Siempre me ha parecido que las personas practicantes de los deportes extremos, más que valientes personajes que buscan fama y reconocimiento, son suicidas en potencia. Ruego a Dios porque ninguno de mis hijos vaya algún día, a hacerse adictos a la adrenalina que mueve el motor de éstos sujetos.
El domingo pasado en el famoso programa alemán "Qué apostamos?" -traducción libre de "Wetten dass..."-, mis angustias extremas tomaron más fuerza todavía, por el accidente que ocurrió durante la transmisión en vivo y en directo. El programa es una especie de reality de concursos en el que, aficionados de toda la geografía de habla germana, cumplen retos 'espectaculares' impuestos por ellos mismos, con la única finalidad de ganar fama.
El suceso que comento ocurrido hace tres días, lo describe muy elocuentemente el periodista español Rafael Poch del diario Vanguardia:
Una vida echada a perder... por nada. Me pregunto si tanto el padre como el hijo estarían concientes del riesgo tan grande que corrían? Qué sentirá el padre al ver a su hijo muy cerca de permanecer el resto de su vida confinado a una silla de ruedas? y, emulando a Don Francisco, ¿qué dice el publicooooo?
El domingo pasado en el famoso programa alemán "Qué apostamos?" -traducción libre de "Wetten dass..."-, mis angustias extremas tomaron más fuerza todavía, por el accidente que ocurrió durante la transmisión en vivo y en directo. El programa es una especie de reality de concursos en el que, aficionados de toda la geografía de habla germana, cumplen retos 'espectaculares' impuestos por ellos mismos, con la única finalidad de ganar fama.
El suceso que comento ocurrido hace tres días, lo describe muy elocuentemente el periodista español Rafael Poch del diario Vanguardia:
Noche de sábado, de luces y lentejuelas en la televisión. Un programa concurso en directo desde Dusseldorf, que incluye hazañas de riesgo en su oferta y lleva por título ¿Apostamos que...?.Uno de los más populares del país. Lo dirige y presenta Thomas Gottschalk, un veterano profesional del entretenimiento. Cabello rubio sedoso, acicalado en traje hortera de difícil clasificación, de los que sólo se ven en televisión, Gottschalk aparenta quince años menos de los 60 que tiene. Por cada programa se mete 100.000 euros en el bolsillo. A su lado su sexy asistenta, Michelle Hunziker, el eterno número dos femenino, flaca de senos prominentes, exhibiendo unos brazos estándar modelados por gimnasio. Ambos bien maquillados y empolvados.
Dos mil espectadores en el lugar, entre ellos políticos de primera fila como la presidenta de Renania del Norte-Westfalia, Hannelore Kraft, se aprestan a presenciar la temeraria apuesta de uno de los concursantes de la noche: Samuel Koch, de 23 años. Su gesta: salir al encuentro y saltar, cinco veces, sobre coches en marcha, impulsado por unos resortes flexibles que lleva sujetos en las piernas. Ya lo ha hecho dos veces y ahora le toca al tercero. La gente aplaude mientras Koch hace ejercicios de calentamiento. El joven levanta la mano para dar la señal a su padre, que conduce el coche que se le echa encima a velocidad moderada, se lanza, salto mortal sobre el vehículo y, ¡hop!, cae de bruces en el suelo.
"¿Te has hecho daño?", pregunta el presentador. Suena estúpido, porque Koch yace inerte y boca abajo en el suelo. La sexy Hunziker muestra más reflejos, "rápido, rápido, un médico". La cámara corta el plano inmediatamente.
Los del programa intentan tapar la escena con telas. El público en pie, confuso y en silencio. Se ve a muchas mujeres impresionadas, tapándose la boca o el rostro con la mano. Aparecen los sanitarios en menos de dos minutos. Mientras recogen al accidentado y lo colocan en una camilla, el presentador alterna los aspavientos con el comentario "siempre le salió bien en las pruebas". Luego se supo que no era verdad. El jueves y el viernes, durante las pruebas del programa, Koch ya había tenido dos accidentes y había caído de espaldas, aterrizando con las posaderas, pero el joven seguía decidido y los organizadores no vieron motivo para disuadirle. Y ahora este marrón imprevisto. El programa se suspende, algo sin precedentes en sus casi treinta años de historia.
El estado de Koch es crítico, aunque su vida no corre peligro. Tras una operación en cervicales y médula espinal, se le mantiene en coma inducido. Síntomas de parálisis. Quizá condenado de por vida a una silla de ruedas por esa estúpida noche circense de luces y lentejuelas.
El debate ya ha comenzado, pero los medios se encargarán de que no llegue muy lejos.
Una vida echada a perder... por nada. Me pregunto si tanto el padre como el hijo estarían concientes del riesgo tan grande que corrían? Qué sentirá el padre al ver a su hijo muy cerca de permanecer el resto de su vida confinado a una silla de ruedas? y, emulando a Don Francisco, ¿qué dice el publicooooo?
Qué impresionante escena. Lo peor de todo es que en vivo mucha gente lo vio y que el joven, aunque vivo, tendrá que adaptarse a su nueva vida en silla de ruedas posiblemente.
ResponderBorrarQué difícil situación por ganar un premio.
Saludos!