marzo 13, 2008

Nuevos horizontes

Hace algunos años, y después de algunas desagradables sorpresas con el grupo de mexicanas con el me reunía, una de ellas me invitó a entrar en un tanda con otro grupo diferente también de paisanas que vivían en los alrededores de su pueblo (algo alejado del area donde generalmente vivimos la mayoría del primer grupo). Por aquel entonces, hace unos cinco años más o menos, yo era una de las pocas con niños pequeñitos y no podía seguirles el paso a las demás que no tenían tanto stress como madres primerizas, amén de dos o tres líos en los que me metieron por lo que decidí poner una distancia temporal de por medio para que se calmaran las aguas. Por eso, cuando me invitaron al segundo grupo, titubeé un poco, me daba un poco de miedo pensar en nuevos problemas con gente desconocida pero al final dije que si. Total, el que no arriesga no gana.

Y así fué, el grupo me recibió muy cálidamente y desde el primer encuentro me dí cuenta que era otra oportunidad para hacer amigas comenzando desde cero. Tomé algunas precauciones, quería no cometer los mismos errores para evitar más problemas. El grupo no solo era de mexicanas, había dos dominicanas, una argentina y una colombiana, lo que hacía una mezcla agradable de cultura latina. Recuerdo aquel grupo con mucho cariño, las reuniones solían ser eso generalmente, convivios para platicar y compartir anécdotas, consejos, noticias y risas del día a día de cada una. Nos veíamos cada mes y casi nunca faltaba nadie, el pretexto era juntarse para reunir el dinero de la tanda, aunque al final de eso ni nos acordábamos por estar entretenidas con la plática. Las reuniones casi siempre eran por la tarde y entre semana, cuidando de que cada una tuviera tiempo libre para no descuidar a la familia en los quehaceres diarios, limitándonos a unas dos o tres horas mientras los hijos estuvieran en la escuela y el marido en el trabajo. Por nada del mundo se hacían en sábado o domingo, para no tener que dejar a los nuestros solitos en casa. Otra de las costumbres era no causar mucho gasto con la comida, un pastel o pan de dulce con café eran suficientes y nada más.

Con el tiempo me gané confianza del grupo y me sentí una más de ellas, el miedo inicial que me hizo cerrarme al principio desapareció y llegué a tomarle cariño a todas. Las pláticas se fueron haciendo cada vez más personales y en muchas ocasiones fuimos un gran apoyo en tiempos difíciles de unas y otras. Recuerdo bien una tarde en la que una de ellas contó con el corazón en la mano un problema gravísimo por el que pasaba con uno de sus hijos, la mayoría llorábamos de impotencia por no poder ayudarla a salir de él, pero el apoyo incondicional de todas y las palabras de aliento la hicieron agradecernos muy efusivamente tan emotivo momento diciéndonos que sentía mucho mejor después de haberlo platicado y de escuchar las diferentes opiniones. Solo un botón de muestra, de otras tantas anécdotas en las que fuimos más que mujeres sin quehacer tomando café.

Pero éste tipo de reuniones no duró mucho, al menos para mí porque ellas ya tenían algunos años con el grupo, a los dos años una de ellas se regresó junto con su marido a México, luego otra de ellas se retiró por un negocio que emprendió, una más se fué a vivir temporalmente a otra parte por un año y así sucesivamente. Por cada una que se iba, entraba otra en su lugar y las cosas fueron cambiando. Ahora las reuniones son opíparas cenas con platillos meticulosamente elaborados, las fechas que se establecen al principio del año para cada una casi no se respetan y se cambian de un día para otro provocando que el grupo no se reuna completo por compromisos adquiridos con anterioridad y las plática siempre terminan en temas de cirugía estéticas, precios de los artículos que se adquieren o viajes costosísimos a lugar exóticos, entre otras cosas.

Extraño aquel grupo inicial de la tanda, donde no había vinos finísimos ni manjares para degustar, pero había calidez y mucho cariño. Y no es que las que estamos ahora seamos unas arpías frívolas e insensibles, más bien todas hemos ido cambiando con el paso del tiempo y de las situaciones que hemos vivido, los intereses de todas apuntan en diferentes direcciones y lo que falta es un denominador común. Tal vez por eso se hayan ido otras cuantas a las que simplemente el nuevo "look" no les va. ¿Será que es tiempo de buscar un nuevo horizonte? Solo el tiempo lo dirá.

Au revoir.

3 comentarios:

  1. Anónimo6:46 p.m.

    La Mama de Patito dice,

    Ay Keru! te entiendo perfecto.

    Desafortunadamente, siendo un ente solitario como soy, a mi me pasa lo mismo que a ti, no con cualquiera congenio.Realmente solo a una persona le he podido seguir el paso durante varios lustros, pero eso porque es mi gemelo bizarro.

    Ojala encuentres pronto a mas gente que tenga la misma vibra que tu, si de por si estar lejos de la familia es dificil...

    Saludos!

    Dejame tus comentarios en:
    http://lasaventurasdepatito.blogspot.com/

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  2. Anónimo8:35 p.m.

    las últimas mexicanas que me tocó conocer me han caído terriblemente mal : (
    me voy a quedar con mis otras mexicanas en italia favoritas... por el momento. con las paisanas luego hay que andarse con pies de plomo, qué caray!

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  3. Pues ya te lo he comentado en ocasiones anteriores Keru, lamentablemente tu al igual que muchas mexicanas en el extranjero, a la hora de escoger amigas por allá, tienen el "mercado amiguil" muy reducido y creo que a veces se ven forzadas a convivir con personas con las que no se tiene nada en común..

    Animo Keru, acá de este lado del charco completamos entre varias tu cuota de amigas mexis, que te queremos mucho así como eres tú, sin mas ni menos..

    Besos

    Nancy

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