Principios de los años ochenta y Ricardo cursaba la preparatoria. Un joven bien educado y sencillo, algo maduro para su edad. Había encontrado un empleo de medio tiempo, al que acudía por las tardes, con la finalidad de ayudar con sus gastos a la familia. La vida lo había hecho pasar por algunas adversidades, pero su tesón y su ánimo de "ser alguien" lo impulsaban a luchar día a día contra su timidiez, a la que consideraba su mayor obstáculo en la vida.
Esta limitante también afectaría su manera de relacionarse con el sexo opuesto, en la escuela había conocido a una compañera que le atrajo desde el principio y con la que se cuidaba mucho en su trato, por el temor a que se notara esa atracción ó a ser rechazado por ella. Corría el mes de octubre, día 23 para ser exactos y cumpleaños de Laura, el objeto de su afecto. Ricardo sentía la necesidad de felicitarla y no encontró otra forma, que la de enviarle un ramo de flores a su casa.
Buscó una florería en los alrededores de su trabajo y escogió el ramo que le pareció más hermoso, era lo menos que podía recibir aquella chica tan encantadora.
No tuvo otro remedio que dar su nombre, dirección y teléfono, no sin antes asegurarse varias veces pidiendo a la empleada que guardara en secreto su identidad.
Pasaron dos días que a él le parecieron eternos, muy temprano por la mañana, recibió una llamada telefónica en su casa. Era Laura agradeciéndole el detalle de las flores, no le dió tiempo a contestar nada, de alguna forma ella estaba segura que aquel tímido muchacho era el autor de tan tierno detalle e inmediatemente lo invitó a la fiesta que sus padres ofrecerían para festejarla. Por un momento, Ricardo enmudeció, la emoción y la sorpresa de verse descubierto lo habían desarmado. Confirmó su asistencia y colgó el teléfono.
Los siguientes días parecía que pasaban con una velocidad vertiginosa, su nerviosismo crecía conforme se acercaba el fin de semana y hacía hasta lo imposible por tratar de concentrarse en sus estudios y su trabajo, sin conseguirlo del todo. Al fin sentía que su timidez no le había impedido disfrutar de la presencia de su admirada Laura en aquella fecha tan significativa, ya lo peor había pasado y ella misma lo había invitado a su casa!
Sábado por la mañana, Ricardo contaba las horas para ver de nuevo a Laura, qué le diría al llegar? se preguntaba una y otra vez. Tocó el timbre de la casa con mano temblorosa, un poco húmeda por el sudor de los nervios traicioneros, solo estaba a unos segundos de la felicidad total. La puerta se abrió y la sonrisa en la cara de su amiga le pareció más bonita que de costumbre, ni siquiera escuchó lo que ella dijo, se limitó a entrar y seguirla mientras ella le mostraba el camino, él flotaba tras ella.
Una vez dentro, ante el asombro de Ricardo, le presentó a su novio e intercambiaron saludos. Fueron las últimas palabras que él escuchó de ella, el resto de la noche se dedicó a atender la llegada de sus invitados y a bailar con su novio, mientras Ricardo se preguntaba una y otra vez por qué había ido?. El orgullo de buen perdedor, le impidió salir corriendo de la fiesta y marcó ese día por el resto de su vida.
Ricardo es malísimo recordando fechas, los que le conocen lo saben bien, pero la única que viene a su memoria año tras año, desde hace poco más de veinte, es el 23 de octubre. La primera vez que alguien le rompió el corazón.
Esta limitante también afectaría su manera de relacionarse con el sexo opuesto, en la escuela había conocido a una compañera que le atrajo desde el principio y con la que se cuidaba mucho en su trato, por el temor a que se notara esa atracción ó a ser rechazado por ella. Corría el mes de octubre, día 23 para ser exactos y cumpleaños de Laura, el objeto de su afecto. Ricardo sentía la necesidad de felicitarla y no encontró otra forma, que la de enviarle un ramo de flores a su casa.
Buscó una florería en los alrededores de su trabajo y escogió el ramo que le pareció más hermoso, era lo menos que podía recibir aquella chica tan encantadora.
- "A nombre de quién lo mandamos?" - preguntó la empleada.
- "No, no quiero que se entere!" - le contestó.
- "Ok, solo necesito sus datos para avisarle si acaso no lo recibe" - finalizó la mujer.
No tuvo otro remedio que dar su nombre, dirección y teléfono, no sin antes asegurarse varias veces pidiendo a la empleada que guardara en secreto su identidad.
Pasaron dos días que a él le parecieron eternos, muy temprano por la mañana, recibió una llamada telefónica en su casa. Era Laura agradeciéndole el detalle de las flores, no le dió tiempo a contestar nada, de alguna forma ella estaba segura que aquel tímido muchacho era el autor de tan tierno detalle e inmediatemente lo invitó a la fiesta que sus padres ofrecerían para festejarla. Por un momento, Ricardo enmudeció, la emoción y la sorpresa de verse descubierto lo habían desarmado. Confirmó su asistencia y colgó el teléfono.
Los siguientes días parecía que pasaban con una velocidad vertiginosa, su nerviosismo crecía conforme se acercaba el fin de semana y hacía hasta lo imposible por tratar de concentrarse en sus estudios y su trabajo, sin conseguirlo del todo. Al fin sentía que su timidez no le había impedido disfrutar de la presencia de su admirada Laura en aquella fecha tan significativa, ya lo peor había pasado y ella misma lo había invitado a su casa!
Sábado por la mañana, Ricardo contaba las horas para ver de nuevo a Laura, qué le diría al llegar? se preguntaba una y otra vez. Tocó el timbre de la casa con mano temblorosa, un poco húmeda por el sudor de los nervios traicioneros, solo estaba a unos segundos de la felicidad total. La puerta se abrió y la sonrisa en la cara de su amiga le pareció más bonita que de costumbre, ni siquiera escuchó lo que ella dijo, se limitó a entrar y seguirla mientras ella le mostraba el camino, él flotaba tras ella.
Una vez dentro, ante el asombro de Ricardo, le presentó a su novio e intercambiaron saludos. Fueron las últimas palabras que él escuchó de ella, el resto de la noche se dedicó a atender la llegada de sus invitados y a bailar con su novio, mientras Ricardo se preguntaba una y otra vez por qué había ido?. El orgullo de buen perdedor, le impidió salir corriendo de la fiesta y marcó ese día por el resto de su vida.
Ricardo es malísimo recordando fechas, los que le conocen lo saben bien, pero la única que viene a su memoria año tras año, desde hace poco más de veinte, es el 23 de octubre. La primera vez que alguien le rompió el corazón.
Mmm es el cuento del enamorado perdedor, pero es que a veces desbocamos sentimientos sin esperar siquiera un poco de correspondencia, o detalles que nos hagan tener esperanzas reales. Y si, las fechas que nos duelen dificilmente se nos van de la memoria. Feliz Domingo Keru!!
ResponderBorrarNancy