para despedirnos; así lo hiciste, te agradezco por esperarme y regalarme tús últimas 24 horas de vida ... hoy hace 365 días.
1922 - 2005
13 comentarios:
que bonitos recuerdos tienes de tu papa,,,te acompaño en tus sentimientos,,,
Gracias Alba!
Muchas gracias por Compartir esta historia, tan bonita. Mi respetos y admiracion
Gracias Félix!
Por experiencia sé que cualquier cosa que te digan ante la ausencia de tu papá no mitiga el dolor ni mucho menos.
Sólo puedo decirte que te admiro mucho, y que estás siendo un magnífico descubrimiento como amiga.
tqm
Gracias Lula!
Es dificil abrir el corazon, compartir los sentimientos. Y tu lo has hecho de una manera bella honrando a tu papa...
Eres muy valiente y admiro tu fortaleza.
Un abrazo.
Gracias Faby, esa fué mi intención: honrarlo y gritarle al mundo, que a pesar de todas las adversidades, fué un ser humano noble y valeroso.
Quienes tuvimos la suerte de conocerlo.... sabemos que fue un gran hombre! y que como siempre, esta cerca y muy orgulloso de ti! Un abrazo fuerte fuerte!
Gracias E.D.! Hasta que te animaste a comentar, ahora anímate a hacer tu blog!
Me encantó éste post, salido del fondo de tu corazón...Saludos y gracias por compartirlo...
Gracias Saint!
hola tia gracias por compartir esto tan lindo con nosotros soy yajaira la verdad esta mui bello y pues a todos hizo que dentro de nosotros se encontraran muchos sentimentos pero sabemos ke donde kiera que este mu abu nos esta cuidando a todos y ke esta muy bien la kiero un beso.
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